Enero de 2016
Las funciones de la guerra en los relatos historiográficos occidentales
El viernes 8 de enero, en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), participé en el tribunal de una tesis de doctorado.
Los otros cuatro miembros del tribunal eran historiadores: José Carlos Bermejo Barrera (catedrático de Historia Antigua de la USC), Francisco Javier Gómez Espelosín (catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Alcalá de Henares), Israel Sanmartín Barros (profesor titular de Historia Medieval de la USC) y Antonio Presedo Garazo (profesor asociado de Historia Moderna de la Universidad de Vigo). El título de la tesis: Las funciones de la guerra en los relatos historiográficos occidentales. El autor: Pablo Sobral Arosa. La directora: Ana María Suárez Piñeiro, profesora contratada doctora de Historia Antigua de la USC.
Se trata de un trabajo muy original y de gran aliento. En primer lugar, por su alcance cronológico: comienza con el análisis de la guerra en las sociedades tribales y luego recorre toda la historia de Occidente, desde la Antigüedad greco-latina hasta el final de la Guerra Fría. Y, en segundo lugar, maneja fuentes muy diversas: arqueológicas, antropológicas, históricas, filosóficas, jurídicas, teológicas, etc.
El argumento principal de la tesis de Pablo Sobral Arosa es que la mayor parte de los estrategas militares, historiadores, filósofos, teólogos y juristas occidentales, desde Heródoto, Tucídides, Polibio, Aristóteles y Cicerón, hasta historiadores actuales de la guerra como John Keegan y Victor Davis Hanson, pasando por Eusebio de Cesarea, Agustín de Hipona, Paulo Orosio, Maquiavelo, Fichte, Hegel, Clausewitz, Moltke, etc., han hecho de la guerra el fundamento de la política y el motor de la historia, y han legitimado a los poderes dominantes de cada época, desde los imperios ateniense y romano hasta el actual imperio estadounidense, pasando por los reinos e imperios medievales, los modernos Estados europeos y sus imperios coloniales (España, Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda, etc.), y, por último, los reiterados intentos de Alemania por convertirse en un imperio continental europeo (desde Bismarck hasta Hitler), que causaron la I y la II Guerra Mundial.
Además, Pablo Sobral Arosa no solo insiste en el pensamiento militarista de todos estos autores, sino también en su filosofía de la historia eurocéntrica y teleológica. En particular, trata de mostrar que la formación cerrada de las unidades de infantería greco-latinas (las falanges macedonias, los hoplitas griegos y las legionas romanas), constituidas inicialmente por ciudadanos-soldados que luchaban por la gloria y la riqueza de su patria, y la búsqueda estratégica de la batalla decisiva como forma de derrotar al enemigo, han sido el modelo canónico e idealizado al que han recurrido una y otra vez los pensadores militares occidentales, desde Maquiavelo en su Del arte de la guerra y en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio, hasta Victor Davis Hanson en su The Western Way of War. Infantry Battle in Classical Greece.
Una obra tan ambiciosa como esta incurre inevitablemente en carencias, errores y simplificaciones. Yo le planteé al doctorando dos tipos de objeciones:
En primer lugar, se da una cierta confusión o indistinción entre dos registros discursivos distintos, que deberían haber sido delimitados metodológicamente con más claridad: por un lado, se narra una “historia de la guerra”, desde las sociedades tribales hasta la actual sociedad global, y para ello se recurre a los estudios de unos cuantos antropólogos, historiadores y filósofos (desde Pierre Clastres hasta Azar Gat, pasando por mis propios trabajos historiográficos y filosóficos, como La fuerza de la razón, Variaciones de la vida humana y El concepto de lo político en la sociedad global) en los que el doctorando se apoya como autoridades no discutidas; pero, al mismo tiempo, se narra una historia crítica de los discursos occidentales sobre la guerra, en la que el autor cuestiona las obras de antropólogos, historiadores, filósofos, teólogos y juristas, desde Heródoto hasta Victor Davis Manson. La distinción -y la relación- entre ambos registros discursivos sobre la guerra debería haber sido justificada y explicitada con más claridad.
En segundo lugar, al abarcar un periodo cronológico tan amplio, que comienza con la prehistoria y a continuación recorre el conjunto de la historia de Occidente, desde la Grecia antigua hasta el presente, es lógico que en esta doble historia (de la guerra y de los discursos sobre la guerra) se privilegien algunas épocas, algunos problemas, algunos autores, etc., y en cambio se ignoren otros, o se los trate muy de pasada. Esta selección es inevitable, pero debería haber sido explícitamente justificada.
Por ejemplo, apenas se analizan los debates historiográficos sobre el nacimiento de los primeros Estados, en los que la guerra tuvo un papel fundamental. También se aborda muy de pasada la formación de los modernos Estados europeos, de sus imperios coloniales y de la “revolución militar” que los hizo posibles (entre los siglos XV y XVIII), sobre la que yo mismo realicé mi tesis de doctorado (De la guerra a la ciencia: un estudio de los tratados militares medievales y renacentistas, 1984, parcialmente editada con el título La fuerza de la razón: guerra, Estado y ciencia en el Renacimiento, Murcia, Editum, 1987, 2ª ed. 2008) y sobre la que Geoffrey Parker ha escrito un libro imprescindible: La revolución militar: innovación militar y apogeo de Occidente (1500-1800) (Madrid, Alianza, 2002). Tampoco se estudia el debate de los humanistas del Renacimiento sobre la guerra justa y sobre el derecho de conquista, en el que desempeñaron un papel muy importante los filósofos erasmistas (Erasmo, Moro, Luis Vives, etc.) y los teólogos y juristas de la Escuela de Salamanca, como Francisco de Vitoria. Tampoco se tiene en cuenta que una gran parte del pensamiento histórico-político de la modernidad, desde Hobbes hasta Constant, se basó en el supuesto de que el proceso de modernización era un proceso de civilización y pacificación de la humanidad, como ha puesto de manifiesto Hans Joas en Guerra y modernidad (Barcelona, Paidós, 2005), y como yo mismo he argumentado en “La violencia y la ley” (El concepto político en la sociedad global, Barcelona, Herder, 2008, pp.147-210). Finalmente, tampoco se aborda el debate de los historiadores sobre el fenómeno de los Estados totalitarios en el marco de la llamada "guerra civil europea" (1914-1945).
No obstante, el conjunto de la tesis es bastante sólido y coherente. Su núcleo es la idealización de la forma de guerra greco-latina, tal y como fue llevada a cabo por parte de los estrategas, historiadores y filósofos modernos, desde Maquiavelo hasta la Contra-Ilustración alemana, y desde esta hasta los actuales neocons estadounidenses. El objetivo de Pablo Sobral Arosa ha consistido en hacer una genealogía y una crítica de esa idealización eurocéntrica de la guerra practicada por los hoplitas del imperio ateniense y las legiones del imperio romano. Esa es la secuencia histórica que él ha recorrido muy coherentemente en su tesis de doctorado. El trabajo está bien argumentado, bien documentado y bien escrito. Así que los miembros del tribunal, tras discutir largamente con el doctorando, decidimos darle la máxima calificación.
Mientras tanto, en Santiago de Compostela no dejó de llover durante todo el día.
Última actualización: enero_2016 10/01/2016 17:30
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- Última modificación: 2016/01/11 14:20
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