El viernes 13 de noviembre de 2020, de las 11 de la mañana a las 2 de la tarde, se celebró la lectura y defensa pública de la tesis «La ética de Thoreau y su relevancia para la cultura global», realizada por Diego Clares Costa, dirigida por mí y evaluada por un tribunal integrado por Antonio Casado da Rocha (investigador titular del IAS Research Centre for Life, Mind, and Society, y profesor del Departamento de Filosofía de los Valores y Antropología Social, Universidad del País Vasco), como presidente; Diego José García Capilla (profesor asociado de Filosofía Moral, Departamento de Filosofía, Universidad de Murcia), como secretario; y Carmen Madorrán Ayerra (profesora ayudante doctora de Filosofía Moral, Departamento de Filosofía, Universidad Autónoma de Madrid), como vocal.
El doctor
Diego Clares Costa cursó el Grado en Filosofía (2012-2016) en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia. En la misma universidad, cursó el Máster Interuniversitario en Investigación en Filosofía (2016-2017) y el Programa Interuniversitario de Doctorado en Filosofía (2017-2020).
Desde sus años de estudiante manifestó un gran interés por la vida y la obra del escritor, poeta, naturalista y filósofo estadounidense Henry David Thoreau (1817-1862). De hecho, dedicó a Thoreau tanto su Trabajo Fin de Grado (“¿Fue Thoreau anarquista?”), dirigido por Emilio Martínez Navarro, como su Trabajo Fin de Máster (“Vida y Wilderness: actualidad de la ética ambiental thoreauviana”), dirigido por Diego José García Capilla.
Con ocasión del bicentenario del nacimiento de Thoreau, promovió unas jornadas organizadas por la Facultad de Filosofía y el Departamento de Filología Inglesa de la UMU, y celebradas los días 23 y 24 de noviembre de 2016. Participaron Antonio Casado da Rocha, Antonio Lastra, Juan Antonio Suárez Sánchez y Antonio Fernández Díez.
Diego Clares ha cursado los estudios de doctorado y ha realizado su trabajo de tesis bajo mi dirección. Para conocer la extensa literatura especializada sobre la vida y la obra de Thoreau, realizó una estancia de investigación en el Thoreau Institute (Lincoln, Massachusetts, USA), durante los meses de septiembre y octubre de 2019.
Durante los tres años de su investigación predoctoral (2017-2020), ha ido exponiendo los resultados parciales de su investigación en diversas intervenciones públicas:
- “Thoreau frente al periódico: comunicación masiva y ética literaria”, ponencia presentada el 23/5/2018 en el Seminario de Doctorandos de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia.
- “El paseo como método filosófico”, ponencia presentada el 05/03/2019 en el Seminario de Doctorandos de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia.
- “Ética y lujo: la pobreza voluntaria como ejercicio crítico”, ponencia presentada el 04/04/2020 en el Seminario de Doctorandos de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia.
- “Wild Ethics: la propuesta filosófica de Henry Thoreau en Walking”, ponencia presentada en las V Jornadas Doctorales de la Universidad de Murcia.
Paralelamente, ha publicado varios artículos en revistas especializadas:
- “Vida y Wilderness: Actualidad de la ética medioambiental thoreauviana”, en Ágora. Papeles de Filosofía, Vol. 37, Núm. 2 (2018).
- “El paseo como método filosófico”, en Enrahonar. An international journal of theoretical and practical reason. Aceptado el 05/08/2019.
- “Henry Thoreau: la pobreza voluntaria como ejercicio crítico”, en Tópicos. Revista de filosofía. Aceptado el 08/06/2020.
Diego Clares formó parte del comité organizador del LV Congreso de Filosofía Joven, celebrado en la Universidad de Murcia del 16 al 18 de mayo de 2018. Dentro del congreso, coordinó las mesas “Ética y Ecología” y “El desafío de la representación en la teoría política”.
Desde febrero de 2020, mantiene un blog dedicado a Henry David Thoreau, en el que va publicando sus traducciones de textos del autor y sus propios escritos sobre él: https://thoreauencastellano.com
La tesis
El acto de lectura y defensa pública de la tesis tuvo que celebrarse por videoconferencia, al encontrarse España bajo su segundo estado de alarma, con las consiguientes restricciones de movilidad, como consecuencia de la segunda ola de la Covid-19.
Al acto asistieron, además de los tres miembros del tribunal, el director de la tesis y el doctorando, algunos amigos y compañeros suyos. La sesión duró unas tres horas: comenzó a las 11 de la mañana y concluyó hacia las 2 de la tarde.
El doctorando expuso en media hora lo esencial de su tesis, tal y como se recoge en el Resumen escrito que aparece al comienzo de la tesis, y que reproduzco más abajo.
Una vez que el doctorando concluyó su exposición, el presidente del tribunal me dio la palabra como director de la tesis. Agradecí a los tres miembros del tribunal su asistencia, aunque fuese a distancia, y manifesté mi satisfacción por el hecho de que Diego Clares hubiera podido concluir con éxito su trabajo de investigación.
Destaqué, ante todo, el compromiso intelectual y existencial de Diego con la vida y la obra de Thoreau: en el Grado, en el Máster y en el Doctorado. Ese compromiso se ha manifestado en la traducción personal que Diego ha ido haciendo de los textos del autor; en la estancia que realizó en el Thoreau Institute; y en la rigurosa discusión que ha llevado a cabo con los especialistas en la obra thoreauviana. Y todo ello sin haber contado con una beca de investigación predoctoral o cualquier otro tipo de ayuda financiera.
También destaqué la originalidad de la tesis: Diego ha logrado reconstruir la ética de Thoreau, la ha puesto en relación con las éticas clásicas de Oriente y de Occidente, y, por último, ha sabido mostrar su vigencia para abordar algunos de los problemas actuales.
En cuanto a mi papel como director, ha consistido en acompañar y orientar a Diego, aprender de él y ayudarle a ampliar el horizonte teórico e histórico de su investigación, poniendo a Thoreau en relación con su propia época, con la tradición filosófica precedente y con los debates éticos contemporáneos. El resultado, en mi opinión, es una obra rigurosa, clara, documentada y muy original.
Posteriormente, los tres miembros del tribunal felicitaron al doctorando por la excelente redacción, por la coherencia de la estructura argumental, por la amplia documentación y por la original interpretación de la obra de Thoreau. Pero también le plantearon preguntas aclaratorias, comentarios críticos y sugerencias de mejora.
El doctorando agradeció los elogios y las sugerencias de mejora, y fue respondiendo una por una a todas las preguntas y observaciones críticas que se le hicieron.
Tras una breve deliberación, el tribunal decidió concederle la máxima calificación: Sobresaliente. Los asistentes felicitamos al nuevo doctor a través de la pantalla y nos despedimos sin poder abrazarlo y sin celebrar el acontecimiento en torno a una buena mesa, aunque con la promesa de hacerlo más adelante.
Resumen de la tesis redactado por Diego Clares Costa
La presente tesis tiene como objetivo la investigación de la propuesta ética del filósofo norteamericano Henry David Thoreau (1817-1862). Tal objetivo se desglosa en dos preocupaciones: en primer lugar, el análisis exhaustivo y sistematizado de la filosofía moral expuesta por Thoreau; en segundo, la relevancia de esta filosofía para la época contemporánea. Para su desarrollo se ha propuesto una hipótesis general: la ética thoreauviana puede contribuir a la reflexión sobre los problemas actuales de la moral y, en particular, sobre los conflictos derivados de las transformaciones históricas que dan origen a la cultura global. En base a tal hipótesis, esta investigación se ha dividido en tres perspectivas fundamentales: histórica, teórico-práctica y actual.
Desde la perspectiva histórica, proponemos el análisis de la sociedad norteamericana del siglo XIX y sus vínculos con la cultura global, tanto sociales como ideológicos. Hemos analizado las relaciones particulares entre los problemas a los que Thoreau se enfrentó en su época y aquellos a los que la ética tiene que hacer frente en nuestros días, priorizando la información de fuentes históricas y periodísticas. Esta perspectiva nos ha permitido abordar el desarrollo histórico de la sociedad industrial, la prensa masiva y las ideologías ligadas a nociones como el Destino Manifiesto y la globalización, lo que supone un marco básico e indispensable para los objetivos principales de la tesis.
La perspectiva teórico-práctica aborda en detalle la ética thoreauviana mediante un análisis original y en diálogo con numerosos estudios históricos, literarios y filosóficos de la obra de Henry Thoreau. Hemos investigado en detalle el carácter crítico de la ética thoreauviana, sus principios, basados en una concepción bio-ecocéntrica del kosmos y la defensa de la wildness como impulso básico de la vida, y sus dos métodos principales: la crítica pragmática de la civilización y el paseo como medio para el estudio científico y la reflexión. Para ello ha sido imprescindible considerar investigaciones novedosas en este campo, como las realizadas por Laura Dassow Walls, Philip Cafaro, Leonard Neufeldt y Antonio Casado da Rocha.
Antonio Casado da Rocha ha realizado las aportaciones más relevantes en nuestro idioma, entre ellas el análisis de la desobediencia civil y de la relevancia contemporánea de la ética thoreauviana. Leonard Neufeldt ha aportado un análisis original del concepto de “economía” en las obras de Thoreau, que ha sido básico para el desarrollo de nuestro estudio sobre el emprendimiento ético. Philip Cafaro ha realizado uno de los más concienzudos estudios sobre la ética de Thoreau en Walden especialmente relevante en relación con la ética medioambiental. Finalmente, las investigaciones de Laura Dassow Walls sobre la carrera científica de Thoreau y sus relaciones con el pensamiento de Alexander von Humboldt, junto a los estudios sobre el ecocentrismo thoreauviano, han sido un apoyo imprescindible para analizar las relaciones de su ética con la ciencia empírica.
La tercera perspectiva, dedicada a la actualidad, plantea dos cuestiones con las que concluimos el objetivo de nuestra investigación: primero, un análisis de algunas de las cuestiones principales de la ética en la cultura global, en diálogo con la filosofía de Thoreau, y, en segundo lugar, una sistematización sintética de las características de la ética thoreauviana y sus métodos, dirigida a su ejercicio contemporáneo.
Los resultados expuestos en esta investigación muestran que la adaptación de la ética thoreauviana a la cultura global es no sólo posible, sino también valiosa. Su íntima relación con algunos problemas éticos, como la destrucción de la naturaleza, la comunicación masiva y el consumismo, permite realizar muy pocas modificaciones de la propuesta original de Thoreau, y su carácter crítico garantiza que sus contenidos no sean ajenos a nuestras circunstancias actuales.
El texto de la tesis está disponible en DIGITUM
Artículo publicado el 13 de noviembre de 2020 en el foro Filosofía y nueva normalidad, editado por CECAPFI. Agradezco a David Sumiacher la invitación a participar en este foro filosófico sobre la pandemia y la nueva normalidad.
La segunda parte del texto, dedicada a la crítica de la infodemia, fue publicada el 10 de noviembre de 2020 en The Conversation, con el título «Libertad para matar: la cruzada de los negacionistas de la pandemia».
1. Comprender la pandemia
La enfermedad conocida como Covid-19 (acrónimo de coronavirus disease 2019) apareció a finales de 2019 en la ciudad china de Wuhan y está causada por el SARS-CoV-2, un coronavirus que ha pasado a los humanos procedente de otras especies animales. Este contagio entre especies es frecuente, se llama zoonosis y está en el origen de más del 60% de las enfermedades víricas. Los síntomas provocados por el SARS-CoV-2 son similares a los del SARS (severe acute respiratory syndrome), una enfermedad que apareció en 2002 en la provincia china de Cantón. Pero, a diferencia del SARS, cuya incidencia fue muy limitada (unos 8.500 casos, la mayoría en China y Hong Kong), el nuevo coronavirus se extendió en los primeros meses de 2020 por todo el mundo, especialmente por las regiones más ricas y poderosas del hemisferio Norte.
Desde entonces, el número de personas contagiadas y fallecidas no ha cesado de crecer. El 9 de noviembre había ya 50,2 millones de contagiados y 1.254.567 muertos, a los que hay que añadir los casos no registrados. Es la primera pandemia global de la historia, no por su letalidad sino por su vertiginosa expansión planetaria. Esto ha llevado a la mayoría de los gobiernos, sean democráticos o dictatoriales, a tomar medidas extremas como el confinamiento domiciliario y la paralización de las actividades sociales no esenciales para la supervivencia. Nos encontramos, pues, ante un gran experimento ecosocial que ha puesto a prueba todas las esferas y escalas de la vida humana.
Por un lado, el virus ha revelado la interdependencia biológica y social entre todos los seres humanos, sea cual sea el rincón de la Tierra en el que habitemos: cualquier persona puede ser contagiada y contagiar a otras por el simple hecho de respirar juntas en un mismo lugar no ventilado. La respiración es condición de la vida, pero también puede serlo de la muerte. Además, esta transmisión respiratoria se ha visto facilitada por el incremento de la población mundial, su concentración en ciudades, su movilidad diaria, su reunión en espacios cerrados y su interconexión planetaria. Pero este virus también ha revelado las desigualdades sociales y territoriales generadas por el capitalismo global, así como las deficiencias de los servicios públicos básicos (sanidad, educación, prestaciones sociales, transportes, vivienda, etc.), privatizados y precarizados en muchos países tras cuatro décadas de políticas neoliberales, lo que explica que los colectivos más afectados hayan sido los sanitarios, los ancianos, los pobres y las minorías discriminadas.
Por otro lado, esta pandemia ha evidenciado la ecodependencia entre la tecnosfera humana y la biosfera terrestre. Los geólogos han acuñado el término Antropoceno (aunque algunos historiadores prefieren llamarlo Capitaloceno) para referirse a un periodo geológico e histórico que se inició con la revolución industrial, se intensificó con la gran aceleración de los últimos setenta años y ha provocado la degradación de casi todos los ecosistemas terrestres. El capitalismo global no sólo desposee, explota y mata cada año a millones de seres humanos, sino que también expolia los recursos naturales, reduce la diversidad de las especies y contamina las tierras, las aguas y el aire. Como ha denunciado en un reciente informe el Panel Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), dependiente de la ONU, la degradación acelerada de la biosfera terrestre no sólo está provocando el calentamiento de la atmósfera, sino también la proliferación de nuevas enfermedades víricas como la Covid-19.
En tercer lugar, esta pandemia ha revelado el enorme desajuste entre los retos ecosociales a los que nos enfrentamos (sobre todo, el riesgo de un colapso civilizatorio global) y la incapacidad de los gobiernos para adoptar un cambio de rumbo en todas las escalas territoriales (local, nacional y mundial), con el fin de prevenir y mitigar su impacto. Desde el inicio de la pandemia, muchos gobiernos se han dedicado a culparse unos a otros sobre el origen y difusión de la enfermedad, a minimizar su gravedad y a competir entre sí para conseguir el acceso al material sanitario y a las posibles vacunas. La actuación más irresponsable ha sido la de Donald Trump (que afortunadamente ya no repetirá como presidente de Estados Unidos): retiró a su país del Acuerdo de París sobre el Clima y en plena expansión de la pandemia lo retiró también de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la máxima autoridad mundial en políticas de salud pública.
Por último, esta pandemia ha provocado una proliferación de mentiras, bulos, teorías conspirativas y campañas negacionistas, a la que la OMS ha dado el nombre de infodemia. Las informaciones falsas y las teorías delirantes se han difundido con tanta o más rapidez que el propio virus, sobre todo a través de las redes sociales digitales, y esto ha tenido unas consecuencias sanitarias directas, pues ha hecho que aumente el número de contagiados y de muertos. La razón es muy sencilla: muchas personas niegan la gravedad e incluso la existencia misma de la enfermedad, cuestionan la autoridad de los expertos y de las autoridades sanitarias, rechazan las medidas recomendadas para prevenir el contagio y utilizan el malestar social generado por la pandemia para desacreditar a las instituciones públicas. El caso más grotesco y paradójico es el de jefes de estado como Trump y Bolsonaro, presidentes de gobierno como Johnson y dirigentes políticos como Ortega Smith, que comenzaron negando la gravedad de la pandemia, se opusieron a adoptar medidas preventivas y acabaron enfermando de Covid-19.
2. Cuestionar la infodemia
La infodemia puede ser analizada desde diferentes ángulos. En primer lugar, el ángulo político: hay estrategias geopolíticas deliberadamente diseñadas, sea desde la Rusia de Putin, la China de Xi Jinping o el movimiento QAnon apoyado por Trump, para difundir noticias falsas y fomentar la confrontación social. Los politólogos llaman posverdad a estas nuevas formas de manipulación política. En segundo lugar, el ángulo tecnológico: estas estrategias ya no se sirven de los medios de comunicación clásicos (prensa, radio y televisión), sino de las nuevas tecnologías digitales y en especial de las redes sociales.
En tercer lugar, el ángulo ético y psicológico: cuáles son los mecanismos psíquicos de las personas que se dejan manipular por la infodemia. En los últimos años se han multiplicado los estudios sobre los llamados sesgos cognitivos, en particular el sesgo de confirmación, que lleva a una persona a filtrar e interpretar la información para que confirme sus prejuicios más ciegos y sus emociones más primarias. Este mecanismo permite comprender por qué muchos individuos se vuelven impermeables a una realidad que les desconcierta, sea el cambio climático o la pandemia, hasta el punto de negarla frontalmente o bien aceptar sólo algún detalle marginal que les permita reforzar sus propias ilusiones y convencerse de que son personas informadas y realistas.
Pero queda todavía un cuarto ángulo de ese complejo fenómeno cultural bautizado con términos como negacionismo, infodemia, posverdad, etc. Me refiero al contenido de los mensajes que, a pesar de su falsedad fácilmente contrastable, consiguen una amplia difusión y una inquebrantable adhesión, como si fuesen dogmas de fe. Me centraré en el mensaje político que durante la pandemia se ha extendido por la mayoría de los países occidentales con un éxito extraordinario: la idea de que la libertad individual se encuentra amenazada y, por tanto, debe ser defendida frente al poder totalitario de los estados que han impuesto las medidas anti-covid y, en general, frente a un sistema o contubernio mundial que estaría dirigido en la sombra por unos agentes siniestros y todopoderosos, y cuyas órdenes estarían siendo obedecidas dócilmente por casi todos los gobiernos, empresas, científicos, organismos internacionales y medios de comunicación.
Este mensaje político es muy significativo por varios motivos. En primer lugar, porque se presenta como una defensa heroica de la libertad, que es uno de los valores más sagrados de la tradición política de Occidente y que, por tanto, no parece susceptible del más mínimo cuestionamiento crítico. En segundo lugar, porque cuenta con la bendición de algunos filósofos mediáticos, como es el caso del negacionista Giorgio Agambem, que desde el primer momento denunció la invención de la pandemia como una estratagema de los gobiernos para imponer un estado de excepción permanente en todo el mundo. En tercer lugar, porque es un mensaje transversal a las más diversas ideologías políticas, desde neofascistas y neoliberales hasta neocomunistas y neolibertarios. Una prueba de esta transversalidad son las manifestaciones y actos de protesta que han tenido lugar en muchas ciudades del mundo, convocadas en nombre de la libertad y protagonizadas por grupos violentos de muy diverso signo político.
Ante un acontecimiento tan novedoso como la pandemia global de Covid-19, no es extraño que se recurra a clichés ideológicos prefabricados y extremadamente simples, como la oposición entre libertad y poder, que eximen del esfuerzo y de la responsabilidad de comprender lo que está sucediendo. En efecto, este mensaje se basa en disyunciones excluyentes como bueno/malo, verdadero/falso, nosotros/ellos, amigos/enemigos. La lógica binaria es el grado cero del pensamiento, porque reduce al mínimo la inabarcable complejidad del mundo, la imprevisible novedad de los acontecimientos y la irreducible pluralidad de los seres humanos. Por ello mismo, la lógica binaria es la que permite justificar fácilmente toda forma de violencia, porque la violencia consiste en negar la complejidad de lo real, la novedad de lo que acontece y la pluralidad de los otros.
La contraposición entre poder y libertad es una burda falsedad. Como señalaron Arendt y Foucault, poder y libertad son dos maneras de nombrar el mismo fenómeno: la capacidad de emprender nuevas acciones e influir de manera voluntaria o involuntaria en la acción de otros. Todos ejercemos poder unos sobre otros, porque todos somos a un tiempo libres e interdependientes. Frente a la fantasía de la individualidad, Almudena Hernando nos recuerda que somos seres relacionales. El problema está en la distribución asimétrica de los poderes, de las libertades, de las capacidades de acción. Cuando esas asimetrías se consolidan, dan origen a diferentes regímenes de dominación social. Y son diferentes porque no hay una línea divisoria única y estable entre dominantes y dominados, sino muchas formas de dominación que se superponen, se contrarrestan y se entrecruzan: entre los sexos, las generaciones, las clases sociales, las etnias, las naciones, etc. Esta es la interseccionalidad de la que hablan las pensadoras feministas.
Además, no hay poder ni libertad sin responsabilidad. Las relaciones sociales son simultáneamente relaciones de poder y de responsabilidad, y ambas caras son inseparables. Ninguna sociedad podría sustentarse si no respondiéramos de nuestras acciones ante los otros, si no reconociéramos que nuestra libertad está posibilitada, limitada y entretejida con la libertad de los otros. La pandemia nos ha revelado nuestra interdependencia biológica y social, y, con ella, nuestra mutua responsabilidad.
Quienes se erigen en defensores de la libertad y la reclaman como el ejercicio de un poder individual completamente arbitrario e irresponsable, no limitado por los otros ni regulado por ninguna institución pública, en realidad están reclamando el estado de naturaleza del que hablaba Hobbes, en el que cada individuo es soberano para disponer de su vida y de la de sus semejantes. Es decir, están reclamando la libertad para matar, para ser contagiados y para contagiar a otros, aun a riesgo de causarles la muerte.
En efecto, esta confusión entre libertad y soberanía es heredera de la vieja moral guerrera, aristocrática y masculina, que exalta la lucha violenta contra los otros para imponerles la propia voluntad, y en cambio menosprecia como femenino y cobarde todo lo que hace posible la vida humana y sustenta las instituciones colectivas: el cuidado, el apoyo mutuo, la responsabilidad, la cooperación, la solidaridad.
Por último, la confusión entre libertad y soberanía, tan propia del pensamiento político moderno, equivale a negar y tratar de trascender nuestra condición terrestre, nuestro vínculo con los demás seres vivos y con el conjunto de la biosfera. En resumen, este insidioso virus, como el daimon de Sócrates, nos ha recordado que no somos dioses soberanos sino criaturas ineludiblemente interdependientes y ecodependientes.
Última actualización: noviembre_2020 2020/11/11 09:25
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