El lugar de la moral en el marco determinista
Autor: Pablo Cano Zoroa
La pregunta por la libertad de nuestros actos es una de las principales preocupaciones de la filosofía desde los inicios de la disciplina, sobre la que se ha problematizado desde una gran variedad de puntos de vista, momentos históricos y contextos. Como tantas otras preguntas en filosofía, el hecho de que se haya convertido en una fuente de textos inagotable no ha llevado a resolver la cuestión, sino que la ha mostrado en toda su amplitud, dejando ver sus numerosas aristas. Así, diferentes autores y corrientes de pensamiento han sostenido posturas contrarias y han surgido nuevas preguntas a partir de la inicial.
Muchos de quienes han tratado esta cuestión han terminado por negar dicha libertad, postulando que todas nuestras acciones están ya determinadas con anterioridad y no existe la posibilidad de interferir en esa determinación. Esta es la que entendemos como una posición determinista, que pese a haber sido defendida por muchos, también ha sido negada y detractada por muchos otros. Una de las problemáticas que tiene esta posición y que ha sido señalada numerosas veces, no para negarla por completo, pero sí para mostrar que de ella se siguen necesariamente consecuencias indeseables, es la siguiente: si los individuos no son libres a la hora de actuar, no hay lugar para la moralidad. Este argumento es el que analizaremos en el presente ensayo, defendiendo la tesis de que en un marco determinista sí tiene cabida la moral. Cabe destacar que esta es una formulación general y simple del problema, que ha sido expresado de diferentes formas según quién lo haya señalado. A lo largo de este ensayo estaremos obligados a exponer algunas formulaciones particulares para comprender bien lo planteado. De la misma forma, ideas como las de libertad y determinismo no son unívocas y necesitaremos precisar durante el ensayo para su mejor entendimiento.
Esta problemática ha sido señalada por muchos a lo largo de la historia, pero para adentrarnos de forma definitiva en ella, creo conveniente empezar por San Agustín, padre de la Iglesia que expuso sus preocupaciones a este respecto en la obra De libero arbitrio. San Agustín en esta obra se plantea que, si Dios es omnipotente y omnisciente, todo debe estar bajo su control, y es que a partir de la existencia de Dios se han desarrollado numerosos argumentos a favor del determinismo. Junto a este, se ha planteado también que, si Dios es la primera causa de todas las cosas, también sobre él recaerá la responsabilidad de todo lo que ocurra, incluidos nuestros actos. Argumento expuesto por el filósofo medieval Lucilio Vanini de la siguiente forma: “Como la esencia y el movimiento de la voluntad proceden de Dios, había que atribuir a este lo mismo las buenas que las malas acciones”. Pero volviendo al obispo de Hipona, su temor al determinismo se debe al problema que tratamos en este ensayo, pues resulta complicado compatibilizarlo con la responsabilidad moral. Esta visión se puede extrapolar más allá del contexto de San Agustín, pues la forma de determinismo que se defenderá de forma más habitual en la modernidad, el determinismo causal, también lleva a estos planteamientos. Puesto que todas las formulaciones del determinismo comparten una serie de rasgos, y para tener un concepto sólido con el que trabajar durante todo el ensayo, considero valiosa la definición general de determinismo que propone Van Inwagen en An essay on free will: “El determinismo… es la tesis según la cual hay, en cada instante, exactamente un futuro físicamente posible”.
Vamos ahora a detenernos en la idea de “responsabilidad moral”, pues será clave para comprender el problema que estamos tratando. El filósofo español Carlos Moya define este concepto en su obra El libre albedrío como: “esa propiedad de los seres humanos en virtud de la cual merecen verdadera y objetivamente encomio o culpa moral por algunas de sus acciones”. Pese a que se hayan dado muchas definiciones de este concepto, la de Moya nos proporciona una imagen clara de a qué trata de referirse. La responsabilidad moral es justamente la que nos pone como autores de nuestros actos, ya sean buenos o malos, y les imprime una carga moral. Tras definir el concepto, no sorprenderá que muchos, como el propio Carlos Moya, hayan entendido que esta responsabilidad solo es posible si podemos actuar libremente, y no es posible si nuestros actos están determinados con anterioridad. Sin embargo, muchos otros, como el filósofo estadounidense Derk Pereboom, han desarrollado posiciones contrarias. Pereboom considera que, aunque es cierto que no podemos decidir nuestras acciones, existen otras formas de atribuir esta responsabilidad moral. Por ejemplo, cuando se trata de educar o de cambiar el comportamiento de una persona a futuro, se puede imprimir una carga moral en sus comportamientos, para que sus acciones posteriores sean moralmente adecuadas. Esta noción lleva necesariamente a la construcción de una nueva teoría ética, pues por ejemplo elimina el factor punitivo a la hora de juzgar a otras personas. Es una respuesta que acepta que parte de la responsabilidad moral se pierde si nuestros actos están predeterminados, pero salva una parte de esta, por lo que supone indudablemente una respuesta válida a los planteamientos anteriormente mencionados.
Pese a que la posición de Pereboom ya suponga una suficiente defensa de nuestra tesis, este no es sino un último recurso para permitir la moral en un marco determinista, puesto que hay una postura muy común entre filósofos deterministas a lo largo de la historia que nos permite salvar en mayor medida la noción de responsabilidad moral. Una distinción tradicional en este debate es la del incompatibilismo frente al compatibilismo, y los filósofos que hemos visto hasta ahora han sido todos incompatibilistas. Estos consideran que en un mundo determinista no tiene lugar la definición de libertad, mientras que los compatibilistas defenderán que sí que podemos hablar de libertad, aunque nuestras acciones estén ya determinadas. Esta segunda posición puede en muchos casos resultar antiintuitiva, pues se tiende a relacionar la libertad con la posibilidad de realizar actos diferentes. Sin embargo, la libertad relativa al ser humano se puede entender con la posibilidad de estos de actuar según su razón y su voluntad. Esta posición ha sido notablemente defendida por el filósofo americano Harry Frankfurt. Según su teoría, lo que otorga valor a las personas es la autoconciencia, y es a partir de ella que se nos puede considerar libres y otorgar responsabilidad moral.
Habiendo visto estas dos posiciones, queda claro que la defensa de nuestra tesis puede ser formulada de diferentes formas. Se puede argumentar que el determinismo es compatible con la libertad, por lo que no hay ningún conflicto entre el determinismo y la responsabilidad moral, pero incluso si entendemos que la indeterminación de nuestros actos es un requisito fundamental para la libertad y no aceptamos definiciones alternativas del concepto, podemos salvar parcialmente la responsabilidad moral. Sin embargo, existe otra posible defensa que reduce al absurdo la posición contraria. Se plantea en el caso de que nuestros actos estén ya determinados, y se afirma que al no poder interferir nosotros en ellos no se nos puede atribuir responsabilidad moral, pero en el caso contrario, en que las leyes universales se guiaran por el azar y el principio de causalidad no fuera cierto, las personas tendrían la misma responsabilidad moral. No es responsable de sus actos quien, sin seguir ningún tipo de principio, actúa de forma azarosa, y de esta forma daría lo mismo que en su origen el universo estuviera o no determinado. ¿Dónde entra entonces la moral? En el momento en que las personas adquieren una voluntad, pues es aquí el único lugar en el que podemos encontrar la libertad de nuestros actos. Es necesario cambiar la definición de “libertad” para que las personas puedan ser responsables de sus actos. Esta es, por tanto, la única vía posible tanto desde el punto de vista determinista como desde el indeterminista. El indeterminista tendría ahora el mismo problema que hemos tratado desde el principio, y su única alternativa sería afirmar que la indeterminación de las acciones también comienza a partir de la experiencia humana. Pero surge entonces una evidente pregunta: ¿a qué leyes está sujeta? Si no está sujeta a leyes seguimos en la misma situación, es absurdo responsabilizar a alguien de acciones azarosas. Si está sujeta a las leyes de la razón o a la voluntad, se aceptará la posición determinista. Así, si el indeterminista sigue manteniendo la pregunta, llegará a la conclusión de que no existe la responsabilidad moral en ningún caso posible, haciendo visible el absurdo que he mencionado anteriormente.
Este argumento, conocido como el “problema de la suerte moral”, es una de las mayores dificultades con las que se encuentran los indeterministas a la hora de formular su tesis de la responsabilidad moral, y pese a que hayan intentado darle solución, considero que no son satisfactorias y todas acaban en callejones sin salida. Por ejemplo, la solución de Carlos Moya consiste en diferenciar entre dos tipos de indeterminismo, a saber: un “indeterminismo de base”, fundamentado en una concepción probabilística de los fenómenos físicos, y que según él mismo no evitaría el problema; por otra parte, existiría un “indeterminismo de cima” que surgiría en estadios posteriores con el desarrollo de la razón y los sistemas normativos en los que los humanos operan. Este último sería el indeterminismo que evita el problema de la suerte moral. A partir de esta división surge inevitablemente la pregunta por la naturaleza del segundo tipo de indeterminismo, pues el primero es intuitivo y no soluciona nuestra preocupación, pero del segundo no tenemos muy clara su procedencia y nos puede dar la sensación de ser solo un parche al problema planteado. En realidad, y así lo observa Moya, si entendemos que el indeterminismo de cima surge de forma completamente independiente al indeterminismo de base, estaríamos desligándolo del resto de fenómenos físicos, y planteando un dualismo de tipo cartesiano que traería consigo toda una serie de nuevos problemas. Su solución es afirmar que el indeterminismo de base es necesario para el indeterminismo de cima, y que el segundo surge a partir de nuestras conexiones neuronales. Esto, según yo, no soluciona nada. Si aceptamos que los fenómenos físicos son el punto de partida de todo lo que ocurre, tenemos que aceptar a su vez que proponer como solución el indeterminismo de cima no es más que una reificación de dicho concepto.
En definitiva, no tiene sentido entender la indeterminación de los fenómenos como un requisito necesario para la responsabilidad moral y la moral en su conjunto, pues estos dos elementos pueden ser entendidos sin problemas desde una perspectiva determinista. Además, desde una perspectiva indeterminista se plantearían problemas similares. Considero que este breve ensayo puede servir como punto de partida para sentar las bases de una ética determinista y una respuesta a los que, planteándose este tipo de cuestiones, crean haber llegado con el determinismo a un problema de tipo moral.
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- Última modificación: 2023/07/06 07:46
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