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¿Es realmente libre el ser humano?

Autora: Sara Celdrán Noguera

Introducción

La libertad, entendida como una dimensión del ser humano, es compleja, multifacética y a muchos niveles resulta casi inexplicable mediante el lenguaje. Por ello, cualquiera de sus definiciones corre el riesgo de ser reduccionista y excesivamente abstracta. Debido al peso que tiene la concepción a nivel lingüístico en esta noción, creo que es necesario, antes de entrar más profundamente en materia, aclarar y realizar un análisis del término en sí desde los puntos de vista pertinentes.

En primer lugar, según la RAE, se trata de una “facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”.

Por otro lado, si cambiamos la perspectiva hacia una más orientada a la filosofía, según el diccionario filosófico de José Ferrater Mora, algunos de los modos como se ha entendido la libertad han sido: “como posibilidad de autodeterminación; como posibilidad de elección; como acto voluntario; como espontaneidad; como margen de indeterminación; como ausencia de interferencia; como liberación frente a algo; como liberación para algo, como realización de una necesidad”.

Cambiando una última vez de enfoque, desde el punto de vista de la teoría de la argumentación, se considera que es una palabra que puede causar potencialmente malentendidos y complicar el proceso comunicativo y, muchas veces, entorpecer las discusiones debido a la dificultad para decidir y concretar las implicaciones que tiene. Esto se debe a su vaguedad. Se dice que un término es “vago” cuando no existen unos criterios precisos y bien definidos para decidir si es aplicable o no a un caso concreto, y por ende no está claro cuándo procede usarlos.

Podríamos afirmar, pues, que el significado de libertad ha sido interpretado y empleado de manera variada y en diversos contextos en la literatura filosófica y no filosófica desde la época griega hasta la actualidad. La interpretación del concepto ha variado dependiendo del ámbito de aplicación o alcance de la libertad, y por tanto es una noción rica en matices. Por ejemplo, se ha hablado de libertad individual o personal, libertad colectiva, libertad política, libertad social, libertad de acción, libertad de expresión, libertad de pensamiento y libertad ética, entre otras.

Debido a la controversia, se han adoptado diversas posturas al respecto a lo largo de la historia, como por ejemplo la de Carlos Moya con su obra El libre albedrío. Un estudio filosófico (que además de la de libertad, explora nociones como la de “libre albedrío” y “responsabilidad moral”), la de Schopenhauer en La libertad (donde distingue tres tipos de libertad: la física, la intelectual y la moral), o la del existencialismo ateo de Jean Paul Sartre (que, en obras como El existencialismo es un humanismo, puso de manifiesto la responsabilidad y la “condena” que conlleva la libertad, que considera condición inherente al ser humano), entre otras. Muchas de las ideas planteadas por estos pensadores saldrán reflejadas en este ensayo, en el que se defenderá que la libertad sí existe realmente para el ser humano.

Argumentación y objeciones

Para empezar, es importante hablar sobre las dos corrientes de pensamiento opuestas que, dentro del ámbito filosófico, se han ocupado del problema de la libertad: el determinismo y el indeterminismo.

El determinismo, por definición, es una doctrina filosófica que niega la existencia de la libertad. Esto lo hace afirmando que todo fenómeno está prefijado de una manera necesaria por las circunstancias o condiciones en que se produce, y, por consiguiente, ninguno de los actos de nuestra voluntad es libre.

En contraposición, tenemos el indeterminismo, que afirma que no todos los acontecimientos o fenómenos del universo están sometidos a leyes causales. Esta corriente de por sí se basa en la idea de que el futuro no está predicho. Por ello, si aceptamos la existencia de libre albedrío, entonces debemos aceptar también que algunos eventos son impredecibles, ya que nuestra capacidad de elección no está determinada por causas anteriores. Por tanto, se opone al principio de causalidad universal, que afirma que todo lo que sucede se debe a un motivo. Esta última postura, debido a que afirma directamente la existencia de la libertad, será la que voy a defender.

Desde una perspectiva científica, podemos hablar de la física cuántica, que ha probado que el indeterminismo es una propiedad fundamental del universo, y por ende que el mundo, a nivel cuántico, es indeterminista. Esto implica que los eventos no pueden ser cuánticamente predichos con certeza. Por ello, si aceptamos la validez de la física cuántica, entonces debemos aceptar la posibilidad del indeterminismo. Esta hipótesis ha sido probada en varios experimentos, y como ejemplo para ilustrarlo, explico el experimento de la doble rendija. Este consistió en una demostración de que la luz y la materia pueden mostrar características tanto de ondas como de partículas definidas clásicamente. Considero que respalda el indeterminismo y desafía la noción clásica del universo como determinista, pues el patrón de interferencia observado en el experimento de la doble rendija solo se puede explicar si las partículas tienen una naturaleza ondulatoria y se comportan acorde a una naturaleza fundamentalmente probabilística. Por tanto, según la teoría de la mecánica cuántica, las partículas no tienen una posición o un movimiento definido hasta que se miden, lo que significa que su comportamiento no es predecible de manera determinista.

Asimismo, considero que se puede abogar por el indeterminismo a nivel epistemológico. Es claro que hay ciertos eventos que no podemos predecir con certeza debido a limitaciones en nuestra capacidad de observación y conocimiento (por ejemplo, no podemos predecir el clima con certeza absoluta debido a la complejidad del sistema climático y la gran cantidad de variables que intervienen). Por ello, si hay eventos que son inherentemente impredecibles, entonces también debemos aceptar la posibilidad del indeterminismo.

Por otro lado, como refutaciones a esta perspectiva, y desde un punto de vista determinista, es posible estar en contra de algunos de los argumentos indeterministas. En el caso concreto de los que he aportado anteriormente podría objetarse, en primer lugar, que el hecho de que la física haya demostrado que el mundo a nivel cuántico es indeterminista no tiene por qué significar que el universo en su conjunto sea indeterminista. Por ejemplo, se podría argumentar que los principios de la mecánica cuántica no se aplican necesariamente a objetos macroscópicos y complejos, como pueden serlo los seres humanos. Por lo tanto, la evidencia de la física cuántica no puede utilizarse para justificar el indeterminismo en general.

Para rebatir esto, podemos decir que, aunque es cierto que la mecánica cuántica se aplica principalmente a objetos a nivel subatómico, la evidencia científica, como ya he explicado, sugiere que el universo en su conjunto es indeterminista. Esto se debe a que hay muchos ejemplos de sistemas complejos que muestran un comportamiento impredecible, tales como los sistemas sociales y ecológicos. Por ello, la idea de que el indeterminismo se limita al nivel cuántico es, como mínimo, cuestionable.

Además de respecto al argumento anterior, también pueden plantearse objeciones respecto al argumento epistemológico, pues podría decirse que el hecho de que haya eventos que no podemos predecir con certeza no implica necesariamente que sean impredecibles en sí mismos. Simplemente puede ser que no tengamos suficiente información o capacidad para analizar todos los factores que influyen en ellos. Además, incluso suponiendo que algunos eventos fueran inherentemente impredecibles, no implicaría que todos los eventos lo fuesen.

Una respuesta a esto es que, aunque sí es posible que algunos eventos sean impredecibles debido a las limitaciones que tienen nuestras facultades de observación y conocimiento, algunos eventos son intrínsecamente impredecibles (como sostiene el indeterminismo). Esto significaría pues, que su imprevisibilidad no es simplemente el resultado de nuestras limitaciones epistémicas, sino una propiedad fundamental del universo.

Por todo ello, sostengo que el indeterminismo permite a los individuos tener una libertad real para tomar decisiones y actuar de manera autónoma, lo que es fundamental para las nociones de responsabilidad moral, de justicia y, en última instancia, de dignidad humana.

Como último argumento a favor de mi tesis, considero que negar la existencia de la libertad sería negar también las bases de dos campos esenciales para el funcionamiento del ser humano a nivel individual y colectivo: la ética y el derecho (pues, si no somos libres, entonces ambos carecerían de sentido). Por un lado, es innegable que el derecho es crucial pues constituye un patrón de comportamiento humano y un regulador fundamental de las dinámicas y relaciones en la sociedad. Por otro lado, la ética se enfoca en promover el bienestar colectivo al fomentar comportamientos apropiados para lograr este objetivo, y surge como resultado de una toma de conciencia de nuestra identidad y tiene la habilidad de guiar nuestras acciones.

En ambos casos, si la libertad humana no existiera, nuestras acciones y decisiones estarían determinadas por fuerzas ajenas a nosotros mismos. Si esto fuera así, no tendríamos ningún control real sobre ellas, y por lo tanto, no podríamos ser considerados moralmente responsables de la conducta que elegimos tener en determinados contextos: si no somos libres para elegir nuestras acciones, entonces tampoco podemos ser culpados ni alabados por ellas. Por ende, cualquier sistema ético que exija que seamos moralmente consecuentes con nuestras acciones, ya sea el utilitarismo, la deontología o la ética de la virtud, perdería su sentido si no hay libertad.

Del mismo modo, el derecho también se basa en la idea de que somos libres para tomar decisiones y actuar de cierta manera. Por norma general, los sistemas legales se basan en la idea de que somos libres para elegir nuestras acciones y que debemos ser responsables de las consecuencias de esas acciones. Si no somos libres, entonces no podemos ser responsables de nuestras acciones y, por lo tanto, cualquier ley que se base en la idea de la responsabilidad individual tampoco sería sostenible sin libertad.

Una posible objeción a esto es que, aunque la responsabilidad moral sea, en gran medida, un importante elemento de cohesión entre la ética y el derecho con la libertad, a veces la libertad puede no ser el único factor para hablar de la responsabilidad moral de ciertas conductas. Desde este punto de vista, incluso bajo el supuesto de que la libertad existe, eso no implica necesariamente que seamos moralmente responsables de nuestras acciones, pues se podría argumentar que depende también de factores como la intención y el conocimiento, no simplemente de nuestra capacidad para elegir.

Como respuesta a esto, es importante destacar que la libertad sigue siendo un requisito previo para la responsabilidad moral. Sin la capacidad de elegir entre diferentes opciones, no podemos considerar que estamos siendo los encargados éticos de nuestras acciones, ya que entonces no resultarían de nuestra propia voluntad. En cuanto a la intención y el conocimiento, es cierto que estos conceptos también son importantes al evaluar la moralidad de una acción. Sin embargo, podrían ser consideradas responsables moralmente tanto una persona que tiene la intención de hacer el mal y que actúa de manera inapropiada, como una que actúa con buena intención pero desconoce las consecuencias de sus acciones.

Conclusión

En conclusión, tras haber analizado la noción de libertad a través de posturas como el determinismo e indeterminismo y haber estudiado la existencia de la libertad y la negación de la misma desde varios enfoques (científico, epistemológico, ético, desde el derecho etc.), espero haber convencido al lector, con los argumentos que he aportado, de la existencia de la libertad. Pues en este ensayo se defiende que la libertad, más allá de una realidad, es un elemento imprescindible para el correcto funcionamiento de las sociedades humanas y una cualidad inherente al ser humano.



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