Abril de 2011

En la madrugada del sábado 30 de abril, falleció el escritor argentino Ernesto Sábato, a causa de una bronquitis que no logró superar, según informó Elvira González Fraga, compañera del escritor durante sus últimos años y presidenta de la Fundación Ernesto Sábato.

Sábato murió en su casa de Santos Lugares, a 40 kilómetros de Buenos Aires, dos meses antes de cumplir 100 años (los habría cumplido el 24 de junio) y un día antes del homenaje que iba a tributarle la Feria Internacional del Libro de la capital argentina.

Su hijo, el director de cine Mario Sábato, autor de un documental que narra la vida de su padre, y también de una película inspirada en el Informe sobre ciegos, perteneciente a la novela de Sábato Sobre héroes y tumbas (El poder de las tinieblas, 1979), había anunciado pocos días antes que el 100 cumpleaños de su padre iba a celebrarse con la apertura de un museo en la casa de Santos Lugares, habitada por Ernesto Sábato desde 1945.

Sábato es reconocido como uno de los tres grandes escritores argentinos, junto con Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Y eso que no ha sido un escritor muy prolífico: publicó sólo tres novelas y algunos ensayos y textos autobiográficos. En parte porque empezó a escribir tarde, tras su inicial carrera científica, y porque la ceguera le obligó a dejar de escribir y a cultivar su otra pasión: la pintura; y en parte, también, porque era muy exigente consigo mismo y destruía mucho de lo que escribía (y también mucho de lo que pintaba).

Nació el 24 de junio de 1911 en Rojas, al noroeste de la provincia de Buenos Aires, de padre italiano y madre albanesa. Era el penúltimo de los hijos de una familia compuesta por 11 hijos varones. Él mismo ha contado que pasó casi toda su infancia encerrado y que veía el mundo a través de una ventana. Ese encierro y su profunda timidez le empujaron a la lectura.

En 1930 se afilió al Partido Comunista de la Argentina (PCA), pero lo abandonó al conocer los crímenes del estalinismo. En 1938, se doctoró en Ciencias Físico-Matemáticas por la Universidad Nacional de La Plata. En 1938-39, estuvo becado en el Institute Curie de París, en donde se dedicó a estudiar las radiaciones atómicas. En la capital francesa, se vinculó con el surrealismo y el existencialismo. En 1943, decidió abandonar su carrera científica, decepcionado con un saber que es muy poderoso, pero que tiene efectos muy destructivos y que no se hace cargo de los grandes dilemas de la existencia humana.

En 1945, publica su primer libro, Uno y el Universo (Seix Barral, Barcelona, 1981), un ensayo en el que denuncia la deshumanización de la civilización tecnológica y que recibió el Premio de la Prosa de la ciudad de Buenos Aires. En 1948, coincidiendo con el auge del movimiento existencialista que siguió a la Segunda Guerra Mundial, publica su primera novela, El túnel (Seix Barral, Barcelona, 2011), elogiada por los grandes escritores de la época, como Albert Camus, Thomas Mann y Graham Green. De esta novela se han hecho tres versiones cinematográficas diferentes, una dirigida por León Klimovsky en 1952, otra dirigida para televisión por José Luis Cuerda en 1977 y otra dirigida por Antonio Drove 1987, con Peter Weller y Jane Seymour como protagonistas.

En 1951, escribe un nuevo ensayo, Hombres y engranajes (Alianza, Madrid, 2000), donde prosigue su crítica a la civilización tecno-científica. En 1961, publica su segunda novela, Sobre héroes y tumbas (Seix Barral, Barcelona, 2011), que incluye el estremecedor Informe sobre ciegos y que lo consagra internacionalmente como uno de los grandes escritores en lengua castellana. En 1963, aparece su ensayo El escritor y sus fantasmas (Seix Barral, Barcelona, 1979, 2ª ed. 2002), al que sigue Apologías y rechazos (Seix Barral, Barcelona, 1979).

En 1974 verá la luz su tercera y última novela, Abbadón el exterminador (Seix Barral, Barcelona, 1978), premiada en París como la mejor novela extranjera publicada en Francia en 1976. En 1998 se publican sus memorias, o más bien su primer testamento vital: Antes del fin (Seix Barral, Barcelona, 1999). Su último ensayo aparece en 2000, con el título La resistencia (Seix Barral, Barcelona, 2000). Y en 2004 ve la luz otro texto autobiográfico, España en los diarios de mi vejez (Seix Barral, Barcelona, 2011).

Tras la aparición de su tercera y última novela, Abbadón el exterminador, en Francia se le nombró Caballero de las Artes y las Letras. Diez años después, en 1984, recibió en España el prestigioso Premio Cervantes, que ya había sido concedido a Jorge Luis Borges. Entre los muchos premios y homenajes recibidos, que no voy a enumerar aquí, me gustaría destacar el Doctorado Honoris Causa que le concedió la Universidad de Murcia el 22 de mayo de 1989, hace ahora veintidós años, a propuesta de la Facultad de Letras (puede descargarse aquí el libreto con los discursos que se pronunciaron en esa ceremonia).

Pero Sábato también tuvo severos críticos literarios, comenzando por sus compatriotas Borges y Bioy Casares, que lo menospreciaban. Borges ridiculizaba en privado a Sábato y llegó a decir de él: “Ha escrito poco, pero ese poco es tan vulgar que nos abruma como una obra copiosa”. Y eso a pesar de que ambos participaron en un excelente libro preparado por Orlando Barone y titulado Diálogos Borges/Sábato (Emecé, Buenos Aires, 1976), en el que se recogen siete conversaciones mantenidas por los dos grandes escritores entre diciembre de 1974 y marzo de 1975. Además, el hecho de que Sábato no volviera a publicar novelas desde 1974 y llevase una vida relativamente apartada, en parte debido a su ceguera y en parte debido a su carácter solitario y depresivo, hizo que su renombre como escritor se fuera apagando en los últimos treinta años.

Ernesto Sábato no es conocido sólo por sus novelas, ensayos y memorias, sino también por el importante papel político que desempeñó en la investigación y denuncia de los crímenes de la dictadura militar argentina. Y eso a pesar de que en los primeros meses del golpe militar participó en una comida con el general Jorge Videla, a la que también asistió Borges. A medida que fue conociendo los crímenes de la dictadura, Sábato fue apoyando todas las denuncias y todas las peticiones de devolución con vida de los secuestrados (los llamados “desaparecidos”).

A petición del radical Raúl Alfonsín, primer presidente democrático de Argentina tras el período de la dictadura militar (1976-1983), presidió entre 1983 y 1984 la Comisión Nacional sobre la Desaparición de las Personas (CONADEP), lo que le obligó a conocer miles de testimonios de las víctimas, pero también de los verdugos. Se documentaron 340 centros de detención ilegal y de tortura, y 8.960 desapariciones (aunque las organizaciones de derechos humanos estiman que hubo unas 30.000 víctimas). Las conclusiones de esa dolorosa investigación fueron recogidas en el libro Nunca más (Eudeba, Buenos Aires, 1984), también conocido como Informe Sábato. Este Informe fue entregado por el propio Sábato al presidente Alfonsín el 20 de septiembre de 1984, en un acto memorable para todos los argentinos, porque hizo posible el enjuiciamiento y la condena de los máximos responsables de las sucesivas Juntas Militares, entre ellos Videla.

Más tarde, Sábato se opuso a las leyes de “punto final” y de “obediencia debida”, promulgadas por el propio Alfonsín, y a los indultos concedidos por el peronista Carlos Menem. Todas estas “leyes de impunidad” fueron posteriormente anuladas por el Congreso Nacional argentino en 2003 y declaradas inconstitucionales por la Corte Suprema de Justicia en 2005, lo que abrió el camino al enjuiciamiento y condena de los militares asesinos.

Esta labor como presidente de la CONADEP y como crítico de las “leyes de impunidad” le valió el reconocimiento de muchas organizaciones de defensa de los derechos humanos y de muchos juristas implicados en la aplicación del derecho internacional humanitario, como el juez español Baltasar Garzón. Pero Sábato también fue objeto de duras críticas, sobre todo porque en el prólogo que precede a Nunca más comienza diciendo: “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda”. Es lo que se conoció como “teoría de los dos demonios”. Sin embargo, pocas líneas más adelante, Sábato añade: “A los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos.” A pesar de estas últimas palabras, que precisan la diferencia entre el terrorismo revolucionario y el terrorismo de Estado, Hebe de Bonafini, presidenta de la asociación Madres de la Plaza de Mayo, declaró: “Nuestros hijos no eran demonios, eran revolucionarios (…) Lo que hizo Sábato es una porquería, pero es su pensamiento”.

Yo creo que Sábato tuvo siempre una concepción trágica de la existencia humana. En él había una atormentada mezcla de desesperación y de fe en el ser humano. En dos ocasiones estuvo a punto de suicidarse: “Me salvó el arte y por eso mi arte es trágico”. Hay una frase que resume muy bien su pensamiento: decía creer en el ser humano y amarlo profundamente, “a pesar de que estamos ante el animal más siniestro”.

Así concluye Antes del fin: “Piensen en la nobleza de estos hombres que redimen a la humanidad (…) Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido”. Y así concluye La resistencia: “He olvidado grandes trechos de la vida y, en cambio, palpitan todavía en mi mano los encuentros, los momentos de peligro y el nombre de quienes me han rescatado de las depresiones y amarguras. También el de ustedes que creen en mí, que han leído mis libros y que me ayudarán a morir.”.

En los años setenta, cuando yo hacía mis estudios universitarios en Madrid, leí con verdadera pasión las tres novelas de Sábato y algunos de sus ensayos. Sobre héroes y tumbas me impresionó tanto que ingenuamente traté de escribir a la manera de Sábato. Y mucho tiempo después, en un viaje que hice a Argentina en 2000, encontré en una librería de Buenos Aires su entonces recién aparecido ensayo La resistencia, y en otra librería de Neuquén, capital de la Patagonia argentina, encontré la nueva edición especial de Sobre héroes y tumbas, que había sido publicada en 1999 por la Editorial Sudamericana.

Quiero dejar aquí constancia de mi deuda, mi admiración y mi afecto hacia Ernesto Sábato, por la integridad moral de su vida, por la belleza de su obra narrativa y por la lucidez con que reflexionó sobre los grandes problemas de la humanidad.

Para componer esta reseña, he tenido en cuenta los datos aportados por las crónicas periodísticas de Ana Delicado (Público, 01/05/2011) y Soledad Gallego-Díaz (El País, 01/05/2011).

Puede encontrarse abundante información sobre Ernesto Sábato, e incluso descargarse muchas de sus obras, en el Homenaje a Ernesto Sábato elaborado por el blog argentino Taller Literario - Blog para escritores.

Última actualización: abril_2011 06/05/2011 20:21


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