RIBIE EN GUATEMALA

TIKAL


El templo I tal como apareció entre la selva, impactante.


La Plaza Mayor vista desde la Acrópolis Central.


El grupo en la Plaza, con nuestro guia Antonio en el centro.


Jose Miguel con el templo II visto desde la Acropolis Norte.

Para aquellos que estuvimos el sábado juntos visitando Tikal el comentario que continúa creo que tendrá mucho sentido y los que no pudísteis estar quizás os ayude a imaginarlo.

Cuando me abandonasteis, a medio día, di un paseo por los alrededores y volví al hotel, estuvo lloviendo prácticamente toda la tarde, lo cual aproveché para leer y escribir, al dia siguiente me fui a la selva, tome el camino de la izquierda para visitar una zona que no habíamos visto, estaba prácticamente solo y eran muy escasas las personas con las que me cruzaba, la selva estaba completamente en calma y únicamente el silencio de los cantos tipicos de los pajaros me acompañaba y me hacía sentir más aun la sensación de estar perdido. Tomé una senda que se adentraba por la selva y en la que a veces dudaba si no seria mejor regresar por donde había venido, pero algunos carteles indicándome el nombre del arbol que tenía delante me devolvían la tranquilidad. Después de unos 20 minutos llegué a uno de los amplios caminos que recorren aquel conjunto, me habían parecido mucho más por la sensación de pérdida que tuve en algunas ocasiones. La zona que vi es mucho mas salvaje que la vista el sábado, la selva adornaba las distintas edificaciones y las ruinas parecían formar un conjunto natural con la naturaleza explosiva participando en aquel jardín que ninguna mente humana sería capaz de proyectar y mucho menos de realizar. Disfruté de la sensación de ser su descubridor pues las pocas personas que deambulaban por estas zonas lo hacían casi todas en solitario y pasaban a formar parte de tan singular espectaculo, finalmente me acerqué a la Plaza Mayor entrando esta vez por detrás del Templo II. Donde habiamos descansado el dia anterior estaba preparado para servir de restaurante, subí al Templo II y allí estuve bastante rato contemplando todo el panorama y los visitantes que se encontraban por los alrededores que en su mayoría disfrutaban del suave sol tumbados en las piedras que bordean la plaza. Vuelta al hotel, nuestro guía Antonio, que esta vez solo tenía a un turista inglés por cliente, me reconocio y saludó con su sonrisa abierta, de vuelta al aeropuerto de Petén donde un pequeñísimo avión de hélice nos permitió difrutar de un vuelo casi rasante sobre la selva y los lagos que rodean el coqueto aeropuerto.

Fue un tiempo especial.