CIVIL-izándonos → Elevándonos hasta el Derecho civil.
(Web docente de Joaquín Ataz López)

(Página actualizada al curso 2024—​2025)

1. Justificación de esta página

En los últimos años, además de mi trabajo como docente, y de mis publicaciones en el campo del Derecho civil he desarrollado interés por la edición de textos, los lenguajes de marcado y la composición tipográfica de textos. Constituyen un área de interés y una rama de mi actividad que no está relacionada con el Derecho en general, ni con el Derecho civil en particular, o con el trabajo universitario…​

…​O, tal vez, sí tengan que ver con el trabajo universitario ya que éste, a fin de cuentas, exige continuamente escribir documentos y esta página va de herramientas informáticas para el trabajo con textos.

En esta página explicaré mi flujo de trabajo en la generación de textos. Tanto da que esos textos sean trabajos de investigación, temas dirigidos a los estudiantes, presentaciones para usar en clase acompañando a una explicación o, incluso, páginas web como la actual y todas las que componen «CIVILizándonos».

2. Procesadores y editores

2.1. Dos formas distintas de lidiar con textos

Para el trabajo con textos en informática, existen dos grandes tipos de programas: los procesadores de texto y los editores de texto. La mayoría de usuarios utiliza procesadores; yo prefiero los editores por las razones que más adelante desarrollaré.

Procesadores de texto

Los procesadores de texto, como Microsoft Word, Google Docs, Apple Pages o LibreOffice Writer, permiten escribir y aplicar formato visual (negrita, cursiva, tipo y tamaño de fuente…​) a medida que se redacta. Son programas WYSIWYG (What You See Is What You Get o, en español: Lo que ves es lo que obtienes): el resultado final se ve en pantalla mientras se trabaja.

Estos programas generan ficheros binarios, que no son directamente legibles sin el programa adecuado. Aunque existen conversores, suelen ser imperfectos, pues los formatos binarios son complejos y, a menudo, cerrados. La interoperabilidad entre programas se ha logrado, en parte, gracias a la ingeniería inversa, reconocida legalmente en Europa cuando se orienta a garantizar la compatibilidad. Pero la conversión entre formatos binarios casi nunca es perfecta; suele haber pequeñas diferencias entre el original (escrito en Word, Pages, Google Docs o Writer) y la versión convertida, cuando ésta no es leída con el mismo programa que creó el fichero original.

Legalidad de la ingeniería inversa

«La cabra tira al monte» y no puedo dejar de explicar la cuestión de la legalidad de la ingeniería inversa.

La ingeniería inversa consiste en mirar las tripas del programa descompilándolo para ver cómo está construido. En los años 90 las empresas dominantes en el mercado de las aplicaciones informáticas (principalmente Microsoft, Apple y Sony, pero no sólo ellas) intentarón que esta actividad se considerara ilegal por vulnerar su propiedad intelectual, y hubo algunas resoluciones que les dieron la razón, principalmente porque la ingeniería inversa es también el procedimiento que se usa para vulnerar la protección de un programa informático frente a copias ilegales. Y acaso por esta razón en Europa se ha distinguido según la finalidad que se persiga. De modo que la Directiva 2009/24/CE [1] declara legal esta actividad (art. 6) cuando se haga «para obtener la información necesaria para la interoperabilidad de un programa de ordenador».

El status legal de la ingeniería inversa en Estados Unidos es más ambiguo.

Editores de texto

Los editores de texto, en cambio, trabajan con ficheros de texto, que contienen únicamente caracteres legibles (letras, números, símbolos), sin codificación oculta ni formato visual. Estos archivos son portables, duraderos y no dependen de un programa específico para abrirse o interpretarse.

Al contenido de estos ficheros se le llama a veces texto plano (lo que es una traducción literal de la expresión inglesa plain text) o texto sin formato porque el contenido es puro texto, sin instrucciones visuales incorporadas; a diferencia de los ficheros binarios que si se intentan leer con un programa distinto del que los creó, que no contenga el conversor adecuado, el resultado es un galimatías.

El uso de los términos «procesador» y «editor» para diferenciar entre estas dos formas de trabajar informáticamente con textos, es puramente convencional. No significa que los procesadores no editen y que los editores no procesen. Se trata simplemente de que en la jerga informática se ha reservado el término «procesador» para una forma de trabajar basada en códigos ocultos y ficheros binarios, y el término «editor» para un trabajo con ficheros que internamente contienen sólo caracteres legibles.

2.2. ¿Por qué prefiero trabajar con editores de texto?

Trabajar con procesadores de texto tiene una ventaja evidente: permite ver el documento tal y como quedará impreso. Sin embargo, esa ventaja tiene un coste que pocas veces se menciona: la atención al contenido se dispersa.

En un procesador de textos, el entorno invita continuamente a ocuparse de detalles formales: ajustar márgenes, elegir tipografías, cambiar tamaños de letra, corregir alineaciones…​ Todo ello, aunque sea en segundo plano, interfiere en la concentración sobre lo verdaderamente importante: lo que se quiere decir y cómo estructurarlo.

En cambio, cuando se trabaja con un editor de textos y un lenguaje de marcado (sobre los cuales hablaré con más detalle en el próximo epígrafe), el foco se mantiene limpio: sólo importa el contenido. El formato visual —es decir, el aspecto final del texto— se especifica de manera secundaria, mediante marcas mínimas y discretas, o se deja para una fase posterior de procesado automático. De esta manera, el proceso de redacción y el de maquetación quedan claramente separados.

Separar el fondo de la forma no sólo permite trabajar más rápido y de manera más coherente: también favorece una escritura más reflexiva, más clara y más consistente; al tiempo que dificulta la creación de documentos mal estructurados.

La liberación y seducción de trabajar con texto plano

Hace algunos años decidí dejar de fumar. Tras varios meses alejado del tabaco, comprendí que, para los fumadores empedernidos —como yo lo había sido—, el tabaco nunca desaparece del todo de la mente: permanece agazapado en un rincón del cerebro, haciendo que nos preguntemos, casi sin que uno lo advierta, si al salir a la calle llevamos cerillas o encendedor, o si disponemos de suficientes provisiones para pasar la noche o el fin de semana. Era algo sutil, casi subliminal, pero persistente; y cuando me di cuenta de que esa voz interior había enmudecido, sentí una especie de liberación mental.

Lo mismo me pasó con los procesadores de texto: Mientras yo escribía con Microsoft Word era inevitable que una parte de mi atención estuviera continuamente preocupada por si el tipo elegido era o no el correcto, o el tamaño de la letra, o el interlineado, o los márgenes. A veces revisaba todos esos aspectos incluso en textos que se iban a enviar a una editorial la cual, como es lógico, daría a mi texto la forma que ella quisiera. Era, por tanto, absurdo que yo me preocupara por el interlineado, o si usar Arial o Times, pero aunque absurdo, lo cierto es que perdía tiempo en decidir todas esas cuestiones.

Algunas editoriales, manejadas por personas que no saben mucho de tipografía, también cometen el absurdo de exigir que se les envíen los originales con cierto tipo de letra, o cierto tamaño de márgenes; lo que no tiene sentido pues esas cuestiones al final las decidirá quien maquete el libro o publicación de que se trate. Y si esa exigencia es para controlar la extensión del original, resultaría mucho más eficaz hacerlo limitando el número de palabras o el de caracteres.

Por ello al poco de empezar a trabajar con texto plano sentí una liberación similar a la que había sentido al dejar de fumar: comprendí que mientras escribía habían dejado de importarme las cosas superfluas y podía concentrarme en la estructura y contenido de mi texto. Los aspectos formales ya los decidiría más tarde; cuando el texto estuviera ultimado, y esmerándome más o menos en función de su destino; y si el texto se iba a enviar a una editorial, sólo debía preocuparme de las cursivas y las negritas, pues en todo lo demás sería la editorial la que tomaría las decisiones.

Fue por tanto una liberación y una revelación. Pero admito que el trabajar directamente con el texto también ejerce sobre mí una seducción; una especie de fascinación más emocional que racional y que por tanto no sé bien explicar a qué se debe. Tal vez a un conjunto de pequeños factores sutiles: básicamente la sensación de simplicidad, control y flexibilidad que el trabajar con este tipo de texto me ofrece. También por la pureza del texto sin adornos que me permite una concentración total en el contenido sin que haya aspectos visuales que interfieran. O, quizás también influya el que al tener plenamente diferenciado el texto que yo escribo ---sólo para mis ojos--- del que en su caso distribuiré, me siento mucho más libre al escribir. Pero esto último no creo que se llegue a entender hasta que se haya leído lo que más adelante se dice sobre los lenguajes de marcado.

Pero si bien la razón que acabo de exponer para preferir el trabajo con editores de texto sea mi razón principal, no es la única. Hay otras ventajas prácticas que, sin ánimo de exhaustividad sintetizaría en las siguientes:

  • Mayor resistencia a la corrupción de datos: Los ficheros de texto son extremadamente simples. Al no contener estructuras internas complejas ni códigos ocultos, es mucho más raro que un fallo de sistema, un corte de energía o un error de disco inutilicen el archivo.

  • Independencia del programa usado: Un fichero de texto puede abrirse y editarse prácticamente en cualquier sistema operativo y con infinidad de programas distintos. No depende de una versión concreta de un software ni de la compatibilidad entre fabricantes.

  • Mayor riqueza de herramientas: Existen muchísimos editores de texto —desde los más sencillos hasta los más sofisticados— que ofrecen potentes funciones de búsqueda, reemplazo, edición masiva, gestión de fragmentos, resaltado de sintaxis y automatización de tareas. Estos recursos, que en los procesadores de texto son muy limitados o directamente inexistentes, permiten trabajar de forma mucho más precisa y eficaz.

  • Facilidad para integrar el texto en otros procesos automáticos: Los ficheros de texto, por su formato abierto y universal, son ideales para ser procesados posteriormente por scripts o programas, lo que permite realizar tareas complejas de forma automática (compilar libros, convertir formatos, extraer estadísticas, generar versiones distintas de un mismo documento, etc.).

En resumen: el texto editable, frente al documento cerrado, permite un grado de control y de flexibilidad que los procesadores de texto no ofrecen.

2.3. Editores de texto

Existen muchos editores de texto, desde los más simples hasta los más complejos; algunos especializados en ciertos tipos de textos y otros de orientación más general. Yo suelo alternar entre dos de los más potentes: GNU Emacs y Vim. Sin embargo, ninguno de ellos es especialmente fácil de aprender, por lo que tal vez no sean los más adecuados para quienes simplemente quieran probar cómo funciona esto de la edición de textos.

Para quienes prefieren empezar con editores más simples y accesibles, hay varias opciones:

Incluyo en el siguiente listado editores que estén disponibles en sistemas Windows por asumir que ese es el sistema con el que trabajará la mayor parte de quienes lean este texto.
  • Notepad++: Gratuito, rápido y ligero, con muchas características útiles.

  • Geany: También gratuito y rápido, con una interfaz sencilla y fácil de usar. Es uno de mis favoritos.

  • Kate: Muy robusto y apreciado en el mundo del software libre. Originalmente diseñado para el entorno KDE de Linux, también tiene una versión disponible para Windows.

  • SciTE: Rápido, ligero y versátil.

  • Sublime Text: Más complejo que los anteriores, y sin una versión adaptada al castellano, pero con muchas utilidades de las que otros editores carecen.

También existen editores orientados a un tipo específico de contenido, que a menudo incluyen características útiles para esos contextos. Algunos de ellos incluyen:

  • Bluefish: Especializado en la edición de archivos HTML, ideal para el desarrollo web.

  • TeXWorks y TeXStudio: Orientados al trabajo con LaTeX (más sobre LaTeX más adelante).

  • Mark Text: Especializado en el trabajo con Markdown (también hablaré de Markdown en breve).

Aunque los últimos editores que he mencionado están diseñados para tipos específicos de archivos, funcionan perfectamente con otros tipos de ficheros. Como mencioné antes, cualquier archivo de texto puede ser editado con cualquier editor de texto. A diferencia de los sistemas cerrados propios de los procesadores de texto, en el mundo de los editores de texto se respira un aire más libre.

Los programas editores de texto tienden a ser más fáciles de usar que los procesadores de texto, pues al trabajar con texto sin formato su interfaz es mucho más simple ya que no necesitan botones para indicar los distintos formatos: negrita, cursiva, subrayado, alineación de párrafo, etc.

3. Lenguajes de marcado

3.1. Concepto y utilidad

Cuando se trabaja con ficheros de texto, todo el contenido está compuesto únicamente de caracteres visibles: letras, números y signos de puntuación. Esto garantiza que el archivo sea legible y sencillo, pero plantea un problema: ¿cómo indicamos, en un fichero de texto, que una palabra debe ir en negrita, que un título es un título o que cierto párrafo debe ir centrado?

La solución es utilizar lenguajes de marcas.

Un lenguaje de marcas es simplemente un conjunto de convenciones en virtud de las cuales se atribuye ciertos significados especiales a determinados caracteres dentro de un fichero de texto, de tal manera que dichos caracteres no se interpretan como contenido literal, sino como instrucciones o etiquetas que describen la estructura, el formato o el significado del contenido que los rodea.

Estos caracteres o marcas, no alteran el contenido principal, pero sirven para decirle al programa que más adelante procesará el texto cómo debe interpretarlo. De esta forma, trabajando sólo con texto plano, podemos indicar toda la información necesaria sobre la estructura y el formato del documento, sin romper la simplicidad ni la legibilidad del fichero. Luego, un programa especializado podrá leer esas marcas y generar un documento ya maquetado (por ejemplo, un PDF bonito o una página web bien presentada).

Por ejemplo, en este documento, que estoy construyendo con AsciiDoc (del que hablaré en seguida) si quiero que una palabra figure en negrita lo indico poniendo un asterisco al principio y otro al final. De modo que si escribo

Aquí hay un *fragmento* en negrita.

estaré indicando que la palabra fragmento ha de ir en negrita. En otros lenguajes de marcas debería usar una marca diferente. Por ejemplo en HTML habríamos debido escribir:

Aquí hay un <b>fragmento</b> en negrita.
Obsérvese cómo el uso de marcas para indicar formatos nos da un mayor control respecto a dónde empieza y dónde acaba el formato especial del que se tiene en los procesadores de texto visuales, en los que no siempre es fácil saber dónde empieza exactamente y dónde termina la cursiva, o la negrita, o el cambio de la tipografía.

Así, el uso de lenguajes de marcas complementa al trabajo con texto plano, aportando una manera ordenada y ligera de separar claramente el contenido del formato.

¿Es más lento escribir con marcas que con un procesador?

Depende del lenguaje de marcas que se utilice; pero en la mayoría de ellos creo que no. En un procesador de textos, por ejemplo, para indicar que algo va en negrita normalmente el usuario realiza las siguientes acciones:

  • Apartar la mano del teclado para llevarla al ratón y hacer click en el botón de la Negrita; soltar el ratón y llevar de nuevo la mano al teclado para escribir el texto, tras lo que será preciso, de nuevo, alejar la mano del teclado para coger el ratón y pulsar otra vez el botón de Negrita para indicar que hemos acabado el formato especial.

  • O bien, escribir primero el texto, luego seleccionarlo (con el ratón o con las teclas de movimiento del cursor) para finalmente coger el ratón y pulsar el botón de Negrita.

Para un mecanógrafo competente, cada vez que se aleja la mano del teclado para coger el ratón se pierde tiempo, ritmo y efectividad; por lo que opino que escribir dos asteriscos, uno al principio del texto con negrita y otro al final, es mucho más rápido. Y si el mecanógrafo no es competente…​ no creo que tenga sentido preguntarse qué es más lento pues, haga lo que haga, escribirá despacio.

Con un procesador de texto también se pueden usar atajos de teclado. Por ejemplo, Ctrl-N para la negrita; lo que, ciertamente, es más rápido que usar el ratón; pero no es más rápido que pulsar la tecla de asterisco.


El trabajo con un lenguaje de marcas implica los siguientes pasos:

  1. Escribir un fichero de texto, incluyendo en él las marcas necesarias para indicar la estructura o el formato deseado. Estas marcas controlarán el aspecto y la organización que tendrá el documento una vez procesado.

  2. Procesar el fichero de texto que hemos creado en el paso anterior con un programa que entienda el lenguaje de marcas indicado y las aplique.

procesado marcas
Figura 1. Procesamiento de un texto con lenguaje de marcas

En algunos casos, el procesamiento del documento ocurre directamente en la memoria del ordenador, mostrando el resultado en pantalla de manera inmediata. Eso es lo que hacen, por ejemplo, los navegadores web como Safari, Edge, Chrome o Firefox: estos programas leen un fichero HTML (un fichero de texto enriquecido con marcas HTML) y representan en pantalla el resultado del procesamiento de esas marcas.

Eso de que una página web, en realidad, es un fichero de texto con marcas que el programa navegador aplica para mostrarlo en pantalla correctamente formateado, puede comprobarse, en la mayor parte de los navegadores, pulsando Ctrl-U (o, en sistemas macOS, Cmd+Option+U): Ello abrirá una pestaña en la que se mostrará el contenido real de la página web que se estaba viendo en ese instante.

En otros casos, el procesamiento se realiza de forma off-line, es decir, no simplemente mostrando el resultado en pantalla, sino generando un nuevo fichero que ya incorpora todo el formato indicado. Este nuevo documento puede ser, por ejemplo, un archivo PDF, un EPUB, o un HTML final destinado a su publicación. El fichero generado queda así como un producto independiente, que puede ser compartido, archivado o impreso, sin necesidad de que el receptor conozca o interprete las marcas originales.

En este segundo caso, el fichero que nosotros hemos escrito —al que llamaré fichero fuente— y el fichero que publicamos o distribuimos —al que llamaré fichero procesado— son dos archivos distintos. Esta separación entre fuente y procesado tiene una ventaja importante: el fichero fuente puede contener texto o comentarios sólo para nuestros ojos, que no aparecerán en el documento final ni se distribuirán a otras personas.

Una consecuencia directa de esto es que ganamos una gran libertad creativa a la hora de trabajar. Y así, por ejemplo, podemos:

  • Incluir notas internas sobre el propio contenido, recordatorios o ideas para mejorar más adelante tales como, por ejemplo, "revisar esta sección más tarde", o "buscar una cita para este fragmento", etc.

  • Alternativas de redacción que nos permitan decidir más adelante entre dos formulaciones posibles de una misma idea.

  • Dejar instrucciones para otros colaboradores si trabajamos en equipo.

  • Comentar cambios que estamos evaluando, sin que afecten al documento que verá el público.

  • Texto provisional: Podemos incluir esbozos, borradores o versiones intermedias de párrafos que aún no están terminados, sin temor a que el lector final vea material inacabado.

  • Fragmentos descartados: A veces eliminamos un apartado pero queremos conservarlo por si decidimos recuperarlo después. El fichero fuente nos permite mantenerlo escondido.

  • Documentar detalles técnicos del formato o del proceso, que solo interesan a quien mantiene el fichero.

Todo esto sería difícil, o directamente imposible, si estuviéramos editando el documento final directamente, como ocurre en un procesador de textos tradicional.


Una ventaja adicional de este flujo de trabajo es que, a partir de un mismo fichero fuente, podemos generar varios documentos procesados en formatos distintos. Por ejemplo, a partir del mismo contenido, podemos crear un fichero PDF listo para descarga o impresión, y también un fichero HTML optimizado para su visualización en la web. Cada uno de ellos puede estar adaptado a las características específicas del medio de publicación, sin necesidad de reescribir ni duplicar el texto.

Aunque el contexto ayuda a entenderlo, conviene precisar que, cuando se habla de formatos de ficheros, el término «formato» no tiene el mismo significado que cuando nos referimos a las características tipográficas y de diseño de un documento. El formato del fichero se refiere al lenguaje de marcas en que está escrito, mientras que el formato del documento hace referencia a su apariencia y aspecto visual.

El siguiente cuadro sintetiza las principales ventajas que yo veo en adoptar un flujo de trabajo basado en ficheros de texto y lenguajes de marcas:

Ventaja Descripción

Separación entre fuente y procesado

Permite mantener el contenido original separado del documento final publicado.

Notas y comentarios internos

Se pueden incluir recordatorios, instrucciones o anotaciones privadas en el fichero fuente, sin que aparezcan en el documento distribuido.

Generación en múltiples formatos

A partir de un único fichero fuente se pueden crear documentos finales en diferentes formatos (por ejemplo, PDF, HTML, EPUB).

Mejora del control y la trazabilidad

Al conservar siempre el fichero fuente, es más fácil revisar, actualizar o corregir el contenido a largo plazo.

Mayor libertad y flexibilidad

El trabajo sobre texto plano permite aplicar distintas herramientas de procesamiento, automatizar tareas y adaptar fácilmente el flujo de trabajo a necesidades específicas.

3.2. Algunos lenguajes de marcas

Lenguajes de marcas existen muchos. El más popular a día de hoy, sin duda, es HTML, porque es el lenguaje de las páginas web [2] , pero hay muchos más. A continuación voy a mencionar algunos de los que yo más uso:

1. Markdown

Posiblemente sea el lenguaje de marcas más simple, pues se puede aprender en menos de una hora. No permite controlar totalmente la apariencia final del documento (tipografías, márgenes, colores, etc.), pero sí incluye marcas para los formatos más habituales que aplicamos con un procesador de textos, como negrita, cursiva, subrayado, superíndice, subíndice, notas a pie de página, tablas, secciones de distintos niveles, citas literales, etc.

Markdown es el lenguaje con el que ChatGPT formatea internamente sus respuestas. Por ello, al copiar un chat o fragmento de respuesta desde el navegador y pegarlo en un editor de texto el formato se conserva en sintaxis Markdown (negritas, títulos, cursivas, listas, etc.). Aunque esto no ocurre con todos los editores de texto.

Es perfectamente posible escribir una tesis doctoral de Derecho, o un Trabajo de Fin de Grado o Fin de Máster, utilizando Markdown en lugar de un procesador de texto tradicional. Markdown ofrece una forma simple, clara y libre de distracciones para centrarse en el contenido y en la estructura del documento, sin perder tiempo en el formato mientras se escribe.

Es cierto que procesadores como Microsoft Word ofrecen una gama más amplia de opciones de formato, pero la mayoría de esos ajustes rara vez se utilizan y, en todo caso, pueden aplicarse posteriormente en el proceso de edición o maquetación. Con herramientas como Pandoc (sobre el que se hablará inmediatamente), es posible convertir documentos Markdown en archivos PDF, DOCX o LaTeX de alta calidad, respetando normas académicas, estilos de citación y estructuras complejas como bibliografías, índices o notas al pie.

De hecho, para quienes priorizan la organización, la portabilidad y el control de versiones —o desean integrar herramientas como Zotero para gestionar referencias bibliográficas— Markdown no solo es suficiente, sino una alternativa más eficiente y sostenible a largo plazo.

El llamado Principio de Pareto y el aprendizaje de Markdown

El Principio de Pareto, también conocido como ley del 80/20, sostiene que en muchos fenómenos el 80% de los efectos provienen del 20% de las causas. Esta idea puede aplicarse también al aprendizaje de los lenguajes de marcas.

Si el 80% de nuestras necesidades de formateo al redactar un documento se pueden resolver con el 20% de las funciones posibles —precisamente las que ofrece Markdown—, tiene sentido comenzar por ahí. Markdown permite cubrir lo esencial (encabezados, listas, énfasis, enlaces, citas, etc.) con una sintaxis mínima y muy fácil de aprender.

Por eso, es una buena idea para quien desee iniciarse en los lenguajes de marcas empezar por Markdown. Al fin y al cabo, es más que suficiente para la mayoría de los textos. Aunque debo confesar que eso no fue lo que yo hice, pues empecé por LaTeX que no es, precisamente, el lenguaje de marcas más simple.

Markdown es, además, muy conocido, por lo que existen numerosos programas capaces de convertir un documento original escrito en Markdown a formatos como PDF, HTML o EPUB.

La principal dificultad que encuentra quien se inicia en Markdown es que no ve en pantalla las negritas, cursivas y demás formatos aplicados, sino únicamente las marcas que los indican. Cuesta un poco acostumbrarse, pero una vez superado ese primer momento, en mi opinión resulta preferible ver explícitamente dónde empieza y termina cada formato especial.

Que en los procesadores de texto tradicionales se vea el formato aplicado es normal, porque estos programas son, como dije al principio, WYSIWYG (What You See Is What You Get, o lo que ves es lo que obtienes). Markdown, y en general los lenguajes de marcas, responden en cambio al principio WYMIWYG (What You Mean Is What You Get, o lo que pretendes es lo que consigues).

Herramientas para trabajar con Markdown

Existen diversas herramientas disponibles para trabajar con documentos en formato Markdown. Estas herramientas incluyen tanto aplicaciones instalables como opciones basadas en la web, y varían según el sistema operativo. A continuación, se presentan algunas de las opciones más relevantes, agrupadas en función de su compatibilidad multiplataforma y su disponibilidad en sistemas específicos.

  • Herramientas Multiplataforma

    1. Typora: Este editor destaca por su interfaz sencilla y efectiva, que combina la edición y la previsualización en una sola ventana. Es reconocido por su facilidad de uso y su capacidad de mostrar en tiempo real los cambios realizados en el documento.

    2. Mark Text: Este editor de código abierto y gratuito permite ver la previsualización en tiempo real mientras se escribe. Es ideal para usuarios que buscan una herramienta ligera pero funcional.

    3. Joplin: Principalmente diseñado para la toma de notas y la gestión de proyectos, Joplin es compatible con Markdown y permite la sincronización entre dispositivos. Es una opción práctica para usuarios que necesitan trabajar en múltiples plataformas.

    4. Zettlr: Esta herramienta combina la simplicidad de Markdown con características avanzadas como la gestión de proyectos, la exportación a varios formatos y la integración con herramientas de gestión de citas bibliográficas, como Zotero.

    5. Vim + Complemento de Markdown: Para usuarios avanzados que prefieren trabajar en la terminal, Vim es una opción potente. Con el complemento adecuado para Markdown, se puede realizar una edición eficiente sin salir del entorno de línea de comandos.

  • Herramientas Específicas de Linux y macOS (Sin versión para Windows)

    1. Ghostwriter: Ghostwriter es un editor de texto minimalista y libre de distracciones, ideal para quienes buscan centrarse en la escritura. Con soporte para Markdown y una vista de previsualización en tiempo real.

    2. ReText: Similar a Ghostwriter, ReText es un editor sencillo y efectivo para usuarios de Linux y macOS. Aunque no dispone de una versión para Windows, es una opción viable para quienes necesitan trabajar con Markdown de manera simple y directa.

  • Herramientas en línea: Si se prefiere no instalar software adicional, existen también editores de Markdown accesibles desde cualquier navegador web. Algunas de las opciones más conocidas son:

    1. Dillinger: Un editor online veterano y fácil de usar, que permite importar y exportar documentos fácilmente. Se encuentra disponible en: https://dillinger.io

    2. StackEdit: Una alternativa más avanzada que admite trabajo tanto en local como en la nube, y permite integración con Google Drive, así como publicación directa en blogs.

Todas estas herramientas salvo las dos últimas son, en realidad, editores de texto especializados en el trabajo con Markdown y que, por tanto, incluyen un conversor desde Markdown a otros formatos. Las dos últimas herramientas son aplicaciones web que permiten escribir en formato Markdown y exportar lo escrito a otros formatos.

2. AsciiDoc / AsciiDoctor

El lenguaje de marcado AsciiDoc es menos conocido que Markdown, pero resulta especialmente útil para generar documentos HTML complejos y elegantes. Este sitio web, por ejemplo, está escrito en AsciiDoc. Cada página de este sitio está basada en un archivo de texto en formato AsciiDoc, que luego se convierte a HTML utilizando el procesador AsciiDoctor.

AsciiDoc es el lenguaje de marcado, mientras que AsciiDoctor es el procesador que convierte los archivos AsciiDoc en otros formatos, como HTML, EPUB o PDF.

Aunque AsciiDoc no es tan sencillo de aprender como Markdown, ofrece una mayor flexibilidad y control en comparación. A través de AsciiDoc, se pueden lograr efectos de diseño más avanzados, como la utilización de textos con colores personalizados, recuadros resaltados, índices laterales, fragmentos de texto plegables, iconos de advertencia, entre otros, de los cuales hay ejemplos visibles en este sitio web.

A partir de un único archivo fuente en AsciiDoc, es posible generar documentos en diversos formatos, como HTML, EPUB y PDF. Esta cualidad es especialmente útil para los docentes, quienes pueden crear contenido que los estudiantes puedan consultar directamente en línea (HTML) o descargar en formatos imprimibles (PDF). Cada formato de salida se optimiza según su propósito, permitiendo un flujo de trabajo eficiente sin la necesidad de mantener múltiples archivos fuente.

Aunque Markdown también permite generar documentos en diversos formatos, la diferencia radica en que AsciiDoc ofrece un control mucho más preciso sobre el formato de salida, lo que lo convierte en una opción preferible para la creación de documentos complejos en los que es importante tener un mayor control de la apariencia.

3. TeX, LaTeX y ConTeXt

TeX y sus derivados (de los que aquí hablaré de LaTeX y ConTeXt) son la joya de la corona de los lenguajes de marcado de finalidad tipográfica. No creo que haya ningún sistema tan potente, ni que dé lugar a unos resultados tipográficamente tan perfectos.

El autor original de TeX, Donald E. Knuth, en el libro en el que presentó el sistema que había ideado explica que escogió para su sistema el nombre TeX porque en griego clásico esa palabra es raíz, simultáneamente, de arte y de técnica y que su sistema pretende eso: facilitar la escritura de documentos que hablen sobre técnica pero que, además de estar bien escritos, sean «bellos». Es muy significativo el siguiente texto:

Si usted simplemente desea producir un documento pasablemente bueno, algo aceptable y básicamente legible, pero no realmente hermoso, podrá conformarse con un sistema más simple. Pero con TeX el objetivo es producir la más alta calidad, lo que requiere más atención al detalle; aunque no es tan difícil recorrer la distancia extra y, a cambio, podremos enorgullecernos especialmente del producto final.
— Donald E. Knuth
The TexBook

(La traducción es mía)


Escribo el nombre de TeX con la T y la X en mayúsculas, porque así es como pidió el autor de TeX que se escribiera el nombre de su sistema. Esa grafía la han heredado los lenguajes basados en TeX que incorporan a su nombre la palabra TeX, como LaTeX o ConTeXt.

El problema de TeX es que resulta bastante difícil de aprender; y, de hecho, poca gente lo usa directamente. Pero como en el diseño original de TeX se tuvo en cuenta la posibilidad de crear otros lenguajes a partir de él, surgieron sistemas que facilitan enormemente su uso sin renunciar a la calidad tipográfica que caracteriza a TeX.

El más conocido de estos derivados es LaTeX, creado por Leslie Lamport a principios de los años ochenta. LaTeX proporciona un conjunto de macros que simplifican la creación de documentos estructurados, permitiendo al autor concentrarse en el contenido, mientras que el sistema se encarga de la presentación. De este modo, escribir artículos científicos, tesis o libros con una cuidada composición tipográfica resulta mucho más accesible.

Por su parte, ConTeXt, desarrollado inicialmente por Hans Hagen y el equipo de Pragma ADE, ofrece un enfoque diferente: No pretende simplificar el uso de TeX, sino dar al usuario un control total sobre la apariencia final del documento, así como modernizar el propio TeX, que nació antes de la eclosión de Internet y de los sistemas multimedia.

Tanto LaTeX como ConTeXt han permitido que el espíritu original de TeX —unir arte y técnica en la creación de documentos— siga vivo y evolucionando, adaptándose a nuevas necesidades editoriales sin perder la excelencia tipográfica que Knuth soñó. Pero la filosofía de uno y otro es muy distinta:

  • LaTeX propone al autor que se concentre en el contenido, y deje en manos del propio LaTeX las decisiones fundamentales sobre el diseño y apariencia final del documento, garantizándole que éste tendrá un aspecto profesional. Resulta, por tanto, ideal para autores que, en realidad, no entienden de diseño ni de maquetación.

  • ConTeXt por el contrario es la mejor opción para quien tenga conocimientos de diseño y maquetación de documentos y quiera obtener un diseño original para su documento; o se haya cansado de la apariencia de los documentos generados con LaTeX, pues si bien estos son tipográficamente casi perfectos, también es cierto que tienden a parecerse mucho entre sí.

Yo, durante muchos años, casi todo lo he escrito en LaTeX: Temas de clase, presentaciones para mis alumnos, listado de calificaciones, artículos de investigación. Prácticamente todo. Y si se quiere ver el aspecto de un documento procesado con LaTeX, se puede consultar los materiales docentes que he puesto a disposición del público en la sección de esta web dedicada a las asignaturas del Derecho civil: Casi todas las presentaciones y temas están hechas con LaTeX.

No obstante, en el confinamiento que se produjo en 2020 durante la pandemia del Covid-19, dediqué algún tiempo a estudiar ConTeXt, que es algo más difícil que LaTeX, y a resultas de ello, en los últimos años he escrito con ConTeXt algunas presentaciones y documentos con la idea de darles un aire ligeramente distinto. Aún así, para alguien como yo, que prefiere centrarse en el contenido y no en la forma, creo que es preferible usar LaTeX.

No voy a incluir aquí tutoriales sobre LaTeX, dado que su uso está tan extendido que abundan en Internet materiales de gran calidad; y si bien los más completos suelen estar en inglés, también existen muy buenas guías en español.

3.3. Pandoc y la conversión entre distintos lenguajes de marcas

Cuando se trabaja con lenguajes de marcas, Pandoc es una herramienta extremadamente útil que permite convertir documentos entre una amplia variedad de formatos de texto estructurado. Se trata de un conversor de documentos de línea de comandos que facilita el paso de un formato a otro sin perder la estructura ni el contenido esencial del texto.

Un programa de línea de comandos es un programa que carece de interfaz gráfica y que se ejecuta desde una terminal escribiendo su nombre y demás parámetros. En Microsoft Windows, este tipo de programas se ejecutan desde el Símbolo del sistema (también conocido como Command Prompt) o desde PowerShell, que son aplicaciones que permiten al usuario comunicarse con el sistema operativo escribiendo instrucciones en forma de texto.

Por ejemplo, es posible escribir un documento en Markdown y luego transformarlo fácilmente en HTML, LaTeX, PDF, DOCX, EPUB, entre muchos otros formatos. Esta capacidad de conversión es especialmente valiosa para quienes necesitan reutilizar el mismo contenido en diferentes contextos: desde publicaciones académicas hasta blogs, informes o presentaciones.

Pandoc actúa como un puente entre diferentes lenguajes de marcas, haciendo que el trabajo de edición, publicación y conversión de documentos sea mucho más eficiente y flexible.

Generar docx a partir de ficheros de texto con Pandoc

En muchos entornos profesionales, académicos y administrativos, se da por hecho que todo el mundo utiliza Microsoft Word, y se exige que los documentos se entreguen exclusivamente en formato .docx. Esto puede resultar frustrante para quienes prefierimos trabajar con editores de texto plano y lenguajes de marcas como Markdown o LaTeX, o para quienes desean evitar el uso de un procesador de textos tradicional.

Afortunadamente, gracias a Pandoc, es posible generar archivos DOCX perfectamente formateados a partir de ficheros de texto sin necesidad de abrir Word en ningún momento. Esto permite mantener un flujo de trabajo más limpio, reproducible y controlado, especialmente útil para cualquier persona que valore la separación entre contenido y formato.

4. Composición tipográfica del texto: conveniencia de saber que existe y de conocer los distintos recursos disponibles

El flujo de trabajo que sigo para mis documentos se basa en la consideración de que escribir un documento no es lo mismo que componerlo tipográficamente, y en que aunque el propio autor puede encargarse de la composición, no necesariamente debe ser así ya que las habilidades requeridas para una buena composición tipográfica son distintas de las necesarias para escribir el contenido.

La era de la autoedición

Sospecho que ni Shakespeare ni Cervantes dedicaron demasiado tiempo a pensar en el aspecto que tendrían sus obras una vez publicadas: márgenes, interlineado, tipografías… Todos esos detalles quedaban en manos de profesionales que se encargaban de la composición y la maquetación.

Durante siglos, esa división del trabajo fue lo habitual. Pero con la llegada de los ordenadores ---y especialmente de los procesadores de texto--- se invirtieron los papeles: hoy es el propio autor quien, en la mayor parte de los casos, decide también la presentación formal de sus textos.

Esto no supondría un problema si no fuera porque la mayoría de quienes escriben y autoeditan no tienen conocimientos de maquetación. El resultado suele ser que textos con buen contenido acaban presentados de forma poco cuidada, lo que dificulta la lectura y resta calidad al conjunto.

El objetivo de la composición tipográfica es —en general, y dejando de lado los textos publicitarios que persiguen atraer la atención del lector— conseguir documentos con la máxima legibilidad, entendiendo por tal aquella cualidad de un texto impreso que invita a su lectura, o la facilita, y hace que el lector se sienta cómodo con ella. A que esto ocurra contribuyen numerosos aspectos; muchos de los cuales, por supuesto, tienen que ver con el contenido del documento (calidad, claridad, sistemática…​), pero otros dependen de cuestiones tales como el tipo y tamaño de letra utilizado, la distribución de espacios en blanco en la página, la separación visual entre párrafos, etc.; además de otro tipo de recursos, no tan gráficos o visuales, como la existencia o no en el documento de determinadas ayudas al lector tales como encabezados o pies de página, índices, glosarios, negritas, titulillos en los márgenes, etc. Al conocimiento y correcto manejo de todos los recursos a disposición de un compositor tipográfico lo podríamos llamar «arte de la composición tipográfica» o «arte de la impresión». El compositor tipográfico debe tener un buen conocimiento de los recursos a su disposición para así optimizar la legibilidad del documento final.

Mi propia experiencia me ha llevado a comprender que los procesadores de texto no son las herramientas más adecuadas para lograr una buena composición tipográfica. De hecho, los utilicé durante casi veinte años sin ser realmente consciente de que escribir y componer un texto son dos tareas distintas. Sin embargo, bastaron unos pocos meses trabajando con LaTeX para que esa diferencia me resultara evidente.

No pretendo afirmar que los procesadores de texto impidan una buena composición ---porque técnicamente es posible lograrla con ellos---, sino que su diseño, al entremezclar constantemente contenido y forma, tiende a dificultar la separación clara entre ambas tareas. Además, al ofrecer todos los recursos tipográficos a golpe de clic, reducen la necesidad de reflexionar sobre su propósito y su uso adecuado.

El resultado es que el usuario medio de procesadores de texto apenas desarrolla una comprensión tipográfica sólida. Suele aplicar formatos de forma impulsiva y desordenada, sin coherencia ni intención comunicativa clara.

Por el contrario, aprender un lenguaje de marcas orientado a la composición tipográfica ---como LaTeX o Markdown--- nos obliga a pensar con mayor precisión en los recursos disponibles para reforzar visualmente nuestro mensaje. Puede decirse, por tanto, que estas herramientas nos «educan tipográficamente».

Así, por ejemplo, saber que existe una estructura llamada lista descriptiva hará que podamos recurrir a ella cuando queramos representar relaciones de definición o equivalencia. En un procesador de texto también puede construirse una lista de ese tipo, sí, pero si no somos conscientes de su existencia como recurso tipográfico, probablemente nunca lleguemos a utilizarla.

5. Mis textos-Guía sobre herramientas para el trabajo con textos

Quien haya llegado hasta aquí habiendo leído este largo texto, no tendrá dudas de que la edición y el trabajo con textos me han interesado mucho. Por tanto no se sorprenderá de que a lo largo de los últimos 20 años haya ido escribiendo algunos textos-guía sobre ciertos aspectos del trabajo informático con textos. Ni mis textos son los mejores, ni los más claros, ni los más completos. Algunos, además, están algo desactualizados. No obstante ahí va el listado de los mismos con un enlace a cada uno de ellos. El listado de textos está ordenado cronológicamente:

  • 2004: Creación de ficheros LaTeX con GNU Emacs:
    Algo desfasado pues tanto Emacs como AucTeX han evolucionado, pero creo que es aún útil, a falta de otro texto más actualizado.

  • 2004: Una introducción rápida a GNU Emacs
    Es una introducción muy incompleta. Sirve para una primera aproximación a GNU Emacs (un muy potente editor de textos). Esta algo desactualizada respecto de Emacs, y ni siquiera menciona a org-mode, que es una de las más grandes aportaciones en edición de textos de los últimos años. En mi descarga diré que org-mode acababa de nacer cuando se escribió este texto, y aún no era demasiado conocido.

  • 2006: Guía casi completa de BibTeX
    El texto en sí no está desactualizado. Lo que está desactualizada es la herramienta BibTeX, hoy sustituida por BibLaTeX + Biber.

    BibTeX (o su evolución, BibLaTeX) es un programa de gestión de bibliografías y de citas bibliográficas que se utiliza en documentos escritos con LaTeX. Además, es también un lenguaje de marcas diseñado para definir referencias bibliográficas dentro de una base de datos, normalmente almacenada en un archivo con extensión .bib. Este archivo actúa como una biblioteca de fuentes, desde la cual se pueden generar automáticamente las citas y la bibliografía final del documento, de acuerdo con distintos estilos de citación (como APA, MLA, IEEE, entre otros).
  • 2011: Guía de Vim
    Vim es uno de los más potentes y completos editores de texto que existe. El otro es GNU Emacs. Este documento se escribió para la versión 7.2 de Vim por lo que no cubre las utilidades incorporadas en las versiones 8 y 9. Pero creo que sigue siendo una buena aproximación a Vim en español.

  • 2011: Automatizar y programar ediciones de texto con SED (versión GNU)
    Sed es un comando de Unix/Linux que permite manipular ficheros de texto de forma automatizada. Resulta ideal para manipular de forma masiva todos los ficheros de cierto directorio. Esta guía explica sus fundamentos.

  • 2011: Sed para sed-iciosos
    No sé resistirme a un buen juego de palabras, y cuando me ofrecieron dar una charla con este título acepté, aunque yo no me dedico a la informática y el público al que iba dirigida la charla sí. Nunca es buena idea ofrecerse a hablar ante un público que sabe del tema más que tú.

    Este documento contiene la Presentación que usé para dicha charla.

  • 2012: Sinopsis del formato Markdown para Pandoc
    Hay en Internet otras muchas guías sobre Markdown más completas y claras. Pero esta es la que yo escribí. Alguna de las opciones de Pandoc que aquí se mencionan han cambiado de denominación.

  • 2014: Digitalización de libros y mejora de libros ya digitalizados con herramientas de software libre
    Para llevar adelante la Biblioteca Jurídica Antonio Reverte he tenido que digitalizar muchos libros antiguos. Esta guía recoge algo de la experiencia adquirida.

  • 2015: Guía de Koma-Script
    Koma-Script es un paquete de expansión de LaTeX. Esta guía ---que nunca llegué a terminar---, sirve para hacerse una idea general de su utilidad y funcionamiento.

  • 2020: Una introducción no demasiado breve a ConTeXt Mark-IV
    ConTeXt (un derivado de TeX del que he hablado más arriba) sigue evolucionando, aún así (aunque esté feo que sea yo quien lo diga) creo que este texto sigue siendo la mejor introducción general al sistema. De hecho pronto se tradujo al inglés y, a partir de dicha traducción, se ha traducido a otros varios idiomas.

Por qué he escrito tantos textos-guía sobre esta materia

Tiene que ver con mi proceso de aprendizaje. Escribir estos textos me ha servido para aprender a manejar estas herramientas. Cuando me enfrento al reto de aprender siempre voy poniendo por escrito lo que voy comprendiendo. Así funciona mi cabeza.

En realidad estos textos-guía son una aplicación práctica del método de estudio que sugiero en la página dedicada a los métodos de estudio.


1. Ya antes de esta Directiva había declarado lo mismo la hoy día derogada Directiva 91/250/CEE.
2. Las marcas de HTML son muy largas; por ello muy pocas personas escriben directamente HTML. Lo más habitual es, bien usar un programa de diseño de web que escribe por nosotros las marcas (como WordPress o VS Code), o escribir el texto en un lenguaje de marcas más sencillo como AsciiDoc o MarkDown y luego pedirle a algún programa especializado que convierta nuestro fichero original al formato HTML. Eso es lo que yo he hecho para construir esta Web.