Para aquellos que estuvimos el sábado juntos visitando Tikal el comentario que
continúa creo que tendrá mucho sentido y los que no pudísteis estar quizás
os ayude a imaginarlo.
Cuando
me abandonasteis, a medio día, di un paseo por los alrededores y volví al hotel,
estuvo lloviendo prácticamente toda la tarde, lo cual aproveché para
leer y escribir, al dia siguiente me fui a la selva, tome el camino
de la izquierda para visitar una zona que no habíamos visto, estaba
prácticamente solo y eran muy escasas las personas con las que me
cruzaba, la selva estaba completamente en calma y únicamente el silencio
de los cantos tipicos de los pajaros me acompañaba y me hacía sentir
más aun la sensación de estar perdido. Tomé una senda que se adentraba
por la selva y en la que a veces dudaba si no seria mejor regresar
por donde había venido, pero algunos carteles indicándome el nombre
del arbol que tenía delante me devolvían la tranquilidad. Después de
unos 20 minutos llegué a uno de los amplios caminos que recorren
aquel conjunto, me habían parecido mucho más por la sensación de pérdida
que tuve en algunas ocasiones. La zona que vi es mucho mas salvaje que la vista
el sábado, la selva adornaba las distintas edificaciones y las ruinas
parecían formar un conjunto natural con la naturaleza explosiva
participando en aquel jardín que ninguna mente humana sería capaz
de proyectar y mucho menos de realizar. Disfruté de la sensación
de ser su descubridor pues las pocas personas que deambulaban por
estas zonas lo hacían casi todas en solitario y pasaban a formar
parte de tan singular espectaculo, finalmente me acerqué a la
Plaza Mayor entrando esta vez por detrás del Templo II. Donde
habiamos descansado el dia anterior estaba preparado para servir
de restaurante, subí al Templo II y allí estuve bastante rato
contemplando todo el panorama y los visitantes que se encontraban
por los alrededores que en su mayoría disfrutaban del suave sol
tumbados en las piedras que bordean la plaza. Vuelta al hotel,
nuestro guía Antonio, que esta vez solo tenía a un turista inglés
por cliente, me reconocio y saludó con su sonrisa abierta, de
vuelta al aeropuerto de Petén donde un pequeñísimo avión de hélice
nos permitió difrutar de un vuelo casi rasante sobre la selva y
los lagos que rodean el coqueto aeropuerto.
Fue un tiempo especial.
El templo I tal como apareció entre la selva, impactante.
La Plaza Mayor vista desde la Acrópolis Central.
El grupo en la Plaza, con nuestro guia Antonio en el centro.
Jose Miguel con el templo II visto desde la Acropolis Norte.