Las falacias del Proyecto Bilingüe
Autora: Laura Teva Miñarro
Fue al terminar tercero de la ESO, cuando ya mi curso empezaba a sonar un poco más serio y cada vez resultaba más difícil seguir evadiendo mis preocupaciones a futuro, que fui consciente de que no había aprendido verdaderamente nada de Historia, y que, de Biología, lo único que recordaba eran los nombres en inglés de las partes de una célula. Esto se debe, en mayor medida, a que yo recibí una educación bilingüe.
La decisión de apuntarse o no a enseñanza bilingüe es una decisión realmente importante, cuando, a decir verdad, no somos los alumnos los que solemos tomarla. Hay muy pocos casos que se presenten, como es lógico, de chavales que sin haber dado formación bilingüe en su vida opten por apuntarse al proyecto a mitad de su recorrido escolar (de hecho, la tendencia es más bien contraria, pues según los datos de la Consejería de Educación y Cultura de Murcia del curso 2022/2023, menos del 3% de los alumnos siguen cursando en la Sección Bilingüe al pasar a Bachillerato). Ya están nuestros padres para tomar esa decisión, que determina desde que somos pequeñitos hasta que tenemos uso de razón y juicio propio si vamos a estudiar un gran porcentaje de nuestras asignaturas en inglés o no. Así que nuestra estancia en la institución primaria se pasa volando y cada año se renueva la vigencia en el centro bilingüe porque “ya que estamos…” o, como se suele oír mucho, “si para uno o dos años que quedan…” Luego llega la educación secundaria, donde, a no ser que el alumno –que recordemos que aún tiene 12 años– tome la decisión por su cuenta de dejar la modalidad, lo más probable es que siga cursándola unos años más.
Claro que tampoco podría culpar de todo a los padres, pues ellos también son víctimas de esta mentira vendida tan bien por el Proyecto Bilingüe; creen que resultará beneficioso para su hijo y para su futuro, que le ayudará a introducirse en el mundo laboral contemporáneo con mayor comodidad y le dotará de una gran adaptabilidad en estos tiempos en los que saber moverse por distintos idiomas es tan importante. En este ensayo pretendo desacreditar estos mitos y hablar de la verdadera naturaleza del proyecto.
Quiero aclarar antes de empezar que en ningún momento mi postura se opone al bilingüismo entendido como tal, sino al Proyecto Bilingüe vigente en tantas escuelas. Es crucial aprender idiomas en nuestra actualidad, pero considero que el Proyecto Bilingüe se ha aprovechado de ello creando una serie de mitos que lo han hecho parecer necesario e innegablemente útil ante las familias. Yo sostengo que ni es necesario ni es tan útil como pretende. Es más, me atrevo a afirmar que este proyecto, aunque quizá en algún inicio tuviese una buena intención, se ha viciado para convertirse en un sistema de segregación dentro de las propias escuelas que perpetúa el distanciamiento ya existente entre los alumnos más destacados o de familias mejor posicionadas y los demás.
Sin ir más lejos, las clases de mi propio instituto –al igual que en la mayoría de institutos– estaban jerarquizadas de modo que en las primeras (A, B, C…) se encontraban los alumnos de la modalidad de Ciencias bilingüe; después, Ciencias no bilingüe; luego Ciencias Sociales bilingüe, y así hasta llegar a Humanidades no bilingüe. También me he encontrado con casos en los que en las primeras clases están las modalidades de Ciencias, Ciencias Sociales y Humanidades bilingüe, y, una vez más, en las últimas clases, toman lugar las no bilingües. ¿Y por qué hago hincapié en el orden? Es cierto que la Sección Bilingüe seguiría siendo un elemento segregador aun si este orden cambiara, ya que su programa no es apto para todos los alumnos: no todos vienen de cursar una educación primaria bilingüe, ni muchas de las familias cuentan con un nivel suficientemente alto de inglés o pueden permitirse apuntar a su hijo a una academia. Pero lo recalco porque en estos casos es más fácil apreciar esa disgregación: las clases más avanzadas son asignadas con frecuencia a las primeras clases, mientras que en las últimas clases la calidad de los materiales tiende a decaer (ordenadores más viejos, falta de pizarras digitales y tecnologías innovadoras…). Además. el comportamiento problemático de los alumnos, al igual que el porcentaje de abandono escolar, suele aumentar. Según los datos de la Comunidad de Madrid, recogidos en el Informe de Evaluación del Programa de Enseñanzas Bilingüe, la media de los alumnos que cursan en modalidades bilingües es superior, aunque levemente, a la de los alumnos que no las cursan. El mérito del incremento de la media se ha asociado directamente a este proyecto, cuando yo diría que realmente se debe a esa segregación implícita que se esconde detrás.
En relación con esto, me gustaría introducir otro tema. Son frecuentes las quejas por parte del profesorado que imparte en centros bilingües de la reducción de temario que se produce precisamente por impartirse en otro idioma. La dificultad de la asignatura aumenta, y, por tanto, el temario se reduce. Ya nos encontramos con un primer problema. Pero no se queda ahí, puesto que, aunque el alumno sí que haya cursado una educación primaria bilingüe previa, a no ser que haya estado reforzando sus conocimientos sobre la lengua de manera extraescolar (que, repito, no es algo que muchas familias puedan permitirse), no va a ser suficiente y le va a resultar muy difícil adaptarse al nivel que exige dar una asignatura tan extensa como lo son Historia o Biología en inglés. Así pues, el alumno ya no solo no da todo el temario que debería, sino que, además, no entiende todo lo bien que podría el temario que sí que da. Vuelvo a afirmar, dicho lo cual, lo poco práctico que es el Proyecto.
Aun así, he considerado, por supuesto, las objeciones, y sé que podría decírseme que el bilingüismo sí que es útil, por ejemplo, para tomar soltura en el dominio del inglés. No puedo negar que tener que hacer un examen de desarrollo en inglés fuerza al estudiante en cierto modo familiarizarse con él. Pero en mi opinión, al obligar a niños que aún no tienen el nivel necesario para poder desarrollar con sus palabras temarios enteros en otro idioma, lo que se consigue es que estos opten por “estudiar de cabeza”, o, mejor dicho, “tragar” dichos temas, y luego escupirlos en el examen sin haber llegado a aprender realmente nada.
Otra objeción interesante podría ser que el proyecto bilingüe sí que es útil si el alumno se plantea estudiar fuera del país. Aquí encuentro dos contraargumentos: en primer lugar, la educación bilingüe abarca desde la primaria hasta la secundaria y Bachillerato (teniendo en cuenta que en Bachillerato decae el número de alumnos de la modalidad en un 97%, según los datos de la Región de Murcia que he comentado anteriormente). Es decir, se empieza cursando una educación bilingüe desde pequeño y se mantiene hasta aproximadamente los 15 años, ya que la mayoría abandona la modalidad en 4º de la ESO. A esa edad gran parte de los estudiantes todavía ni siquiera tienen claro lo que quieren estudiar, y, por lógica, tampoco saben dónde. Además, con 15 años, generalmente –no digo que no haya excepciones– no están pensando en independizarse y mucho menos en irse a estudiar a otro país. Así que, si quieren seguir con sus estudios, continúan en su país natal unos cuantos años más y esta vez sin el Proyecto Bilingüe de por medio. De esta manera, el nivel de inglés de los estudiantes se termina oxidando, de modo que la educación bilingüe no les ha servido de nada; aunque pretendan viajar fuera del país, al fin y al cabo van a tener que recurrir a una academia o algún otro medio para formarse en el idioma.
En segundo lugar, yendo más allá de esta argumentación, se encuentra el tema de la ineficacia de los conocimientos aprendidos en inglés durante la educación bilingüe: estos son conocimientos y conceptos específicos de materias concretas, que fuera de estas no tienen ninguna utilidad. Por tanto, debido a la pérdida de uso, de una manera u otra esos conocimientos y conceptos se van a acabar oxidando. Es más, incluso aunque no se oxidaran, no servirían de nada por mucho que el alumno planease estudiar fuera: todos esos conceptos en inglés de Biología que tan bien ha “empollado” terminarán por resultarle inútiles (a no ser que quiera estudiar Biología y se dé que también quiera estudiarla en el extranjero, pero esos son casos concretos basados en la casualidad en los que no debería fundamentarse ningún argumento).
En cualquiera de estos casos, ya hemos visto que el Proyecto Bilingüe se muestra ineficaz en sus cometidos. No marca la diferencia en el futuro de los alumnos ni los dota de mayor adaptabilidad en el mundo actual, al igual que también fracasa en su objetivo principal que es fomentar el aprendizaje del inglés. Lo único que hace es crear mitos en los que las familias caen continuamente. Por este motivo, los padres o tutores legales siguen apuntando a sus hijos a esta modalidad y, con ello, legitimándola.
Podríamos concluir, pues, que la enseñanza bilingüe es inútil para aprender inglés; para lo único que sí que sirve es para perpetuar una segregación silenciosa en los centros e instituciones primarias y secundarias.
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- Última modificación: 2024/07/30 09:01
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