Los riesgos y peligros de la gestación subrogada: algunas razones para prohibirla
Autora: Ana Rodríguez García
Introducción
La gestación subrogada (también conocida como vientre de alquiler) es un “servicio” de carácter polémico. Esta consiste en una práctica donde una persona o pareja, a través de una agencia, paga para que una mujer gestante quede embarazada con un óvulo ajeno al suyo (cuya procedencia puede ser o bien de la mujer solicitante o de un banco de óvulos).
Además, este negocio se basa en un mercado transnacional. La gestación subrogada es ilegal en numerosos países, lo que provoca que en la mayoría de los casos las parejas solicitantes tengan que desplazarse a otro país donde esta práctica sí sea legal. Allí contratan el servicio para volver después a su país de origen. Sin embargo, en muchos casos al regresar se encuentran con diversos problemas, pues la ley no reconoce que el bebé sea hijo de los solicitantes, sino de la mujer gestante.
Esta práctica se ha estado cuestionando desde hace varios años. Esto se debe a que algunas personas defienden que se trata de una cuestión que afirma la autodeterminación y la libertad de las mujeres, mientras que otras afirman que atenta contra los derechos de las mujeres y los niños. En el primer caso, lo hacen defendiendo la siguiente afirmación: “Mi cuerpo, mi decisión”. Afirman, así, que las mujeres pueden determinar lo que hacen con su propio cuerpo, sin que nadie decida sobre él y su idea de querer ayudar a alguien. En el segundo, defienden que atenta contra los derechos porque se trata de una actividad en la que no se tienen en cuenta los sentimientos y emociones de las mujeres durante los procesos de gestación. Además de otras razones como la explotación que esta práctica implica y que expondré a lo largo del ensayo.
Dentro de las personas que contratan este servicio encontramos a muchos famosos. Por ejemplo, hace poco se reveló el caso de Ana Obregón, que a sus 68 años ha tenido una hija por gestación subrogada. Ahora bien, ella no es la única famosa que ha decidido optar por los vientres de alquiler, algunos de los casos más famosos son los de Javier Cámara o Miguel Bosé.
En este ensayo argumentaré por qué la gestación subrogada no debería ser legal en ningún país. Trataré sobre cuestiones relacionadas con el género, la situación económica y la localización geográfica donde tiene lugar este “negocio”.
Argumentación y objeciones
Uno de los principales problemas que presenta la gestación subrogada es que ignora las desigualdades y violencias estructurales que viven las mujeres que se ofrecen como gestantes. Estos problemas estructurales son, por ejemplo, las dificultades psicológicas y simbólicas que las mujeres pueden sufrir en su entorno y que les llevan a tomar esta decisión por necesidades económicas. En países como Estados Unidos, las gestantes escogen esta opción para poder conseguir los fondos necesarios que les permitan pagarse la carísima educación universitaria o las grandes deudas médicas debido a la inexistencia de un sistema de salud público. Y no solo esto, sino que en otros países como la India o Tailandia son los maridos los que obligan a sus mujeres a hacerlo para apropiarse de sus ingresos.
A partir de aquí, el problema recae en que los defensores de esta práctica apelan únicamente a la autonomía y el supuesto libre consentimiento. Para ellos, son las propias gestantes las que se ofrecen a hacerlo de una manera “altruista” y de “donación de la capacidad de vida”. Como ya hemos visto, esta consideración es deficiente, puesto que no se está teniendo en cuenta el contexto que ha llevado a la mujer gestante a tomar la decisión, un contexto en el que las mujeres se encuentran en situaciones de necesidad y, por tanto, el consentimiento que dan es viciado.
Existen estudios que comparan la situación de los vientres de alquiler con la trata de personas para la explotación sexual o laboral. Aquí encontramos los ya citados ejemplos de la India o Tailandia, pues son otras personas (en la mayoría de casos los maridos) las que toman la decisión por ellas. Así, se podría anular el argumento de que la gestante lo hace por “libre decisión”. Además, los ingresos que reciben son solo una pequeña parte de lo que pagan las parejas al firmar el contrato. La mayor parte de este dinero va dirigido a las propias empresas. Visto de esta manera, se podría asociar la gestación subrogada a una especie de proxenetismo que se basa en explotar la capacidad reproductiva de la mujer (Palmero, 2018).
En la actualidad encontramos personas que afirman que una buena forma de llevar a cabo esta práctica es la alternativa altruista o, en otras palabras, una que no implique transacciones de dinero. Creen que las mujeres que se ofrecen como gestantes lo hacen, como ya he mencionado anteriormente, para “donar su capacidad de vida”. No obstante, como ya hemos podido ver, lo hacen principalmente por su situación de precariedad (o porque están obligadas) y por tanto, por la necesidad económica. Sería entonces ingenuo afirmar que sin dinero de por medio las mujeres se ofrecerían a hacerlo.
Encontramos otro conflicto en la consideración de la gestación subrogada como una práctica que viola los derechos humanos, dado que existe una visión en la que se afirma que los vientres de alquiler se basan en convertir a la gestante en un medio de producción de bebés o incluso en “propiedades inmobiliarias” (Palmero, 2018). Esto se debe a que en muchas ocasiones los contratos recuerdan a la figura del contrato de alquiler de una casa, pues se está pagando por la estancia del bebé durante un período determinado de tiempo en el vientre de la gestante. A este juicio se le suma el que afirma que es un acto de “pedir bebés por encargo” o, en otras palabras, de compra de seres humanos.
Esta práctica nos muestra además una visión de la mujer como un mero recipiente, cuya única utilidad es ofrecer un producto. El proceso de gestación se ve así como un simple “alojamiento”. Aquí, el problema recae en que dicho proceso compromete física, psíquica y socialmente a la mujer gestante. Así pues, se la estaría deshumanizando y despersonalizando, ya que se presenta su cuerpo como una simple fábrica de bebés, que no posee emociones ni sentimientos. Y esto es un grave problema, pues se está separando a una madre de su hijo y, aunque ella haya “aceptado” hacerlo, durante los nueve meses que dura el embarazo podría cambiar su pensamiento o, aunque siga sin quererlo, sentir una pérdida tras un período tan largo de tiempo unida a él. Y pese a esto, sus sentimientos no importan, pues diga lo que diga la madre, el bebé va a seguir perteneciendo a los compradores y la gestante no va a tener ningún tipo de relación con él en la mayoría de los casos. Esto lo podemos ver en los contratos de gestación subrogada llevados a cabo en Ucrania, que especifican que la gestante no puede tener ningún tipo de relación con el bebé una vez este haya nacido.
Algo que no se ha tenido muy en cuenta al hablar sobre la gestación subrogada son los estrictos regímenes de vigilancia que sufren las gestantes. Estos se llevan a cabo para asegurar que el bebé nazca “en perfecto estado”. Aquí podemos ver un claro ejemplo de cómo no están tratándolo como a un ser humano, sino como a un producto. Es más, en la mayoría de casos se transfieren varios embriones a la mujer, aumentando así las posibilidades de embarazo de gemelos (algo que conlleva más riesgo en el cuerpo de la gestante). Como ya he señalado, se vigila de manera minuciosa a la gestante, y se acaba el proceso con cesárea (pese a ser esta más peligrosa que el parto natural). Un caso muy famoso que nos permite ver estos estrictos regímenes de vigilancia es el de Kim Kardashian. Ella restringió a la gestante su actividad sexual en las semanas previas y posteriores a la inseminación. Y no solo esto, sino que también le prohibió que entrara en saunas, se tiñera el pelo o bebiera más de una bebida con cafeína al día. Vemos así que se hipervigila a la mujer, no se tienen en cuenta sus necesidades, y se trata al bebé como un producto que no debe salir “defectuoso”. En otras palabras, podemos ver claramente cómo lo deshumanizan.
Algunos defensores de la gestación subrogada también defienden que no se puede acusar a esta práctica de ser una compra-venta de bebés. Afirman que en la mayoría de los casos, la pareja que paga por el bebé es la que transmite la carga genética, y por consiguiente no se podría considerar como madre a la gestante. Para ellos, esto justificaría el hecho de que no están comprándole un hijo a otra mujer, sino que desde un principio es su hijo, por lo que la gestante no podría estar vendiendo al bebé.
No obstante, no en todos los casos son los compradores los que transmiten la carga genética. Y pese a que sí lo fueran, esto no quita el hecho de que están pagando por un bebé, aunque esté tenga sus mismos genes.
Por último, cabe recalcar el tema de la legalidad de esta práctica. En España se admite jurisprudencialmente que la libertad de procreación forma parte del libre desarrollo de una persona, pero no que exista un derecho a la reproducción. En consecuencia, no se acepta la gestación subrogada, pues la mujer no está ejerciendo el derecho a procrear en su libertad individual. Pese a esto, el ordenamiento jurídico español no recoge una ley que regule los vientres de alquiler. Sí que se refiere a ellos afirmando que “cualquier contrato que convenga la gestación por sustitución será nulo de pleno derecho”, y que “la filiación será determinada por el parto” en la Ley de Técnicas de Reproducción Humana Asistida (Ley 14/2006, artículo 10) (Puig, 2017).
Además, el derecho a la maternidad no implica que una persona tenga derecho a tener un hijo, sino que hace referencia al respeto a la dignidad y el libre desarrollo de la persona y sus decisiones, si estas no atentan contra la dignidad y los derechos de otras. Ahora bien, como hemos podido comprobar, este no es el caso de la gestación subrogada, pues esta sí atenta contra los derechos de las mujeres.
Conclusión
En definitiva, hay numerosas razones que nos muestran por qué la gestación subrogada debería ser ilegal en los lugares en los que todavía no lo es. No es que únicamente se trate de un negocio que se basa en comprar bebés, sino que además, deshumaniza a las mujeres y las trata como simples objetos, como un recipiente que fabrica productos beneficiosos para la empresa y los compradores.
Bibliografía
Palmero, M. J. G. (2018). Contra la mercantilización de los cuerpos de las mujeres. La “gestación subrogada” como nuevo negocio transnacional. Dilemata, 26, 39-51.
Puig, A. I. M. (2017). La gestación subrogada en el marco de la Constitución Española: una cuestión de derechos. Estudios de Deusto: revista de Derecho Público, 65(1), 219-241.https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6129170
Rallo, J. R. (25 de marzo de 2016). En defensa de la gestación subrogada. Vozpópuli. Recuperado el 17 de abril de 2023.https://juanramonrallo.com/en-defensa-de-la-gestacion-subrogada
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- Última modificación: 2023/07/07 15:14
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