Agosto de 2011

El miércoles 17 de agosto murió Ramón Valls Plana, a la edad de 83 años. Entre otras muchas cosas, había sido catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona y uno de los mayores especialistas en la obra de Hegel. Ayer, el profesor Jordi Llovet le dedicó una necrológica en el diario El País, con el título: "Ramón Valls Plana, voz hegeliana en España".

La noticia me ha entristecido, porque yo conocía a Ramón Valls Plana y lo apreciaba mucho, no solo por su valiosa labor docente e investigadora (leí cuando era joven algunos de sus magníficos libros, como Del yo al nosotros y La dialéctica), sino también por las responsabilidades académicas que asumió en las universidades en las que trabajó (puso en marcha la Facultad de Filosofía de la Universidad del País Vasco, en el campus de Zorroaga, San Sebastián, y fue Secretario General y posteriormente Vicerrector de la Universidad de Barcelona), por promover la refundación de la Sociedad Catalana de Filosofía, por su compromiso político progresista y, sobre todo, por su talante personal, bondadoso y socarrón.

Lo conocí por vez primera a comienzos de los años 1980, cuando vino a Murcia para dar una conferencia sobre Nietzsche. Más tarde, en 1995, cuando participé en la creación de la Sociedad de Filosofía de la Región de Murcia y fui elegido como su primer presidente, lo invitamos para dar la conferencia inaugural de la Sociedad y nos ilustró con una espléndida charla que se titulaba “Una vez más, ¿para qué Filosofía?”, y que se celebró el 21 de noviembre de 1995 en el Salón de Actos del Palacio del Almudí.

Finalmente, tras el inesperado fallecimiento de nuestro compañero Eduardo Bello Reguera, que tuvo lugar el 12 de octubre de 2010, la Facultad de Filosofía decidió dedicar al profesor Bello un homenaje que se celebró el 22 de diciembre de 2010 y en el que participaron autoridades académicas, profesores, alumnos, familiares y amigos. Varios profesores de toda España enviaron cartas de condolencia que yo mismo leí en el acto de homenaje. Y una de las cartas, la única que me hizo sonreír y sollozar a un tiempo, fue la de Ramón Valls Plana, que apreciaba mucho a los colegas de la Facultad de Filosofía de Murcia, y en particular a Eduardo, a su mujer y a sus dos hijas.

Transcribo aquí la carta, porque revela muy bien el talante de Ramón:

Queridos amigos de Eduardo Bello y míos:

Escribo unas líneas para sumarme con toda mi alma al merecido homenaje que la Universidad de Murcia ha organizado en honor del común amigo Eduardo. Aunque soy viejo sin ninguna duda, no pienso yo sumarme a los que, con la excusa de escribir su propio De senectute, cuentan sus males y achaques. Sólo os pido que comprendáis que un sordo profundo como yo no puede ni pensar en asistir a reuniones, y siendo además un cojo que apenas puede andar sin apoyarse en otra persona, tampoco me meta en viajes. Ni puedo pensar en video-conferencias porque hace años dejé del todo la Facultad. Y a fe que lo siento. Os veo a todos con la imaginación, tantos y tan queridos, y no dejo de pensar en Eduardo, en Encarna y sus hijas, y las lágrimas me suben del corazón a los ojos. No sé decidir si nuestro Eduardo era mejor profesional como enseñante y filósofo o mejor esposo y padre. Lo era todo de una pieza, juntando cosas que tantos no consiguen conciliar. Lo veo en escenarios muy distintos, primero en el campus de Espinardo recién abierto, donde estuve con él viendo lo que allí faltaba para ser un campus de verdad, menos polvoriento. Lo veo también en los excelentes restaurantes murcianos, algunas veces habiendo ido por separado. ¡Él se levantaba enseguida y venía a saludarme con tanta elegancia y amabilidad!

No debiera escribir nombres, pero no puedo dejar de saludar, en el triste recuerdo del gran Eduardo, a Patricio y su esposa con quienes coincidimos Mercedes y yo en el Gugenheim de Bilbao, al inconmensurable Jarauta, al noble Villacañas que tan bien llevaba las discrepancias conmigo. Conocí entonces a Antonio Campillo de quien abusé utilizándolo de chófer.

A Encarna la recuerdo mencionada siempre por Eduardo con tanto cariño en aquel tiempo, cuando tenían que desplazarse para encontrarse. A Irene tan pequeña entonces y sin hermana aún, de la que ciertamente hablaba como la niña de sus ojos. Dejadme también dirigirme a la pequeña para decirle que ha tenido un padre estupendo y magnífico como no hay otro en el mundo. Tantos y tan buenos recuerdos que se levanta en mí una protesta: ¡No puede ser que todo desaparezca! Y al Excmo. y Magnífico Rector vuestro le pido que acepte mi testimonio de que la Facultad de Filosofía de Murcia es muy buena por las personas que trabajan en ella, y que le felicito por estar al frente de este acto. Con todo el afecto que os merecéis, siempre vuestro, Ramón Valls.

Ramón me pidió que le informase cómo había transcurrido el acto, así que le envié una crónica detallada que él me agradeció.

Nuestro último contacto fue un cruce de correos electrónicos sobre la obra en la que había estado trabajando durante los últimos trece años: un detallado “Comentario” a la Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas de Hegel. Su preocupación era si alguna editorial se atrevería a publicar el libro, en estos tiempos de crisis económica, crisis de las humanidades y menosprecio de la tradición filosófica europea.

Dejo aquí constancia de mi pequeño homenaje a ese gran hombre que fue Ramón Valls Plana.

Última actualización: agosto_2011 20/08/2011 11:10


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  • Última modificación: 2011/08/22 11:09
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