Marzo de 2021

La Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia ha organizado un ciclo de conferencias a distancia, dirigido al alumnado del Grado en Filosofía y titulado Más Filosofía Moderna. El ciclo se está impartiendo entre febrero y mayo del presente año, y en él participamos varios profesores de la Facultad y la doctora en Filosofía Agustina Varela. La decana Paca Pérez Carreño me pidió que diera la primera conferencia, titulada «El contrato social moderno: Hobbes, Locke, Rousseau, Kant». La di el pasado 24 de febrero por la tarde y luego entregué al alumnado un documento con la presentación, en el que se incluye una selección de textos y una bibliografía básica. Voy a reproducir ese documento bajo estas líneas, aunque también puede descargarse aquí.


La filosofía y la historia

La aporía irresoluble del pensamiento filosófico: pretende conseguir una validez universal, transcultural y transhistórica, pero se formula siempre en una situación histórica y biográfica concreta. Por eso, no existe «la» Filosofía en singular sino «las» filosofías en plural.


Tres maneras de contar la historia del pensamiento

Idealista: las ideas son intemporales, independientes del contexto vital de los pensadores y pensadoras, y además tienen el poder de representar, modelar y transformar por sí mismas el mundo.

Materialista: las ideas son meros efectos o reflejos mentales, derivados y dependientes de procesos físico-biológicos e histórico-sociales no intencionales.

Pragmática: la historia y la biografía de los seres humanos son el resultado de una doble interacción:

- Hay una relación de ida y vuelta constante entre los hechos y las ideas, entre los procesos físico-biológicos e histórico-sociales no intencionales y las acciones humanas intencionales.

- Los hechos y las ideas del presente están condicionados por la herencia del pasado, pero esa herencia, a su vez, se reelabora y reinterpreta siempre desde la experiencia del presente.


Sobre la época moderna

- El concepto de lo «moderno» lo inventan en el siglo XIV los primeros humanistas (entre ellos, Petrarca), con un sentido peyorativo, para defender un retorno o Renacimiento de la Antigüedad pagana y cristiana frente a la degeneración intelectual de los «modernos» escolásticos, cuya época es (des)calificada como una Edad Media o «intermedia».

- Durante la larga «querella entre antiguos y modernos» (siglos XVI a XVIII), lo «moderno» pasa a ser superior a lo «antiguo» (Bacon). La visión cíclica de la historia (defendida todavía por Maquiavelo) es sustituida por otra de progreso ilimitado de la razón (como la que formulaKant). La historia comienza a ser pensada como una sucesión teleológica de épocas: Antigüedad, Edad Media y Modernidad.

- La concepción progresiva del tiempo histórico se corresponde con una concepción eurocéntrica del espacio terrestre. La Europa occidental, blanca y cristiana, comienza su expansión ultramarina, construye grandes imperios coloniales e impone su hegemonía en todo el mundo, desde 1492 hasta 1945.

- Esta visión evolutiva y eurocéntrica está vinculada a tres procesos históricos interdependientes: el Estado-nación soberano, la economía-mundo capitalista y la revolución tecno-científica. En estos tres procesos de «modernización», hay que distinguir dos etapas (siglos XVII-XVIII y siglos XIX-XX), separadas por las primeras revoluciones liberales, la revolución industrial y las nuevas ciencias físicas, biológicas y sociales.


La revolución filosófica y científica de la primera modernidad

El historiador de la filosofía y de la ciencia Alexandre Koyré (1892-1964) escribió un relato ya clásico sobre el paso de la astronomía geocéntrica a la heliocéntrica, y, en general, sobre la revolución intelectual de la primera modernidad. Su título: Del mundo cerrado al universo infinito (1957). Sin embargo, ese relato lo escribió desde una perspectiva evolutiva y eurocéntrica que hoy es ya insostenible.

Precisamente en los años en que Koyré escribe su libro, Will Steffen y otros científicos sitúan el momento en el que se inicia el Antropoceno, un periodo geológico caracterizado por el poder de la especie humana para alterar los ciclos naturales de la biosfera terrestre. Desde 1945, se ha producido una Gran Aceleración que está socovando las bases de sustentación biofísica de la propia especie humana y puede conducir a su extinción o a un ecocidio y un genocidio masivos. Desde esta nueva perspectiva histórica, que es la de nuestro propio presente, un grupo de filósofos, historiadores, sociólogos y antropólogos ha propuesto una revisión crítica del relato de Koyré sobre los orígenes de la concepción moderna del mundo, como puede comprobarse en el título mismo del volumen colectivo coordinado por la filósofa Émilie Hache: De l'univers clos au monde infini (2014). Desde este nuevo horizonte histórico abierto por el Antropoceno, el filósofo Pierre Charbonnier ha llevado a cabo una muy rigurosa revisión crítica de la historia del pensamiento político moderno, en su reciente libro: Abondance et liberté. Une histoire environnementale des idées politiques (París, La Découverte, 2020).


Mundo cerrado, jerárquico y cíclico

El filósofo e historiador Arthur O. Lovejoy, fundador de la llamada «historia de las ideas», en su obra clásica La gran cadena del ser. Historia de una idea (1936) reconstruyó precisamente la historia de esa «idea» del mundo, desde su gestación en Platón y Aristóteles hasta sus últimas formulaciones a comienzos del siglo XIX.

El famoso Discurso sobre la dignidad del hombre (1486), de Giovanni Pico della Mirandola, es un breve texto que ejemplifica muy bien la «gran cadena del ser». Esta es la jerarquía:

Dios
Mundo celeste o supralunar
Hombre (microcosmos)
Mundo terrestre o sublunar
Materia

En esta «gran cadena del ser», el cosmos es geocéntrico y cerrado: el sol, la luna y los planetas giran en torno a la Tierra, que permanece inmóvil en el centro, y en el límite exterior se encuentra la esfera de las estrellas fijas. Además, el mundo se encuentra escalonado por una jerarquía ontológica que es a un tiempo física y moral, y que va descendiendo del Dios supremo (el grado más alto de ser y de bien) a la materia informe (el grado más ínfimo de ser, identificado con el mal).

El ser humano se encuentra en el punto medio de la escala: es un «microcosmos», un mundo en miniatura, y por ello mismo puede descender (mediante la «caída») o ascender (mediante la «salvación»), según el uso que haga de su libertad. Si hace un buen uso de ella, puede ascender al mundo celeste, asimilarse o unirse con Dios y «trascender» por completo su condición terrestre. Se postula, pues, la trascendencia teológica del ser humano.


Universo infinito, dualista y progresivo

La revolución científica y filosófica de la primera modernidad consiste en el tránsito de la «gran cadena del ser» al dualismo ontológico entre la res extensa y la res cogitans, formulado por vez primera por Descartes. La escala tradicional de los seres, vertical y gradual, es reemplazada por la gran división horizontal entre la Naturaleza (entendida como el reino de los objetos inertes, sometidos a leyes físicas universales y deterministas) y la Sociedad (entendida como el reino de los sujetos conscientes y libres, capaces de autodeterminarse mediante leyes morales y jurídicas). Por un lado, un orden físico matematizado, cognoscible experimentalmente y manipulable técnicamente; por otro lado, un orden político juridificado, construible artificialmente y mejorable utópicamente.

Res extensa - Res cogitans
Naturaleza - Sociedad
Orden físico - Orden político

Tal y como han señalado el filósofo Bruno Latour (Nunca fuimos modernos, 1991) y el antropólogo Philippe Descola (Más allá de naturaleza y cultura, 2005), esta gran dicotomía entre Naturaleza y Sociedad es la ontología distintiva de la modernidad europea.

En este nuevo marco ontológico, el cosmos geocéntrico y cerrado es sustituido por un universo heliocéntrico e infinito, con una doble dualidad: cuerpo/mente y orden físico/orden político. El ser humano es a la vez cuerpo y mente, y por ello mismo forma parte a un tiempo del mundo físico y del mundo político; pero puede progresar de la materia al espíritu, de la necesidad natural a la libertad moral, al conocer y dominar tanto la naturaleza exterior (por medio del saber tecno-científico y el poder socio-político) como su propia naturaleza interior (por medio de la educación o modelación moral de la subjetividad). Se postula, pues, la posibilidad de una trascendencia tecnológica, por medio de la cual el ser humano puede emanciparse de su condición natural.


Los dos modelos hegemónicos de la filosofía política occidental


Modelo estamental antiguo: Oikos / Polis (Aristóteles)

1. El estado de naturaleza es ya un estado social, formado por grupos familares.
2. Entre el oikos (sociedad mínima) y la polis (sociedad máxima) no hay una contraposición sino una progresión asociativa natural.
3. En el estado natural los individuos no viven aislados, sino formando familias y aldeas, que a su vez se unen para formar el Estado-ciudad.
4. El estado natural no es un estado de libertad e igualdad, sino de dominio patriarcal y señorial en el seno del oikos.
5. El paso de la familia al Estado-ciudad es un proceso evolutivo que responde a las necesidades humanas, de modo que la polis es tan natural como el oikos.
6. La fuente de legitimidad del Estado-ciudad es su misma condición de sociedad natural autárquica, capaz de satisfacer todas las necesidades de la vida humana.


Modelo contractual moderno: «estado de naturaleza» / Estado de derecho (Thomas Hobbes)

1. El estado de naturaleza es un estado asocial, no-político o pre-político.
2. El Estado de derecho, civil o político, surge mediante una negación o superación del estado de naturaleza.
3. El estado de naturaleza está formado por individuos aislados o familias autónomas, lo que acaba engendrando inseguridad.
4. En el estado de naturaleza, los individuos aislados o las familias autónomas son libres e iguales entre sí.
5. El paso del estado de naturaleza al Estado de derecho se produce por convención o contrato, de modo que el Estado civil es una sociedad artificial, no natural.
6. La fuente de legitimidad del Estado es el contrato mutuo de sometimiento al soberano, y esto lo distingue radicalmente de la familia y las demás asociaciones estamentales.


Thomas Hobbes (1588-1679)

- Hobbes comparte con Galileo y Descartes el paso del mundo cerrado al universo infinito. Pretende elaborar una nueva filosofía política basada en la «nueva física» y por eso piensa el Estado como un «artefacto» fabricado por los humanos.
- La secularización del poder político: de la soberanía de Dios, defendida por la teología política cristiana e invocada por las diversas iglesias en disputa, a la soberanía del sujeto natural y del Estado artificial.
- La soberanía del sujeto en «estado de naturaleza»: la «guerra de todos contra todos» y el constante peligro de muerte. La condición fratricida de los humanos tras la «caída» o expulsión del paraíso.
- La razón coomo mero cálculo para la supervivencia individual y la renuncia voluntaria a la violencia intersubjetiva como origen del Estado y del vínculo social.
- El doble e inseparable contrato de asociación y de sujeción: «obediencia a cambio de protección» como fundamento del Estado. De la naturaleza a la civilidad.
- El contrato explícito (o el consentimiento implícito) legitima los tres tipos de dominación que Hobbes diferencia: patriarcal (por generación), señorial (por conquista) y político o estatal (por institución).
- El contrato de sujeción es irrevocable y la soberanía estatal es indivisible e ilimitada.
- El Estado como condición de la civilidad: familia, propiedad, mercado, artes, ocio, etc. La ausencia de Estado como propia del «salvajismo» de los pueblos de ultramar.
- Las relaciones entre los Estados europeos: un nuevo «estado de naturaleza», sin posibilidad de instituciones supra-estatales. La balanza europea y los imperios coloniales.
- La tradición del «realismo político»: de Hobbes a Schmitt, y de Schmitt a Huntington.

TEXTOS

Thomas Hobbes, Leviatán o la materia, forma y poder de una República, eclesiástica y civil, Introducción. Fragmento:

«La Naturaleza (Arte con el cual Dios ha hecho y gobierna el mundo) es imitada por el Arte del hombre en muchas cosas y, entre otras, en la producción de un animal artificial. Pues viendo que la vida no es sino un movimiento de miembros, cuyo origen se encuentra en alguna parte principal de ellos, ¿por qué no podríamos decir que todos los autómatas (artefactos movidos por sí mismos mediante muelles y ruedas, como un reloj) tienen una vida artificial? Pues ¿qué es el corazón sino un muelle? […] Pero el Arte va aún más lejos, imitando la obra más racional y excelente de la Naturaleza que es el hombre. Pues mediante el Arte se crea ese gran Leviatán que se llama una república o Estado (Civitas en latín) y que no es sino un hombre artificial, aunque de estatura y fuerza superiores a las del natural, para cuya protección y defensa fue pensado. Allí la soberanía es un alma artificial que da fuerza y movimiento al cuerpo entero […] Por último, los pactos y convenios, mediante los cuales se hicieron, conjuntaron y unificaron en el comienzo las partes del cuerpo político, se asemejan a ese Fiat o al hagamos el hombre pronunciado por Dios en la creación.»

Thomas Hobbes, Leviatán, Parte I (Del hombre), Capítulo XIII (De la condición natural del género humano en lo que concierne a su felicidad y miseria). Fragmento:

«La naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en sus facultades corporales y mentales que […] en lo que toca a la fuerza corporal, aun el más débil tiene fuerza suficiente para matar al más fuerte. Y en lo que toca a las facultades mentales […], encuentro mayor igualdad aún entre los hombres, que en el caso de la fuerza […] De esta igualdad de capacidades surge la igualdad en la esperanza de alcanzar nuestros fines. Y, por lo tanto, si dos hombres cualesquiera desean la misma cosa, que, sin embargo, no pueden ambos gozar, devienen enemigos; y en su camino hacia su fin (que es principalmente su propia conservación, y a veces sólo su delectación) se esfuerzan mutuamente en destruirse o subyugarse […] Es por ello manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que les obligue a todos al respeto, están en aquella condición que se llama guerra; y una guerra como de todo hombre contra todo hombre […] En tal condición no hay lugar para la industria; porque el fruto de la misma es inseguro. Y, por consiguiente, tampoco cultivo de la tierra; [….] ni artes; ni letras; ni sociedad; sino, lo que es peor que todo, miedo continuo, y peligro de muerte violenta; y para el hombre una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta.»


John Locke (1632-1704)

- Un «estado de naturaleza» pacífico y sociable, formado por familias patriarcales con propiedad privada: tierras, ganados, esclavos, dinero y libre comercio. Se da, pues, como en Aristóteles, una cierta «sociedad civil» natural, estamental, mercantil y preestatal o prepolítica.
- La teoría liberal de la «propiedad privada»: su origen no es la conquista y ocupación político-militar del territorio y su distribución entre los colonos (la tradición del derecho romano y la terra nullius), sino lo que cada uno puede trabajar y consumir por sí mismo, en una Tierra virgen creada por Dios para toda la humanidad: «al principio, todo el mundo era América» (sin indios).
- La acumulación privada de bienes mediante la esclavitud, el dinero y el comercio, conlleva desigualdad e inseguridad, pues los propietarios pueden sufrir ataques. Este estado «intermedio» de desigualdad e inseguridad hace necesario el pacto fundador del Estado.
- La propiedad privada, el dinero y el comercio son «naturales» y anteriores a la familia (el matrimonio puede disolverse tras la crianza de los hijos y la transmisión de la propiedad) y al Estado (creado para proteger la propiedad, no la vida como en Hobbes: «el fin del gobierno es la preservación de la propiedad y tal es la razón por la que los hombres entran en sociedad»).
- El contrato social instituye el Estado, pero la soberanía no es irrevocable, absoluta e indivisible: división de poderes entre el legislativo y el ejecutivo, revocabilidad de los representantes electos, supremacía de las leyes y derecho a la revolución contra los tiranos. Influye en la revolución inglesa (1688) y, con Montesquieu y Rousseau, en la americana (1776-1787).
- Locke y Hobbes son las dos almas del liberalismo moderno, que oscilará siempre entre la soberanía del sujeto y la del Estado, el libertarismo individualista y el despotismo estatalista: el Estado surge para preservar la soberanía del sujeto, pero es también la principal amenaza de la que el sujeto (y, por tanto, la «sociedad civil» natural o prepolítica) debe defenderse.

TEXTOS

John Locke, Segundo ensayo sobre el gobierno civil, cap. V. De la «propiedad». Fragmento:

«25. […] Mi empeño será demostrar que los hombres tienen la posibilidad de convertirse en propietarios de diversas parcelas de aquello que Dios concedió a la humanidad en común, y ello sin necesidad de un pacto explícito de cuantos comparten dicha posesión […]
27. Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores pertenezcan a todos los hombres en común, con todo, cada hombre es propietario de su propia persona, sobre la cual nadie, excepto él mismo, tiene ningún derecho. Podemos añadir a lo anterior que el trabajo de su cuerpo y la labor de sus manos son también suyos. Luego, siempre que coja algo y lo cambie del estado en que lo dejó la naturaleza, ha mezclado su trabajo con él y le ha añadido algo que le pertenece, con lo cual, lo convierte en propiedad suya. Al sacarlo del estado en el que lo dejó la naturaleza, puso en ello algo que lo excluye del derecho común de los demás hombres […]
32. Ahora bien, el objeto principal de la propiedad no es ahora los frutos de la tierra, ni los animales que subsisten en ella, sino la tierra misma, por ser en ella donde se da todo lo demás. Y mi opinión es que es obvio que la propiedad sobre la tierra se adquiere de la misma manera que hemos descrito anteriormente […] Mediante su trabajo, este hombre cercaría, por así decir, esta tierra, separándola de la que es común. Y nadie podrá invalidar su derecho.»

John Locke, Segundo ensayo sobre el gobierno civil, cap. IX. De los fines de la sociedad política y del gobierno. Fragmento:

«123: Si en el estado de naturaleza el hombre es tan libre como hemos dicho; si es el dueño absoluto de su propia persona y posesiones, igual que el más principal, y no es súbdito de nadie, ¿por qué razón renuncia a su libertad? ¿Por qué entrega su imperio y se somete al dominio y control de otro poder? La respuesta obvia es que, aunque en el estado de naturaleza tiene ese derecho, aun así, su capacidad de disfrutarlo es muy incierta y se ve constantemente expuesta a la invasión de otros […] Esto es lo que le hace desear abandonar esta condición, que, por muy libre que sea, está llena de temores y peligros continuos. Y no le falta razón cuando anhela y procura unirse en sociedad con otros que ya lo están o que tienen el propósito de estarlo, para la mutua preservación de sus vidas, libertades y haciendas, a todo lo cual me vengo refiriendo con el término general propiedad.
124: Por lo tanto, el fin supremo y principal de los hombres al unirse en repúblicas y someterse a un gobierno es la preservación de sus propiedades, algo que en el estado de naturaleza es muy difícil de conseguir.»


Jean-Jacques Rousseau (1712-1778)

- Un estado de naturaleza pacífico y asocial, formado por individuos solitarios, libres, compasivos y felices. El «buen salvaje» en una naturaleza pródiga. Contra Hobbes y Locke, que «naturalizan» al hombre socializado y maleado de la sociedad burguesa.
- Un estado intermedio: la historia corrompe al hombre natural. El «cercado» delimita la propiedad privada como acto violento y es el origen de la desigualdad: clases sociales, guerras y despotismo.
- El contrato social como restaurador de la libertad y la igualdad naturales. La «voluntad general» como una soberanía popular frente al monarca absoluto de Hobbes, el monarca parlamentario de Locke y el monarca ilustrado del primer Kant.
- La necesidad de un sabio legislador que dé una constitución al pueblo. La multitud corrompida no puede autoconstituirse como pueblo soberano sin la guía de un sabio legislador que la dote de una constitución, que será el objeto del contrato social.
- Con y contra Hobbes: a) la «voluntad general» es absoluta e indivisible, y todas las voluntades individuales deben someterse a ella sin resistencia; b) pero se constituye mediante la participación de todos los individuos, de modo que cada individuo es «autónomo» en la medida en que se da sus propias leyes, es decir, es a la vez voluntad general y voluntad particular, ciudadano legislador y súbdito del Estado (como en Kant).
- La «voluntad general», como poder constituyente y legislativo, no es enajenable ni representable, conserva siempre la soberanía. El gobierno o poder ejecutivo es un mandatario o fideicomisario. El ideal político es la democracia directa de la pequeña comunidad, según el modelo republicano de las ciudades griegas, romanas y suizas.

TEXTOS

Jean-Jacques Rousseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1754), Segunda parte. Fragmento:

«El primero al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir esto es mío y encontró personas lo bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores no habría ahorrado al género humano quien, arrancando las estacas o rellenando la zanja, hubiera gritado a sus semejantes!: “¡Guardaos de escuchar a este impostor!; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y que la tierra no es de nadie.” […] Tal fue, o debió ser, el origen de la sociedad y de las leyes, que dieron nuevos obstáculos al débil y nuevas fuerzas al rico, destruyeron sin remisión la libertad natural, fijaron para siempre la ley de la propiedad y de la desigualdad, hicieron de una hábil usurpación un derecho irrevocable, y sometieron desde entonces, para provecho de algunos ambiciosos, a todo el género humano al trabajo, a la servidumbre y a la miseria. Es fácil ver cómo el establecimiento de una sola sociedad hizo indispensable el de todas las demás, y cómo, para hacer frente a fuerzas unidas, hubo que unirse a su vez. Al multiplicarse o extenderse rápidamente, pronto cubrieron las sociedades toda la superficie de la tierra.»

Jean-Jacques Rousseau, Del contrato social (1762), Libro I, cap. 1 a 6. Fragmento:

«Cap. 1. El hombre ha nacido libre, y por doquiera está encadenado […]
Cap. 4. Puesto que ningún hombre tiene una autoridad natural sobre su semejante, y puesto que la fuerza no produce ningún derecho, quedan, pues, las convenciones como base de toda autoridad legítima entre los hombres […]
Cap. 5. Un pueblo, dice Grocio, puede darse a un rey. Según Grocio un pueblo es, por lo tanto, un pueblo antes de darse a un rey […] Antes, pues, de examinar el acto por el que un pueblo elige un rey, sería conveniente examinar el acto por el que un pueblo es un pueblo. Porque siendo necesariamente anterior este acto al otro, es el verdadero fundamento de la sociedad […]
Cap. 6. «Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y quede tan libre como antes.» Tal es el problema fundamental al que da solución el contrato social.»


Immanuel Kant (1724-1804)

- Tras la Revolución francesa (1789), Kant evoluciona de la idea liberal del doble contrato social (asociación mutua de la «sociedad civil» y sujeción al Estado soberano) a la idea republicana del contrato social único por el que se constituye el pueblo soberano.
- Etapa liberal: el contrato social no es un hecho histórico sino una idea reguladora de la razón para juzgar la legitimidad de cada Estado y su grado de aproximación al ideal político y moral de una comunidad de hombres libres e iguales.
- Etapa republicana: el contrato social no es sólo una idea reguladora sino también un hecho histórico que acontece cuando un pueblo se constituye como soberano. Pero se requiere el aprendizaje del tiempo para que el Estado resultante se vaya acercando al ideal.
- Los seres humanos no son por naturaleza ni insociables (Hobbes y Rousseau) ni sociables (Locke), ni belicosos (Hobbes) ni compasivos (Rousseau), sino que en ellos se da una mezcla de «insociable sociabilidad», hostilidad y hospitalidad, competencia y colaboración.
- La hostilidad y la competencia conducen a la hospitalidad y la colaboración, en el tiempo histórico de la especie. En la historia se da un doble proceso de «ilustración» y de «revolución» que hará posible el progreso intelectual y político de la humanidad.
- El progreso de la humanidad no se detiene en el Estado, pues la relación «natural» entre Estados es de guerra permanente. Contra Hobbes, Kant retoma el cosmopolitismo estoico, el ius gentium de los romanos y de Francisco de Vitoria, y el «libre comercio» de Hugo Grocio, pero va más allá: propone un «Estado mundial» o, al menos, una «federación de repúblicas libres» que garantice la «paz perpetua» y el libre movimiento de las personas para comerciar unas con otras.

TEXTOS

Immanuel Kant, Ideas para una historia universal en clave cosmopolita (1784). Fragmento:

«1. Todas las disposiciones naturales de una criatura están destinadas a desarrollarse alguna vez completamente y con arreglo a un fin.
2. En el hombre (como única criatura racional sobre la tierra) aquellas disposiciones naturales que tienden al uso de su razón sólo deben desarrollarse por completo en la especie, mas no en el individuo […]
4. El medio del que se sirve la Naturaleza para llevar a cabo el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las mismas dentro de la sociedad, en la medida en que ese antagonismo acaba por convertirse en la causa de un orden legal de aquellas disposiciones. Entiendo aquí por antagonismo la insociable sociabilidad de los hombres […]
8. Se puede considerar la historia de la especia humana en su conjunto como la ejecución de un plan oculto de la Naturaleza para llevar a cabo una constitución interior y -a tal fin- exteriormente perfecta, como el único estado en el que puede desarrollar plenamente todas sus disposiciones en la humanidad.
9. Un intento filosófico de elaborar la historia universal conforme a un plan de la Naturaleza que aspire a la perfecta integración civil de la especie humana tiene que ser considerado como posible y hasta como elemento propiciador de esa intención de la Naturaleza.»

Immanuel Kant, Para la paz perpetua. Un esbozo filosófico (1795), Segundo artículo definitivo para la paz perpetua. Fragmento:

«Los pueblos, en cuanto Estados, pueden considerarse como individuos que, en su estado de naturaleza (es decir, independientes de leyes externas), se perjudican por su coexistencia, y cada uno, en aras de su seguridad, puede y debe exigir del otro que entre con él en una constitución, semejante a la civil, en que se pueda garantizar a cada uno su derecho. Esto sería una federación de pueblos que, sin embargo, no debería ser un Estado de pueblos […]
Es posible representarse la posibilidad (realidad objetiva) de esta idea de federación, que debe extenderse paulatinamente a todos los Estados y conducir así a la paz perpetua […]
Para los Estados, en sus relaciones mutuas, no hay otro modo, según la razón, de salir del estado anárquico, que involucra la guerra, que avenirse en leyes públicas coactivas, así como los individuos entregan su libertad salvaje (sin leyes), y formar un Estado de pueblos (civitas gentium), la cual, (siempre en aumento, por cierto) abarcaría al fin todos los pueblos de la tierra. Pero si no quieren esto, por su idea del derecho de gentes, con lo que resulta que lo correcto in thesi lo rechazan in hipothesi, entonces, la corriente de la propensión injusta y enemiga sólo puede ser detenida, en lugar de por la idea positiva de una república mundial, por el subrogado negativo de una federación defensiva, permanente y en continua expansión, aunque con el peligro constante del estallido de aquélla.»


Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831)

Un modelo político triádico que combina los dos modelos diádicos precedentes:

- El modelo estamental antiguo (Aristóteles: oikos / polis)
- El modelo contractual moderno (Hobbes: «estado de naturaleza» / Estado de derecho)

El resultado es una filosofía política que combina los tres momentos del «espíritu objetivo», concretados en los tres estadios sucesivos de la «eticidad». Estos se corresponden con las tres esferas diferenciadas de la sociedad capitalista moderna:

- La familia patriarcal moderna: matrimonio perpetuo, sumisión (y reclusión domestica) de la mujer y educación diferenciada de los hijos y las hijas.
- La «sociedad civil»: incluye el «sistema de las necesidades» (con la división social entre el trabajo y la propiedad), la «administración de justicia», el «poder de policía» (que se ocupa de las ciudades, la pobreza, la educación, la salud, etc.) y las «corporaciones» (asociaciones profesionales de trabajadores y empresarios).
- El Estado-nación soberano: es la comunidad suprema que supera la particularidad de las familias y la división social de la sociedad burguesa, en la unidad orgánica de la nación y su «espíritu del pueblo» (Volkgeist). En la historia se da una translatio imperii de Oriente a Occidente, y en cada época hay un pueblo que es portador del «espíritu universal» (Weltgeist): orientales, griegos, romanos y germanos.

TEXTO

G. W. F. Hegel, Principios de la Filosofía del Derecho (1821), III. El Estado, B. Derecho político externo, C. La historia universal. Fragmento:

«B. § 340. En las relaciones entre los Estados, puesto que ellos están allí como particulares, se manifiesta en su mayor dimensión el juego sumamente movido de la interna particularidad de las pasiones […]; es éste un juego en el que la totalidad ética misma, la autonomía de los Estados, está expuesta a la contingencia. Los principios de los espíritus de los pueblos son limitados a causa de la particularidad en la que tienen su realidad objetiva y su autoconciencia como individuos existentes. En su relación recíproca, sus destinos y actos constituyen la manifestación de la dialéctica de la finitud de esos espíritus, de la que surge, ilimitado, el espíritu universal, el espíritu del mundo, que es al mismo tiempo quien ejerce sobre ellos su derecho -y su derecho es el derecho supremo- en la historia universal, erigida en tribunal universal.
C. § 347. Al pueblo al que le corresponde un momento tal como principio natural, le está confiada la realización del mismo dentro del proceso evolutivo de la autoconciencia del espíritu universal. Ese pueblo es el pueblo dominante en la historia universal en esa época determinada, y sólo puede hacer época una vez en la historia (§ 346). Frente a ese absoluto derecho suyo que le otorga el ser el representante del estadio actual del desarrollo del espíritu universal, los espíritus de los otros pueblos carecen de derecho, y, al igual que aquellos cuya época ya pasó, no cuentan más en la historia universal.»


Los límites de la filosofía contractualista moderna

Hay una continuidad histórica entre el modelo estamental antiguo y el contractual moderno, lo que permite a Hegel integrarlos entre sí. Ambos modelos comparten cuatro supuestos básicos:

1. El estatalismo: se identifica a la comunidad política con el Estado como la forma suprema de la comunidad humana, que subsume e integra a todas las otras. Se instituye la diferencia jerárquica entre lo público y lo privado, y la subordinación de familias, comunidades locales y otras asociaciones al poder coactivo del Estado.
2. El patriarcalismo: junto con la jerarquía entre lo público y lo privado, se instituye un «contrato sexual» (Carole Pateman) que legitima la jerarquía «natural» entre hombres y mujeres, la exclusión de éstas de la comunidad política y su reclusión en la esfera doméstica.
3. El clasismo: se restringe la plena ciudadanía no sólo a los varones cabezas de familia, sino también a los patronos de las haciendas familiares, que son propietarios de tierras, ganados, esclavos, siervos domésticos y trabajadores a sueldo.
4. El etnocentrismo: se atribuye un «estado de naturaleza» pre-humano a los pueblos sin Estado (los «bárbaros» para los helenos y los «salvajes» para los europeos modernos), pese a que han protagonizado más del 95% de la historia humana y han sido los primeros en poblar toda la Tierra (Pierre Clastres).

En resumen, la comunidad política de los seres libres e iguales se limita a la minoría de quienes participan en el gobierno del Estado. Las relaciones de dominación sexual, económica y étnica sobre los colectivos excluidos son despolitizadas y naturalizadas. La democracia y la ciudadanía se restringen a las élites masculinas, propietarias y europeas.

A partir del siglo XIX, con el surgimiento de los movimientos emancipatorios críticos con las revoluciones liberales (movimiento sufragista y feminista, movimiento obrero y socialista, y movimiento anticolonialista, antiesclavista y antisegregacionista), se inicia la denuncia de esta estrategia «contractual» de despolitización y naturalización de las diversas formas de dominación sexual, económica y étnica.


Las obras principales del contractualismo moderno

HOBBES, Th., El ciudadano [De Cive, 1642, 1647, 1651], ed. bilingüe de J. Rodríguez Feo, Madrid, Debate/CSIC, Madrid, 1993. Es la tercera obra de una trilogía compuesta también por Sobre el cuerpo [De Corpore, 1655] y Sobre el Hombre [De Homine, 1658].
—– Leviatán [1651], ed. de C. Moya y A. Escohotado, Madrid, Editora Nacional, 1979. Hay otras dos ediciones: M. Sánchez, Ciudad de México, FCE, 1940; C. Mellizo, Madrid, Alianza, 1989.

LOCKE, J., Obra completa, ed. de Agustín Izquierdo, Madrid, Gredos, 2013.
—– Dos ensayos sobre el gobierno civil, ed. J. Abellán, trad. F. Giménez, Madrid, Espasa-Calpe, 1991.
—– Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil: un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y fin del gobierno civil, trad. de C. Mellizo, Madrid, Tecnos, 2006.

SMITH, A., Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, Ciudad de México, FCE. 1958.

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Última actualización: marzo_2021 2021/03/29 14:35

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