Febrero de 2015

Reproduzco aquí el artículo que he publicado en La Crónica, 23/02/2015.

El año 2015 está jalonado de citas electorales que pueden marcar un antes y un después en la democracia española. A la vista de los resultados que pronostican las últimas encuestas, podríamos asistir al final del régimen de alternancia bipartidista PSOE-PP que ha dominado en España desde 1978, con frecuentes mayorías absolutas y la bisagra ejercida por los nacionalistas vascos y catalanes.

En su lugar, puede iniciarse otro ciclo con nuevos actores políticos (Podemos, Ganemos o similares, Ciudadanos, etc.) y con un régimen de poder mucho más plural y participativo en todas las escalas de gobierno (central, autonómico y local), lo que a su vez puede abrir la puerta a una reforma constitucional, una radicalización de la democracia, un fortalecimiento de nuestro maltrecho Estado de bienestar y, a medio plazo, una nueva correlación de fuerzas a escala europea.

Es lógico que estos pronósticos hayan suscitado mucha alarma entre las élites políticas y económicas que ejercen el control de nuestro país, y que por el contrario hayan ilusionado a los nuevos actores políticos y a la ciudadanía castigada por la crisis, los recortes, la represión, la corrupción y la falta de una alternativa suficientemente poderosa y fiable como para cambiar el régimen actual.

La alarma de las élites es tal que han lanzado un ataque sin cuartel contra los nuevos actores de la izquierda y contra sus líderes emergentes. Y, a la inversa, el anhelo de cambio es tan grande que está llevando a estos nuevos actores, y especialmente a Podemos, a cantar victoria antes de tiempo, a no sopesar con prudencia las dificultades que han de afrontar, y a no valorar la necesidad de alianzas estratégicas.

Sorprende que crean realmente que un partido con un 20-25% de apoyo electoral puede cambiar por sí solo la situación de este país. Sorprende que se presenten en solitario a las elecciones autonómicas, rechazando las candidaturas de unidad popular que sí apoyan en las municipales, como en el caso de Cambiemos Murcia. Sorprende que ignoren la situación específica de cada comunidad, incluso en regiones como la murciana, donde el enorme arraigo del PP y la ley electoral regional podrían permitirle conservar la mayoría absoluta.

La encuesta de febrero de la SER es una clara llamada de atención. Podemos se confirma como el partido más votado (24,6%), pero a escasa distancia del PP (22,5%,) y el PSOE (19,5%). Además, retrocede tres puntos en un mes, debido al ascenso fulgurante de Ciudadanos (13,4%). Esto indica que Podemos puede haber tocado techo y que incluso puede retroceder más, porque su discurso de la “transversalidad” tiene un límite. Los electores desengañados del PP saben que Podemos es de izquierdas y por eso prefieren a Ciudadanos, el “Podemos de derechas”. Además, cuando la encuesta pregunta por las preferencias de coalición, la cosa está clara: los de derechas quieren una coalición PP-Ciudadanos-UPyD, y los de Podemos prefieren mayoritariamente una coalición de izquierdas.

Estos datos no están desagregados por comunidades. Si tenemos en cuenta las importantes diferencias políticas entre unas regiones y otras, es previsible que en la región murciana los resultados sean más favorables para los partidos de derecha y más desfavorables para los partidos de izquierda. Por eso, en esta región es especialmente necesaria una candidatura autonómica de unidad popular, si efectivamente queremos que también aquí haya un cambio de ciclo político.


Última actualización: febrero_2015 23/02/2015 09:58

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  • Última modificación: 2015/02/23 10:11
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