Mayo de 2017

Reproduzco aquí el texto de mi comparecencia como presidente de la Red española de Filosofía (REF), el 17 de mayo de 2017, ante la Subcomisión para la elaboración de un gran Pacto de Estado Social y Político por la Educación (154/3), creada en el seno de la Comisión de Educación y Deporte, por acuerdo del Pleno del Congreso de los Diputados del día 21/12/2016, y constituida el día 14/02/2017.

También puede descargarse el texto, en formato pdf, en este enlace.

La grabación audiovisual de mi comparecencia, de las intervenciones de los diputados y de mis respuestas a dichas intervenciones, está disponible en la web del Congreso de los Diputados y tambien en la web de la REF.

Presentación

Señora presidenta de la Comisión de Educación y Deporte, señoras y señores diputados, señora letrada, muy buenas tardes.

Ante todo, permítanme que me presente. Mi nombre es Antonio Campillo Meseguer, soy catedrático de Filosofía y decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia. Y desde su fundación en 2012, soy también presidente de la Red española de Filosofía, a la que en adelante me referiré como la REF y en cuyo nombre comparezco esta tarde ante ustedes.

La REF se creó hace cinco años con el fin de vertebrar a toda la comunidad filosófica española y coordinar a las diferentes asociaciones, fundaciones, instituciones docentes y centros de investigación relacionados con el ejercicio de la profesión filosófica.

Actualmente reúne a la Conferencia Española de Decanatos de Filosofía (integrada por las 24 Facultades que imparten el Grado en Filosofía), el Instituto de Filosofía del CSIC y más de cincuenta asociaciones filosóficas de distintos campos temáticos, niveles educativos y comunidades autónomas. Esto significa que la mayor parte de los profesores de enseñanza secundaria y de universidad, así como los investigadores y otros profesionales que trabajan fuera de las instituciones académicas, se encuentran agrupados en la REF.

La REF cuenta con cinco comisiones permanentes de trabajo, entre ellas la Comisión de Educación, que se ocupa de los asuntos relacionados con la enseñanza de la Filosofía en los niveles educativos de primaria y secundaria.

Permítanme que les presente también a la persona que me acompaña en esta comparecencia. Se llama Esperanza Rodríguez Guillén, es profesora de Filosofía de Enseñanza Secundaria en el Instituto Margarita Salas de Majadahonda (Madrid) y preside la Comisión de Educación de la REF.

Algunos de ustedes ya nos conocen a Esperanza y a mí, porque desde que se acordó constituir esta Subcomisión hemos emprendido una nueva ronda de entrevistas con los portavoces de Educación de los distintos grupos parlamentarios, como ya hicimos en 2013, durante la tramitación de la LOMCE.

Antes de entrar en materia, quiero agradecerles que me hayan invitado a comparecer en esta Subcomisión, para conversar con todos ustedes como representante de la comunidad filosófica española agrupada en la REF.

Para cualquier ciudadano, es un honor y una responsabilidad hablar en esta casa de la palabra que es el Congreso de los Diputados. Para un filósofo, el debate público es una parte esencial de su propio oficio. La tarea de pensar es inseparable de la tarea de comunicar con otros el propio parecer, porque no accedemos a la verdad en la soledad de nuestro retiro, sino en la conversación con nuestros semejantes, en la que aprendemos a escuchar y a razonar, a ser respetuosos con los demás y coherentes con nosotros mismos. Desde hace tres milenios, los filósofos han realizado esa doble tarea por cuatro medios: la enseñanza, la escritura, el debate público y los parlamentos democráticos.

En la historia política y cultural de Occidente, hay un vínculo muy estrecho entre el desarrollo del pensamiento filosófico y la formación de las instituciones democráticas, desde la Grecia y la Roma antiguas hasta las grandes revoluciones modernas, con sus constituciones y declaraciones de derechos.

Sí, señorías, este Congreso de los Diputados es una institución a un tiempo política y filosófica, un espacio público donde ustedes, como representantes de toda la ciudadanía, ejercen el oficio de la palabra con el fin de llegar a acuerdos comunes, a verdades compartidas, a leyes que puedan ser promulgadas, reconocidas y acatadas como justas. Así que, como ciudadano y como filósofo, en este lugar me siento como en mi propia casa. Iniciemos, pues, la conversación. O, como suele decirse, vayamos al grano.

La situación de la Filosofía en el sistema educativo

Como ustedes saben, uno de los problemas fundamentales de nuestro sistema educativo ha sido la falta endémica de consenso político y social, y consiguientemente la falta de estabilidad temporal de las leyes educativas.

Pues bien, una de las materias que más ha sufrido esa falta de consenso y de estabilidad ha sido precisamente la Filosofía. Cada vez que se ha emprendido la elaboración de una nueva ley educativa, la Filosofía ha sido tratada como un chicle que se estira y se encoge, como un comodín del que servirse para crear nuevas materias, e incluso como un arma arrojadiza en la confrontación política sobre la enseñanza de materias tan dispares como la Religión, la Educación Cívica, la Cultura Científica o la Historia de España.

Por eso, con cada reforma educativa, toda la comunidad filosófica española ha tenido que movilizarse para defender la dignidad de nuestra profesión y la relevancia de la Filosofía en la formación básica del alumnado.

No obstante, a pesar de todos esos vaivenes y gracias a todas esas movilizaciones del profesorado, afortunadamente los estudios de Filosofía han mantenido una presencia relativamente estable en nuestro sistema educativo, sobre todo por medio de tres materias obligatorias: la Ética de 4º de ESO, la Filosofía de 1º de Bachillerato y la Historia de la Filosofía de 2º de Bachillerato. La gran ruptura se produce en los años 2012 y 2013, con la elaboración y aprobación de la LOMCE. Esta ley eliminó dos de las tres materias citadas: la Ética de 4º de ESO, que pasó a ser una optativa alternativa a la Religión, con el nombre de Valores Éticos; y la Historia de la Filosofía de 2º de Bachillerato, que pasó a ser también una optativa entre otras muchas.

Además, eliminó la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, que se impartía en ESO y que en muchos centros se asignaba al profesorado de Filosofía, y la reemplazó por la alternativa a la Religión.

Se dijo que la LOMCE iba a unificar el sistema educativo español y acabar con los diecisiete sistemas autonómicos, pero ha ocurrido exactamente lo contrario, al menos en lo que se refiere a la Filosofía. Debido a la falta de consenso político y social, ahora tenemos un variopinto mosaico, en el que 10 de las 17 comunidades mantienen la Historia de la Filosofía como obligatoria: 5 en las tres modalidades de Bachillerato (Andalucía, Asturias, Cataluña, Extremadura y, desde ayer mismo, la Comunidad Valenciana) y otras 5 en una o dos modalidades (Aragón, Baleares, Cantabria, Región de Murcia, Rioja), mientras que en las otras 7 comunidades es una optativa entre otras muchas.

Esta variedad se ha reflejado también en las nuevas pruebas de evaluación del bachillerato, que reemplazan a las pruebas de selectividad: en unas comunidades, el alumnado que ha cursado Historia de la Filosofía puede examinarse de ella para mejorar su nota de acceso a la universidad, mientras que en otras comunidades no se le ha dado esa oportunidad.

Por todo ello, desde la REF hemos recibido con una gran esperanza el acuerdo del Pleno del Congreso de los Diputados de crear esta Subcomisión, porque creemos que ha llegado el momento de dar estabilidad a nuestro sistema educativo y alcanzar un amplio consenso social y político para adaptarlo a los grandes retos que nos plantea la sociedad global del siglo XXI.

Una vez dibujado el cuadro de la situación en la que nos encontramos a día de hoy, pasaré a exponer brevemente cinco argumentos que justifican la presencia y la relevancia de los estudios de Filosofía en el sistema educativo.

Cinco argumentos en favor de la Filosofía

1. En las últimas décadas se ha impuesto la religión del mercado y de la tecnología, que pretende imponer en todo el mundo una concepción mercantilista y tecnocrática del conocimiento y de la educación. Para los creyentes de este nuevo credo, sólo vale como conocimiento lo que es susceptible de ser patentado y comercializado. Mi primer argumento se dirige contra esta nueva forma de barbarie, que fue denunciada ya por Ortega y Gasset en la época de entreguerras. Como dijo Antonio Machado, “sólo los necios confunden valor y precio”. La Filosofía, como ejercicio libre del pensamiento y como diálogo pacífico entre diferentes puntos de vista, es una parte consustancial de la democracia. Por eso, la UNESCO le atribuye un papel fundamental en la formación cívica y cultural de los ciudadanos y ciudadanas de todo el mundo. En 1995 hizo pública la “Declaración de París en favor de la Filosofía” y editó el informe Filosofía y democracia en el mundo; en 2005 estableció el Día Mundial de la Filosofía; en 2007 editó el informe La Filosofía, una escuela de libertad; y en 2009 publicó la “Declaración de Santo Domingo sobre la enseñanza de la Filosofía en América Latina y El Caribe”.

En estos documentos, la UNESCO defiende que toda persona tiene “derecho a la Filosofía”, es decir, derecho a recibir una formación básica que le permita acceder al rico patrimonio del pensamiento filosófico y, en caso de que lo desee, adquirir también los conocimientos especializados necesarios para el ejercicio de la profesión filosófica. Eso significa que la Filosofía debe tener un lugar propio en el sistema educativo, que debe ser denominada explícitamente como tal y que debe ser enseñada por un profesorado especializado, desde la educación primaria hasta la educación superior, porque solo de ese modo se puede garantizar su transmisión generacional y su renovación permanente.

La Filosofía es una “escuela de libertad” porque educa a los niños y niñas como ciudadanos libres y responsables, al proporcionarles cuatro tipos de formación:

1) el uso riguroso del lenguaje y la comprensión de todo tipo de conceptos y problemas, lo que les ayuda a mejorar sus capacidades de razonamiento y comunicación;
2) la conexión interdisciplinar entre los distintos saberes científicos, humanísticos y artísticos, necesaria para afrontar la complejidad del mundo contemporáneo;
3) el conocimiento histórico de los grandes sistemas de pensamiento y de las diversas tradiciones culturales que siguen vivas hoy en las distintas comunidades humanas;
4) y, por último, la conjunción inseparable entre el conocimiento, la moral y la sensibilidad, imprescindible para lograr un desarrollo personal pleno y equilibrado.

2. Mi segundo argumento pretende cuestionar el tópico que establece una disyunción excluyente entre la formación cultural generalista y la instrucción especializada para el desempeño de una profesión. Hay quienes piensan que la Filosofía es una parte de esa cultura general más o menos decorativa y, por tanto, prescindible si se pretende una instrucción profesional verdaderamente útil, como objetivo prioritario del sistema educativo. De hecho, muchas reformas educativas en muchos países pretenden promover exclusivamente las llamadas materias “instrumentales” (en el caso de la LOMCE, la Lengua, el Inglés, las Matemáticas y la Historia), o bien las llamadas materias STEM (reunidas en este acrónimo inglés): Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas. Pues bien, debo decirles que este tópico es completamente falso. Los estudios de Filosofía no sólo proporcionan una educación ético-política y un conocimiento histórico y cultural de los grandes sistemas de pensamiento, sino que también contribuyen a mejorar el rendimiento académico en todas las otras materias del currículum educativo, que son igualmente necesarias para contar con profesionales cualificados en las distintas ramas del saber.

Para demostrarles que esta afirmación no es meramente retórica, sino que está basada en estudios empíricos y en datos estadísticos fehacientemente contrastados, me remitiré a dos documentos muy reveladores.

El primer documento es un estudio realizado en el Reino Unido por la Education Endowment Foundation (EEF), que es una institución sin fines de lucro dedicada al fomento de la igualdad de oportunidades en el sistema educativo. Esta institución realizó un importante experimento pedagógico durante un curso escolar, con más de 3.000 niños de 9 y 10 años, que cursaban sus estudios en 48 escuelas inglesas de educación primaria. Se seleccionó a 22 escuelas como grupo de control, y en otras 26 se implantó la Filosofía para Niños, creada en la década de 1970 por el filósofo Matthew Lippman. En una sesión semanal de 40 minutos, los niños podían practicar la reflexión en silencio, la formulación y recepción de preguntas, y la atención a las opiniones de los demás. Así aprendieron a debatir sobre la verdad, la justicia, la amistad y el conocimiento. Pues bien, los niños que siguieron esas clases de Filosofía, mejoraron sus resultados en Matemáticas y en Lengua inglesa, como si hubieran recibido dos meses más de enseñanza en esas materias. Y los niños con mayores carencias formativas dieron un salto aún más grande. Todos ellos mejoraron también en su capacidad para escuchar a los demás y trabajar en equipo. Como dijo la revista Quartz: “Enseñar filosofía a los niños los hace más inteligentes en matemáticas e inglés” (09/03/2016).

El estudio fue realizado por tres expertos en educación de la Universidad de Durham: Stephen Gorard, Nadia Siddiqui y Beng Huat See, Philosophy for Children. Evaluation report and Executive summary, EEF, 2015. Los autores llegaron a la conclusión de que la Filosofía para Niños debería implantarse en todas las escuelas de educación primaria del Reino Unido. De hecho, esta metodología docente se utiliza ya en unos 60 países de todo el mundo.

El otro documento no se refiere a la educación primaria sino a la universitaria. En Estados Unidos, todos los años se realizan unas pruebas para medir las competencias académicas de los graduados universitarios. Los resultados son utilizados para seleccionar a los estudiantes de máster y doctorado. Pues bien, según un informe publicado en 2014 por la Asociación Americana de Filosofía (American Philosophical Association, APhA), con el título Philosophy Student Performance on the Graduate Record Examinations (GRE), los graduados en Filosofía son los que obtienen los mejores resultados en las competencias lingüísticas y analíticas, y en las competencias de cuantificación se acercan a los resultados obtenidos por los graduados en Matemáticas, Física, Economía, Ingeniería, Química y Ciencias de la Tierra.

3. Paso ahora al tercer argumento. También aquí, pretendo cuestionar otro tópico bastante extendido. Se trata de la disyuntiva excluyente entre las Ciencias y las Letras, es decir, la cultura científica y tecnológica, por un lado, y la cultura artística y humanística, por el otro. Esta disyuntiva, institucionalizada y reforzada desde hace décadas por las políticas públicas de educación y de investigación, fue denunciada ya por el físico y novelista inglés Charles P. Snow en su conocida obra Las dos culturas (1959). Como decía Snow, esta división nos incapacita para afrontar los grandes problemas del mundo contemporáneo. Su afirmación es aún más cierta hoy, en este siglo XXI en el que hemos de enfrentarnos a los retos éticos y políticos derivados de las nuevas tecnologías digitales, la ingeniería genética y biomédica, los grandes riesgos ecológicos, los conflictos interculturales, etc. Por eso, científicos y pensadores como el biólogo Edgar Morin proponen una reforma educativa que asuma el nuevo paradigma de la complejidad, en el que los diversos saberes científicos, humanísticos y artísticos deben complementarse para ayudarnos a comprender la condición humana en el marco de la nueva sociedad global.

Pues bien, en ese nuevo paradigma de la complejidad, como dice el propio Morin, la Filosofía debe ejercer un papel crucial, debido a su capacidad para tender puentes entre las diversas disciplinas especializadas. Desde la Grecia antigua hasta el presente, ha habido filósofos que han sido también matemáticos, físicos, biólogos, médicos, historiadores, juristas, economistas, escritores, músicos, etc. La Filosofía no pertenece a las Humanidades, ni a las Ciencias, ni a las Artes, sino que más bien proporciona a todos los seres humanos la capacidad para conectar las unas con las otras. Por eso, debe ocupar un lugar central en la formación básica de todos los chicos y chicas.

Les daré dos datos, para que entiendan hasta qué punto la Filosofía se encuentra en el centro de los grandes debates contemporáneos. Hace apenas dos semanas, los días 5 y 6 de mayo, se ha celebrado en Murcia la final de la IV Olimpiada Filosófica de España. Han participado 458 centros escolares de 16 comunidades autónomas y han resultado finalistas 65 estudiantes, distribuidos en las cuatro modalidades de la Olimpiada: Disertación filosófica, Dilema moral, Fotografía y Vídeo. El tema de este año ha sido: “Nuevas tecnologías e identidad humana”. Pues bien, los doce estudiantes premiados han demostrado una sorprendente lucidez a la hora de analizar los problemas de todo tipo que nos plantean las nuevas tecnologías. Y una importante editorial española se ha ofrecido a publicar los trabajos ganadores. Esto revela que el profesorado de Filosofía de enseñanza secundaria está realizando una labor fundamental en la formación de los chicos y chicas del siglo XXI.

El segundo dato es igualmente significativo: del 13 al 15 de septiembre de este año va a celebrarse en Zaragoza el II Congreso internacional de la Red española de Filosofía, con el título “Las fronteras de la humanidad”. Se han seleccionado 400 comunicaciones distribuidas en 12 secciones temáticas y 20 simposios monográficos. Les daré el título de algunos de los simposios, para que sepan ustedes en qué están pensando los filósofos españoles de hoy: “Las migraciones y las fronteras de la justicia”, “Neuroética y neuroeducación: directrices para las éticas aplicadas”, “En tiempos de extrema amenaza: respuestas éticas y políticas a la crisis civilizatoria”, “Filosofía del Nacimiento: Repensar el origen desde las humanidades médicas”, “La humanidad vulnerada: violencia, globalización y género”, “Proximidades y lejanías entre la computación en nube, la Internet de las cosas y la experiencia de la vida”, etc.

Como ven, la Filosofía española está hoy más viva que nunca, y muy atenta a los grandes retos que nos plantea el mundo contemporáneo.

4. Esto me lleva al cuarto argumento, que es también el cuestionamiento de otro tópico. En este caso, el tópico de que en España no hay una tradición filosófica propia, como en otros países europeos. Una vez más, se trata de una falsedad. Me limitaré a recordar el último siglo y medio: con los krausistas y la Institución Libre de Enseñanza, surgió en España una generación de intelectuales conectados con las grandes corrientes del pensamiento europeo. Es cierto que la Guerra Civil, el franquismo y el exilio causaron una profunda herida en esa tradición. Pero desde la década de 1960, y sobre todo en las cuatro últimas décadas, coincidiendo con la recuperación de la democracia, hemos contado con una nutrida y muy brillante generación de filósofos y filósofas que han vuelto a conectar el pensamiento filosófico español con las grandes corrientes intelectuales de la sociedad global. Por eso, en el II Congreso de la REF al que ya me he referido, uno de los simposios estará dedicado a homenajear a nueve miembros destacados de esa generación.

Además, los filósofos y filósofas de la etapa democrática no sólo han desempeñado su labor en el ámbito docente o académico, sino que también han cultivado lo que Kant denominó la “filosofía mundana”, es decir, la reflexión sobre los acontecimientos del presente, sean los asuntos más cotidianos o los grandes problemas de nuestro tiempo. En este sentido, puede decirse que han contribuido a enriquecer los debates de la opinión pública española.

Les invito a ustedes a que consulten la lista de los “premios nacionales de ensayo” que se vienen concediendo de manera casi ininterrumpida desde 1975: más o menos la mitad de los premiados han sido filósofos o filósofas.

5. Y con esto llego al último y quinto argumento: la necesidad de promover el pensamiento español en el resto del mundo. Se habla mucho de la “marca España”, sobre todo para referirse a las grandes empresas del Ibex y a algunos sectores económicos muy pujantes en el ámbito de la exportación. Se habla también del español como una de las lenguas globales (con el inglés, el chino y el árabe), y se pide al Instituto Cervantes que potencie en el extranjero el conocimiento de la lengua castellana y de las otras lenguas cooficiales. Sin embargo, sorprendentemente, se desconoce la importancia del pensamiento filosófico que se hace en España y su repercusión cada vez mayor en otros países del mundo, especialmente en el ámbito cultural iberoamericano.

Hace apenas un mes, los días 19 y 20 de abril, se celebró en la ciudad brasileña de Salvador de Bahía el I Encuentro de la Red Iberoamericana de Filosofía (RIF). A ese encuentro asistimos veintiún representantes de asociaciones nacionales e internacionales de Filosofía de trece países iberoamericanos. Y de manera consensuada aprobamos la “Declaración de Salvador a favor de la Filosofía”, cuyo último punto dice así: “Las asociaciones filosóficas firmantes de la presente Declaración nos comprometemos a trabajar de manera coordinada en favor de la Filosofía. Y, para ello, acordamos crear la Red Iberoamericana de Filosofía, con un triple objetivo: defender en todo el ámbito territorial iberoamericano la presencia de los estudios de Filosofía en el sistema educativo; cooperar en la organización de los Congresos Iberoamericanos e Interamericanos de Filosofía; y promover en todo el mundo la creación y difusión del pensamiento filosófico en español, en portugués y en las demás lenguas minoritarias del ámbito cultural iberoamericano”.

Estos cinco argumentos que les he expuesto de manera muy breve, creo que son suficientemente convincentes para justificar las cuatro propuestas que voy a formular a continuación, y con las cuales concluiré mi exposición.

Cuatro propuestas para el Pacto por la Educación

1. El Pacto de Estado Social y Político por la Educación debería incluir el diseño de un currículum básico para todo el sistema educativo no universitario, que sea al mismo tiempo estable en el tiempo y flexible en los contenidos.
2. En ese currículum básico debería ser incluida la Filosofía, denominada como tal y reconocida como una de las materias comunes para todo el alumnado de primaria, secundaria obligatoria y bachillerato.
3. Más concretamente, debería incluirse un ciclo formativo en Filosofía secuenciado durante los tres últimos cursos de la enseñanza secundaria (4º de ESO, y 1º y 2º de Bachillerato), de manera análoga a lo que sucede en otras materias comunes como Lengua, Matemáticas e Historia. Esa secuenciación permitiría: a) ofrecer una formación filosófica inicial al alumnado de ESO que no vaya a cursar el Bachillerato; b) ofrecer al resto del alumnado la posibilidad de adquirir de manera progresiva las diversas competencias filosóficas: lógico-argumentativas, ético-políticas, epistemológicas, antropológicas e históricas.
4. Finalmente, en la educación primaria debería incluirse la Filosofía para Niños, para que los niños y niñas puedan aprender a reflexionar, argumentar, escuchar a los otros, trabajar en equipo y ejercitar el pensamiento en sus diferentes dimensiones: cognitiva, ética, estética, etc.

Como dijo el gran filósofo francés René Descartes, “vivir sin filosofar es como tener los ojos cerrados y no querer abrirlos jamás”.

Señoras y señores diputados, muchas gracias por su atención. Quedo a su disposición para responder a las preguntas que quieran plantearme.


Última actualización: mayo_2017 22/05/2017 01:30

Derechos de reproducción: Todos los documentos publicados por Antonio Campillo Meseguer en esta página web pueden ser reproducidos bajo la licencia Creative Commons

  • mayo_2017.txt
  • Última modificación: 2017/05/27 20:40
  • (editor externo)