Pasajes escogidos de la literatura grecolatina
En construcción.
Advertencia:
Este espacio pretende ser un lugar de encuentro de distintas “palabras de ayer”, tanto de autores griegos como latinos, con o sin traducción, pertenecientes a distintos géneros y épocas. Trataré de seguir cierto orden en la medida de lo posible, aunque adelanto que éste no es un objetivo prioritario, pues, aunque sin duda son distintas las razones que hicieron posible que alcanzaran la clave de la inmortalidad, en mi elección ha primado el criterio estético, que, como cualquier otro, es discutible, toda vez que la sensibilidad de cada uno es personal e intrasferible.
Faciant meliora potentes
fr. 31 Safo
Φαίνεταί μοι κῆνος ἴσος θέοισιν
ἔμμεν’ ὤνηρ, ὄττις ἐνάντιός τοι
ἰσδάνει καὶ πλάσιον ἆδυ φωνείσας ὐπακούει
καὶ γελαίσας ἰμέροεν, τό μ’ ἦ μὰν
καρδίαν ἐν στήθεσιν ἐπτόαισεν·
ὠς γὰρ ἔς σ’ ἴδω βρόχε’, ὤς με φώναι-
σ’ οὐδ’ ἒν ἔτ’ εἴκει,
ἀλλ’ ἄκαν μὲν γλῶσσα ἔαγε, λέπτον
δ’ αὔτικα χρῶι πῦρ ὐπαδεδρόμηκεν,
ὀππάτεσσι δ’ οὐδ’ ἒν ὄρημμ’, ἐπιρρόμ-
βεισι δ’ ἄκουαι,
κὰδ’ δέ μ’ ἴδρως ψῦχρος ἔχει, τρόμος δὲ
παῖσαν ἄγρει, χλωροτέρα δὲ ποίας
ἔμμι, τεθνάκην δ’ ὀλίγω ‘πιδεύης
φαίνομαι
=== Me parece el igual de un dios, el hombre
que frente a ti se sienta, y tan de cerca
te escucha absorto hablarte con dulzura
y reírte con amor.
Eso, no miento, no, me sobresalta
dentro del pecho el corazón; pues
te miro un solo instante, ya no puedo
decir ni una palabra,
la lengua se me hiela, y un sutil
fuego no tarda en recorrer mi piel,
mis ojos no ven nada, y el oído
me zumba, y un sudor
frío me cubre, y un temblor me agita
todo el cuerpo, y estoy, más que la hierba,
pálida, y siento que me falta poco
para quedarme muerta.
Ἔρος δ’ ἐτίναξέ μοι
φρένας ὠς ἄνεμος κὰτ’ ὄρος δρύσιν ἐμπέτων.
Eros me sacudió el alma
como un viento que en monte sobre los árboles cae.
(Traducc. Juan Ferraté, Los líricos griegos) ===
Yace en ruinas Troya, aborrecida, con razón, de las mujeres Dánaas; no mereció tanto Príamo ni Troya entera. ¡Ay! Ojalá entonces, cuando navegaba a Lacedemonia, se hubieran tragado las enfurecidas olas al adúltero. No hubiese dormido yo sin tu calor en un lecho vacío; no me quejaría en mi soledad, de que los días pasen tan despacio, ni al intentar entretener las largas horas de la noche el interminable velo hubiera fatigado mis manos de viuda.
(…) Los caudillos argólicos han regresado; los altares humean (…) la esposa está pendiente de la boca del esposo que narra, (…)Cualquiera que gira a estas riberas su viajera popa, no se marcha sin haberle yo preguntado muchas cosas de ti; y para que te la entregue, si alguna vez te viere, le confío una carta escrita por mi mano. (…) ¿Qué tierras habitas, en dónde prolongas tu ausencia? (…) Todos los peligros que encierra el mar, todos los que encierra la tierra sospecho que son el motivo de tan prolongada demora. Mientras pienso neciamente en esto, tal es vuestra lascivia, tú puedes estar cautivado por el amor de una extranjera, quizá también le cuentes cuán rústica esposa tienes…
Ov. Her. Penélope a Ulises
La última edad del vaticinio de Cumas es ya llegada; una gran sucesión de siglos nace de nuevo. (…) una nueva descendencia baja ya de lo alto de los cielos. Tú, casta Lucina, sé propicia al niño que ahora nace, con él la raza de hierro dejará de serlo al punto, y por todo el mundo surgirá una raza de oro.
(…) la tierra sin cultivo alguno derramará en primicias como ofrendas las hiedras trepadoras por doquier (…) Perecerá la serpiente y también perecerán las falaces hierbas venenosas (…)
Mas luego, cuando la edad ya fortalecido te haya convertido en hombre, el nauta mismo abandonará el mar y el pino marinero no trocará las mercancías. el campo no consentirá los rastross ni la hoz la viña; y por su parte el robusto labrador desuncirá los toros; la lana no aprendrá a fingir colores varios, sino que el carnero mismo trocará en los prados sus vellones (…) Contempla el firmamento balanceándose con el peso de su celeste bóveda y las tierras y la extensióndelmar y la concavidad del cielo, mira cómo se regocija todo con el siglo que va a venir.
Verg. \\Buc.
IV
No te enojes conmigo, Odiseo, ya que eres en todo el más circunspecto de los hombres; y las deidades nos enviaron la desgracia y no quisieron que gozésemos juntos de nuestra mocedad, ni que juntos llegáramos al umbral de la vejez. pero no te enfades conmigo, ni te irrites si no te abracé como ahora tan luego como estuviste en mi presencia; que mi ánimo acá dentro del pecho, tenía horrorizado que viniese algún hombre a engañarme con sus palabras, pues son muchos los que traman perversas astucias. Hom. Od. XXIII
Padre ofendido, alégrate; alegraos, Colcos abandonados; sombras de mi hermano, recibid las funerales ofrendas. Perdidos reino, patria y casa, me ha desamparado el esposo, que era él solo todo para mí. Así, he sido capaz de someter serpientes y toros salvajes; a uno solo no he sido capaz, a mi esposo. Yo, que hice retroceder con mis sabios filtros los terribles fuegos, no puedo evitar yo misma mis llamas. Los mismos conjuros, hierbas y hechizos me abandonan; nada me ayudan ni la diosa, ni los misterios de la poderosa Hécate. No me es grato el día; mis noches pasan en velas amargas y el sueño no acoge a esta desgraciada en su suave pecho. Yo, que a mí no puedo, pude adormecer al dragón. Más útil es mi ciencia a cualquiera que a mí. Ov. Her. Medea a Jasón
Te llaman dios de las danzas, de risas y de juegos, y piensan que no vales para la batalla. Mas eres uno mismo y diestro por igual en paz y en guerra.
Hor. Od. II 19
Polites.-¡Oh amigos! En el interior está cantando hermosamente alguna diosa o mujer que labra gran tela, y hace resonar todo el pavimento. Llamémosla cuanto antes. Así les dijo, y ellos la llamaron a voces . Circe se alzó en seguida, abrió la magnífica puerta, los llamó y siguiéronla todos imprudentemente, a excepción de Euríloco, que se quedó fuera por temor a algún daño. Cuando los tuvo adentro, los hizo sentar en sillas y sillones, confeccionó un potaje de queso , harina y miel fresca con vino de Prammio, y echó en él drogas perniciosas para que los míos olvidaran por entero la tierra patria. Dióselo, bebieron, y, de contado, los tocó con una varita y los encerró en pocilgas. Y tenían la cabeza, la voz, las cerdas y el cuerpo como los puercos, pero sus mientes quedaron tan enteras como antes. Y así fueron encerrados y todos lloraban, y Circe les echó, para comer, fabucos, bellotas y el fruto del cornejo, que es lo que comen los puercos, que se echan en la tierra. Hom. Od. X
Ni Poseidón me mató en las naves, desencadenando el fuerte soplo de terribles vientos, ni hombres enemigos acabaron conmigo en la tierra firme; Egisto fue quien me preparó la muerte y el hado, pues de acuerdo don mi funesta esposa, me llamó a su cas, me dio de comer y me quitó la vida como se mata a un buey junto a un pesebre. Morí de este modo (…). Oí la misérrima voz de Casandra, hija de Príamo a la cual estaban matando junto a mí, la dolosa Clitemnestra, y yo, en tierra y moribundo, alazaba los brazos para asirle la espada. Mas la descarada fuese luego, sin que se dignara bajarme los párpados ni cerrarme la boca, aunque me veía descender a la morada de Hades. Así es que nada hay tan horrible e imprudente c omo la mujer que concibe en su espíritu intentos como el de aquella, que cometió la inicua acción de tramar la muerte contra su esposo legítimo. (…) aquella ladina más que otra alguna en cometer maldades, cubrióse de infamia a sí misma y hasta a las mujeres que han de nacer, por virtuosas que sean. Hom. Od. XI
Cuando el pérfido pastor en sus naves troyanas raptó a su anfitriona Helena, los vientos veloces acalló Nereo con calma inoportuna y profetizó un triste futuro: “Funesto augurio acompaña tu viaje: Grecia entera vendrá con sus ejércitos para exigirte a esa mujer, y pondrá término a vuestra unión, y también al antiguo reino de Príamo. ¡Cuánto sudor han de verter hombres y bestias! ¡Cuántas muertes aprestas para Troya! Palas prepara casco, égida y carro, y su rabia feroz. Protegido orgulloso de Venus, en vano vas a peinar tu cabellera o, en la lira blanda, a tañer canciones agradables a las mujeres. Por más que en el tálamo esquives las lanzas pesadas y la punta de las flechas cretenses y el estrépito y Áyax, perseguidor incansable, un día el polvo ha de manchar tus galas de libertino.
Hor. Od. I 15
(…) Una oleada lo llevó a la áspera ribera: Allí se habría desgarrado la piel y roto los huesos si Atenea, la deidad de ojos de lechuza, no le hubiese sugerido en el ánimo lo que llevó a efecto: lanzóse a la roca, la asió con ambas manos y, gimiendo, permaneció adherido a ella hasta que la enorme ola hubo pasado. De esta suerte la evitó; mas al refluir, diole tal acometida, que lo echó en el ponto,y bien adentro. Así como el pulpo, cuando lo sacan de su escondrijo, lleva pegadas en los tentáculos muchas pedrezuelas, así la piel de las fornidas manos de Odiseo se desgarró y quedó en las rocas, mientras le cubría inmensa ola. Y allí acabara el infeliz Odiseo contra lo dispuesto por el hado, si Atenea, la deidad de ojos de lechuza, no le inspirara prudencia.
Hom. Od. V
Soy Eneas piadoso, llevo conmigo en mis naves los Penates arrancados de manos del enemigo, mi fama se ha extendido más allá de las estrellas. Busco mi patria, Italia, y la descendencia de Júpiter supremo. Con veinte naves surqué el mar Frigio, siguiendo el camino que mi madre, la diosa, me iba indicando, obedeciendo a mi destino. Verg. Aen. I
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- Última modificación: 2008/02/23 14:00
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