True crime: ¿diversión o tragedia?

Autora: Amelia Lillo López

En las últimas décadas se ha experimentado un cambio notable de valores e ideas que ha repercutido directamente en la industria del entretenimiento. Donde antes temas escabrosos eran evitados a toda costa, ahora encontramos un amplio público que, no solo disfruta este tipo de temáticas, sino que también las demanda activamente en distintos formatos. Desde el sexo y las drogas hasta los crímenes más violentos: nada se ve con disgusto. Aun así, es inevitable que surja la siguiente pregunta: ¿realmente nos beneficia esta libertad?

El caso de Junko Furuta, también conocido como el caso de la chica en el cemento, estremeció a toda la sociedad japonesa. Se trataba de una estudiante que fue secuestrada, violada y brutalmente torturada durante 44 días por cuatro de sus compañeros de instituto. Menos de dos décadas después salió a la luz el manga 17 days, una versión gore y hentai, es decir, de contenido muy explícito, tanto violento como sexual, describiendo detalladamente el proceso desde el secuestro de la chica hasta su muerte. Posteriormente, se han filmado películas y publicado otros mangas inspirados por el mismo delito, que cuentan con numerosos interesados en todas las partes del mundo. A partir de este ejemplo se puede entender más fácilmente lo que es el true crime: la narración de crímenes reales, detallando las acciones realizadas por las personas involucradas y en muchas ocasiones analizando las motivaciones del agresor. Desde mi punto de vista, este género es deshumanizante y deberíamos evitar consumirlo.

En primer lugar, me parece imprescindible señalar los efectos psicológicos que tiene el true crime sobre la mente de sus aficionados. Al igual que pasa con diversas adicciones, como la droga o la pornografía, la persona que consume entretenimiento de este género va desarrollando paulatinamente una necesidad mayor de estímulo, puesto que lo normaliza. En la mayor parte de los casos las personas que han acabado enganchadas a este tipo de contenido habían sido aficionadas anteriormente a las novelas de terror o de misterio. En un momento dado este tipo de entretenimiento dejó de satisfacerlas y fue entonces cuando el descubrimiento, probablemente involuntario, del true crime se volvió un punto de inflexión en sus vidas.

Aun así, la desensibilización no es el único problema psicológico que podemos mencionar en relación con el consumo de crímenes cruentos. También hay una consecuencia muy importante que es a menudo obviada por la gente externa a los círculos de true crime: la gente termina empatizando con los asesinos. Y es que, pese a que la reacción natural es la de escandalizarse ante la crueldad humana y sentir la más profunda compasión hacia las víctimas, es inevitable que personas acostumbradas a escuchar descripciones detalladas de mutilaciones, violaciones y torturas de todo tipo terminen confundiendo parámetros morales. Además, influye el hecho de que este nicho de interés tan especifico esté conformado por algunas personas que disfrutan de la rareza de su hobby, por considerarlo distinto y, por lo tanto, especial. Esto conduce a estas personas a una identificación con el agresor, a quien juzgan incomprendido, obviando, o, incluso, justificando, sus crímenes debido a elementos tristes de su biografía. En algún caso, como el del famoso asesino en serie Jeffrey Dahmer, solo su apariencia física le sirvió para granjearse la desmedida pasión de muchas aficionadas.

En tercer lugar, me parece imprescindible señalar que solo es posible la creación del contenido del género true crime si, de cierta manera, se ha deshumanizado a las víctimas o, sin necesidad de llegar a este extremo, se prefiere ganar dinero antes que respetar el dolor de las familias. Como ejemplo del primer caso que he mencionado encontramos los numerosos vídeos de comida, llamados Mukbang, en los que, mientras se está narrando el crimen, se están ingiriendo porciones desmesuradas de comida de cualquier tipo1. En estos casos la comida es la que juega un papel principal, puesto que también podemos encontrar muchos aficionados a este tipo de vídeos, y la narración no es más que un entretenimiento extra, como si de música de fondo se tratase. Este tratamiento de hechos traumáticos banaliza especialmente las vivencias de las personas implicadas en el crimen, relegándolas a una historieta de fondo.

Con el segundo caso mencionado, cabe, antes de nada, establecer que los podcasts en los que aparecen abogados hablando de complicaciones del caso no entrarían como tal dentro de la categoría de true crime. Independientemente del objetivo sensacionalista que pueda tener tratar este tipo de temáticas, hay un interés subyacente que va más allá de los detalles de la propia historia, y que puede poner de relieve particularidades del ámbito jurídico. Sin embargo, yo no me refiero a este tipo de contenido, sino a aquel en el que un narrador muy animado presenta el vídeo como si se tratara de cuento y no es hasta que empieza la narración que cambia el ambiente y el tono. En este cambio radical de ademán podemos ver el atisbo de cierta hipocresía, al menos desde mi punto de vista. Una persona que es consciente de la magnitud de los hechos que va a tratar no puede permitirse esta afectación, aunque su contenido tenga la función principal de entretener. Algo similar sucede con aquellos creadores de contenido que, con expresiones casi teatrales, abordan un suceso trágico como si de una historia de terror, apta para ser contada en la noche del 31 de octubre, se tratara.

Ante las observaciones que he hecho puede parecer que mi crítica va dirigida a la forma, más que al contenido. A pesar de esta impresión, lo que quiero resaltar con mi argumento es que no hay una manera apropiada para contar este tipo de tragedias, manteniendo el propósito lúdico mientras que se resalta el sufrimiento y la tristeza que implican este tipo de hechos. Si consiguiéramos esto último, seguiría subyaciendo un aspecto hipócrita: si de un hecho tan lacerante se trata, ¿por qué decidimos exponerlo solo para entretener, es decir, para el disfrute de unos cuantos consumidores? Por supuesto, esta manera de dar a conocer los hechos no solo supone una falta de respeto hacia las víctimas, sino también hacia el sufrimiento perpetuado de los familiares y amigos de estas.

Pese a todo lo alegado, soy consciente de que existen objeciones a mi tesis, que abordaré a continuación. La primera de ellas sostiene que la diferencia entre el contenido true crime y el de películas o libros que detallan catástrofes históricas, como puede ser el Holocausto, es muy poca. De esto se deduce la conclusión de que, de mantenerse una de las dos temáticas, también la otra debería disfrutar de la misma consideración. En mi opinión, estos dos géneros no son comparables por los siguientes dos motivos.

El principal es que los fenómenos tratados en películas bélicas o genocidios aluden a una situación de alcance muchas veces global, en el que la humanidad se podría decir que “ha fallado”, olvidando la dignidad de otras personas en pos de la victoria o de la imposición de unos ideales determinados. Es imprescindible que las personas seamos capaces de reconocer estos errores para prevenir situaciones similares en un futuro. De lo contrario, podríamos exponernos a repetirlas. Sin embargo, en el true crime se tratan, sobre todo, crímenes de asesinos en serie, es decir, casos muy particulares que no pueden enseñarnos nada ni a nivel individual ni social. Obviamente, se pueden tomar precauciones para evitar ser una víctima, pero estas en muchos casos se aplican también para casos más comunes, como atracos, secuestros o violaciones, por lo que no hace falta difundir de esta manera estos crímenes para aumentar la prevención. Además, las posibilidades de caer en las redes de un criminal de este tipo son ínfimas.

El segundo motivo que se podría esgrimir a favor de la equiparación de ambos géneros es que los descendientes o familiares de las víctimas pueden verse afectados de la misma manera por la repetición constante del sufrimiento de sus seres queridos. A esto replicaría yo aludiendo al argumento usado en el párrafo anterior. Mientras que el nacimiento de un psicópata o sociópata con tendencias violencias o la existencia de personas profundamente traumatizadas no se puede evitar, los crímenes basados en el odio sí. Por este motivo, es imprescindible que concienciemos a la población de las causas que devienen en este tipo de tragedias mundiales. También los familiares pueden ver la importancia de este aspecto.

Otra objeción considerable es el hecho de que muchos padres, por poner un ejemplo el del caso de Gabriel “El Pescaíto”, que conmocionó a toda España en 2018, deciden darles mucha voz mediática a los casos de sus hijos. En este crimen desapareció un niño de ocho años, pero tras más de una semana siendo buscado, en la que los padres se hicieron eco en todas las plataformas disponibles, fue encontrado en el maletero del coche de su madrastra. Esto podría hacer pensar a algunas personas que los familiares estarán de acuerdo con la difusión de estas historias en distintos medios, como películas o documentales. Sin embargo, este intento de expandir la información sobre el crimen de sus allegados se da solo cuando todavía la investigación sigue en pie y/o los perpetradores no han sido descubiertos o juzgados. En esta situación está claro el propósito de denuncia, pero, una vez esta ha finalizado, suele haber solo algún pronunciamiento público muy esporádico y a modo de recuerdo.

Una excepción a esto son los casos de violencia a las mujeres en los que los progenitores han participado en la marcha del 8 de marzo o dado discursos en relación con lo sucedido a sus hijas. Aquí se da la misma situación que en la mencionada en la anterior objeción: son situaciones recurrentes, aunque algunos casos sean más extremos que otros. Por este motivo, vale la pena concienciar a la sociedad, no dejando que caigan en el olvido. Por supuesto, la manera de recordar estos casos no debe ser como forma de contenido de entretenimiento, sino en comunicados oficiales o documentales que, antes de nada, hayan contado con el visto bueno de los familiares de las víctimas.

La última objeción sería la que utilizan muchos aficionados a este contenido: “Yo puedo entretenerme con la historia y apenarme de la víctima”, es decir, que pueden encontrar placenteros los aspectos más narrativos o la curiosidad por el desarrollo de la trama sin que por ello se olviden de que las penurias fueron pasadas por personas reales. Personalmente, este punto de vista plantea una compartimentalización de las emociones que no veo factible. Cuando algo nos genera una profunda tristeza, no es causa al mismo tiempo de nuestro disfrute. Durante un luto resulta extremadamente difícil desasirse de ese dolor para contemplar los momentos felices, por ejemplo. De la misma manera, considero que algo que de verdad nos conmueve no puede ser a la vez causa de divertimento.

En conclusión, el true crime es un género con el que se lucran muchas personas mediante el sufrimiento ajeno, tratando los temas en un formato que deshumaniza a las víctimas. Además, el consumo exhaustivo de este tipo de contenido termina desensibilizando a la persona, trastocando en casos extremos sus conceptos de “bien” y “mal”, llegando incluso a justificar a los perpetradores de los crímenes. Todo esto, por supuesto, sin contar con la aprobación de los familiares de las víctimas.

Actualmente se encuentran en boga conceptos como la “empatía”, los cuales inundan casi todos los ámbitos del día a día. A su vez se agudiza una crisis importante de valores en la que la gente se encuentra profundamente desconcertada y no sabe a lo que aferrarse. Pese a que la mayoría sabe identificar ambos fenómenos, no todo el mundo se percata de la manera en la que nosotros fomentamos la perpetuación de estos problemas. Y es que, a través del consumo recreativo de formas de entretenimiento cuya razón de ser es difundir el sufrimiento ajeno, poco a poco vamos normalizando conductas degradantes para otros seres humanos. ¿Es que no vemos cómo sobrepasamos el límite? ¿O no queremos verlo?


1 https://youtu.be/_hw58z3FXKs?si=dpR9EFkaMuH9k4iq



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