La defensa del aborto legal

Autora: María Muñoz Burillo

Para poder introducirnos en el tema del aborto, es necesario precisar en qué consiste. El aborto trata de interrumpir o finalizar un embarazo de forma prematura ya sea de forma consciente o inconsciente. En lo referente a este tema, hay distintas posiciones ya que mientras un sector de la población cree que el aborto no debería ser legal por motivos religiosos, políticos o incluso culturales, hay otra parte que defiende que se aplique un aborto legal y seguro. Yo soy de las personas que creen que el aborto debería poder practicarse legalmente y sin tapujos. No estamos tratando un tema sin ningún tipo de relevancia, están en juego la vida de mujeres de todo el planeta. Hay miles de mujeres que mueren cada día porque tratan de realizar el aborto de forma clandestina ya que en sus países no pueden abortar libremente.

Yo defiendo la idea de que una mujer debe ser libre de abortar legalmente. A continuación, expondré las razones que apoyan esta tesis. En principio, hay una parte de abortos que se dan debido a que la madre no está preparada mental o físicamente para lo que supone tener un hijo y es por ello que deciden que es mejor no tenerlo, por ejemplo en el caso de una madre que es una joven adolescente o que posee discapacidades mentales serias. Traer una nueva vida al mundo supone que se debe de alimentar y cuidar a esa criatura hasta que crezca y se vuelva tan mayor que ya no necesite ayuda económica o de cualquier otro tipo porque es totalmente autosuficiente. Esto sólo se da cuando el hijo ya es mayor de edad o incluso mucho después, por lo que sería necesario que la madre sea autosuficiente en aspectos como el económico, al menos durante 18 años hasta que el hijo sea capaz de cuidarse por sí mismo. Si una madre es adolescente, dependerá económicamente de sus padres ya que en la mayor parte de situaciones vive con ellos, por lo que no es capaz de cuidarse por sí misma aún.

Alrededor de todo el mundo se dan embarazos adolescentes y estas niñas no tienen madurez ni recursos suficientes para afrontar lo que conlleva tener un bebé. Esto es debido principalmente a que muchas jóvenes se quedan embarazadas por un gran desconocimiento sobre cómo llevar a cabo las relaciones sexuales o no son conscientes del correcto uso que se debe hacer de los preservativos o de otras medidas que pueden tomarse. A nivel mundial, 3 de cada 10 adolescentes quedan embarazadas al menos una vez antes de los 20 años de edad. En España, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de fecundidad se sitúa en 12 nacimientos por mil adolescentes entre 15 y 19 años. En total, el 3% de los partos fueron de adolescentes. No se puede tampoco dejar de lado la parte de mujeres que tienen la mala suerte de que les fallan las medidas de seguridad, ya sea porque se rompe el condón o porque toman pastillas anticonceptivas pero se les olvida tomar una de esas pastillas un día puntual.

El aborto debería ser legal independientemente del país en el que se viva porque las mujeres tienen derecho a elegir si quieren o no tener un bebé por diversos motivos: por la responsabilidad que eso conlleva y porque muchas mujeres no están preparadas para asumir tanta responsabilidad y porque, además, van a tener que llevar a ese ser durante nueve meses en su vientre. Tener un hijo no debería ser algo obligatorio, que se debe aceptar sin ningún tipo de miramiento.

Por otra parte, que es más invisibilizada, las mujeres que son forzadas a seguir hacia delante con un embarazo se exponen con mayor frecuencia a tener depresión post-parto ya que sienten que no están preparadas o directamente no desean tener hijos. Se trata de un asunto muy relevante este del que estoy tratando, que no sólo es capaz de arrebatar la vida de mujeres sino que también les puede producir enfermedades mentales. Hay mujeres que no tienen instinto maternal, que no desean tener un hijo porque no lo ven como una prioridad en su vida o porque creen que viven en condiciones de pobreza y que el traer a un hijo al mundo hará que en algún momento muera de hambre siendo incluso un recién nacido.

Si se van a traer hijos al mundo, se merecen vivir en unas condiciones de vida aceptables que les garanticen que tendrán alimentos, una educación y en general una serie de derechos humanos que les permitan llevar una vida aceptable y no nefasta. En una situación de vida o muerte como esta, ya que cada día mueren mujeres por no abortar de forma segura y legal, creo que hay que dejar de lado los motivos culturales o religiosos. Creo que es preferible abortar antes que tener un bebé y darle una vida miserable en la que termine falleciendo por hambruna. La tasa de mortalidad infantil aumenta considerablemente en países del tercer mundo si muchas mujeres no abortan y también el sufrimiento de los niños y sus padres, que se sienten incapaces de hacer algo para salir de esa situación nefasta.

Por otro lado, para poder rechazar el aborto, creo que se debe ofrecer una salida mejor o más conveniente y esto no lo hace el gobierno. El Estado no ha proporcionado hasta ahora una solución mejor que el aborto a las mujeres que no desean o no pueden dar a luz. Si no han sido capaces de ofrecer soluciones para no llevar a cabo el aborto, quizás es debido a que hasta la actualidad no han encontrado una solución mejor para las mujeres. Por otro lado, las religiones y la Iglesia tampoco han proporcionado soluciones ni siquiera para las mujeres que han sido violadas y se han quedado embarazadas totalmente en contra de su voluntad. En casos como la violación, la víctima ni siquiera ha cometido el acto sexual por voluntad propia ni ha tenido más opciones.

En el aborto debemos ser nosotras las que tengamos capacidad de elegir si tomar una decisión u otra ya que se supone que todos somos seres libres y decidimos sobre nuestra propia vida. Si en nuestro vientre se está gestando un futuro bebé, es nuestro propio cuerpo en el que esto está surgiendo y, al ser nuestro cuerpo, también es nuestra propia vida la que corre o no el peligro.

Pretendo ahora dar una respuesta a los argumentos que, como he mencionado en la introducción, sostienen quienes están en contra del aborto. Por ejemplo, se aduce el riesgo de que se dé un aborto legal y seguro y que entonces se abuse de estos servicios y haya un incremento de abortos. En países latinoamericanos como en Argentina, donde el aborto era ilegal hasta hace no mucho, la cantidad de abortos triplica la incidencia de países como España en los que la interrupción es legal. Según la OMS, en países como Argentina únicamente uno de cada cuatro abortos se hace de manera segura y, además, se estima que cada año se dan en este país alrededor de medio millón de abortos clandestinos. En 2018 fallecieron 38 mujeres y 39.000 tuvieron que ser hospitalizadas por las secuelas. Si de verdad le damos valor a la vida, y especialmente a nuestra propia vida humana, debemos unirnos como sociedad para disminuir el número de mujeres que fallecen por tratar de abortar. En estos casos, no sólo muere lo que se gesta dentro de ellas, también mueren ellas y, por lo tanto, en caso de que lo que lleven dentro ya sea considerado vida, fallecen dos vidas a la vez. Vemos en comparación países como Uruguay, en el cual el aborto es legal desde 2012 y el país ocupa uno de los lugares con menor tasa de mortalidad materna de Latinoamérica.

Respecto a la opinión de religiosos en contra del aborto, las creencias religiosas son asuntos personales de cada uno, no de todo el mundo. No se puede reclamar que se extienda la prohibición que imparte tu religión para todas las demás personas porque eso atenta contra los derechos ajenos. Es totalmente aceptable que una mujer no quiera abortar porque su religión no lo concibe así pero no se debe obligar a otras mujeres a no poder hacerlo. Si una persona no está de acuerdo con lo que conlleva abortar, no debe abortar jamás pero no debe prohibir a las demás mujeres que lo puedan hacer de forma segura, sin poner en riesgo sus propias vidas.

Además, hay una gran parte de las personas que creen que, si el aborto se legaliza, las mujeres querrán abortar con mucha mayor frecuencia y no tomarán medidas de seguridad para no quedarse embarazadas, como el uso del preservativo. Entonces, se haría un uso abusivo del aborto y no realmente por la necesidad de un preciso momento. Este argumento no me parece correcto porque tanto en países europeos como en América Latina los datos de los Ministerios de Salud nacionales advierten que tras la legalización hay un leve aumento de interrupciones voluntarias del embarazo que luego se estabiliza y disminuye. Aunque las estadísticas muestran en ciertos casos un aumento inicial, a largo plazo la práctica se estabiliza e incluso disminuye. El gobierno uruguayo estimaba que entre 1995 y 2002 se realizaban en promedio 33 mil abortos ilegales por año, y entre 2012 y 2013, tras la legalización, se realizaron 6.676, una cifra significativamente menor al cálculo de aborto clandestino.

También podemos ver que muchas de las personas que están en contra de que el aborto se legalice creen que, si una mujer en una ecografía percibe que su hijo va a nacer con alguna discapacidad, siempre decidirá abortar para no tenerlo. Pero una madre debe tener el derecho de elegir si desea o no tener un hijo cuando se entera de que ese hijo puede tener malformaciones que compliquen la propia vida del futuro bebé. Algunas madres no saben qué sucedería en un futuro cuando ellas no puedan hacerse cargo, por ejemplo, de un niño con síndrome de Down. Muchas no se sienten capacitadas para cuidar de sus niños a tiempo completo durante toda su vida con mucho mayor esfuerzo y atención que si su descendencia no tuviera ningún tipo de malformación o carencia que le permita hacer su vida con completa normalidad. Pero, por otra parte, hay madres que, al enterarse de que su futuro bebé va a nacer con una anomalía, quieren seguir hacia delante con el embarazo, incluso habiendo sentido cierto rechazo al enterarse de la noticia de la salud de su futuro bebé, ya que sostienen que un futuro bebé con salud no es más valioso que un futuro bebé con síndrome de Down y se sienten preparadas para la carga que conlleva.

No hay que olvidar que hay personas que sostienen la idea de que las mujeres son las responsables de sus actos y que, si han tenido relaciones sexuales, independientemente de si han tenido más o menos cuidado, deben seguir hacia delante con su embarazo. Este no me parece un buen argumento ya que no se está teniendo en cuenta a las mujeres que han sido violadas y que se han quedado embarazadas totalmente en contra de su voluntad. Incluso si hay mujeres que han tenido relaciones sexuales consensuadas hay casos en los que han utilizado el mismo preservativo más de una vez o han practicado la “marcha atrás” para evitar embarazos. Cada día se hace más uso de métodos hormonales como pastillas anticonceptivas, inyecciones, parche cutáneo o anillos vaginales. En España, en torno al 72% de las mujeres utiliza algún método anticonceptivo según la página de estadísticas y estudios sectoriales de Statista. Generalmente son los religiosos los que más sostienen una postura en contra del aborto, pero es que también rechazan el uso de los métodos anticonceptivos que he mencionado, así que finalmente lo único a lo que permiten que se pueda optar es a la abstinencia.

Hay que aceptar que disfrutar de la sexualidad humana es lo corriente y lo sano como personas, ya que es un aspecto central del ser humano de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. Según la OMS tenemos derecho a la libertad sexual, derecho a la autonomía, integridad y seguridad sexuales del cuerpo y derecho a la toma de decisiones reproductivas, libres y responsables y con cuidados. Por lo tanto, decir que si una mujer no quiere tener un hijo, que no mantenga relaciones sexuales, no me parece convincente.

En conclusión, el aborto debe ser legal porque no sólo ahorra muchas muertes innecesarias de mujeres por practicarse de forma clandestina e incorrecta sino que también es una forma de discriminación hacia las mujeres, porque se les niega un servicio médico por considerarse inmoral. Obligar a alguien a tener un hijo va en contra de los derechos humanos independientemente de si ese hijo sea fruto de una relación sexual consentida o no. Una sociedad democrática no puede definirse como tal si una mujer no es libre de decidir sobre su propia vida, su propio cuerpo y si quiere o no ser madre. Por lo tanto, el aborto no debe ser visto como una cuestión de lucha y polémica sino como una necesidad que cubre el Estado para que se dé plenamente la dignidad de las personas, en este caso la de las mujeres.



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  • Última modificación: 2022/09/07 21:24
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