Septiembre de 2023

Sucedió en la mañana del 23 de febrero de 2020, tres semanas antes de que comenzara el confinamiento por la pandemia de covid-19. Yo estaba desayunando en casa mientras oía por la radio, como todos los fines de semana, el programa “A vivir que son dos días”, dirigido por Javier del Pino en la Cadena SER. Esa mañana, escuché el testimonio estremecedor de Setsuko Thurlow, una mujer japonesa de 88 años que sobrevivió a la bomba nuclear lanzada por Estados Unidos sobre la ciudad de Hiroshima.

Setsuko era entonces una adolescente de trece años, pero todavía recuerda con una lucidez aterradora todo lo que sucedió aquel 6 de agosto de 1945. También recuerda cómo los estadounidenses ocuparon Japón e incautaron todos los testimonios personales de los supervivientes: cartas, diarios, historiales médicos, etc. Y cómo se quiso borrar la memoria de lo ocurrido, a pesar de que las secuelas todavía siguen presentes setenta y cinco años después.

La anciana Setsuko también recuerda cómo continuaron las pruebas nucleares de Estados Unidos en Polinesia, Australia y África, con gravísimos efectos en las tierras y en las poblaciones locales. Cómo se inició la carrera de armamentos nucleares durante la Guerra Fría a la que se fueron sumando la Unión Soviética, Reino Unido, Francia, etc. Y cómo se normalizó la llamada “disuasión” nuclear en las relaciones internacionales. A la Setsuko adulta le indignó tanto esta normalización de la amenaza de un holocausto nuclear mundial que se hizo activista contra las bombas nucleares.

Setsuko Thurlow jugó un papel fundamental en las negociaciones de Naciones Unidas que llevaron a la adopción del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (TPAN), un acuerdo internacional jurídicamente vinculante que fue aprobado por la Asamblea General de la ONU el 7 de julio de 2017. Este tratado fue boicoteado por todos los Estados que son poseedores de armas nucleares, entre ellos los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, y por todos los miembros de la OTAN, incluida España y el propio Japón.

Ese mismo año de 2017, la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), que aglutina a 468 ONG de 101 países, recibió el Premio Nobel de la Paz. Y Setsuko Thurlow fue una de las elegidas para recoger el premio, junto con la directora de la ICAN, Beatrice Fihn, y otras dos personas supervivientes de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki.

El día que yo la escuché en la radio, Setsuko Thurlow se encontraba en nuestro país para conseguir que España firmase el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, porque era necesario que al menos 50 países ratificasen el TPAN para que pudiera entrar en vigor.

Finalmente, el tratado entró en vigor el 22 de enero de 2021, tras la 50ª ratificación por parte de Honduras el 24 de octubre de 2020. Esta entrada en vigor permitirá a los países firmantes y a las organizaciones pacifistas seguir presionando a las grandes potencias nucleares para que acaben suscribiéndolo, porque sólo así será posible desterrar definitivamente la amenaza del holocausto nuclear de la humanidad.


Este verano, el más caluroso de la historia debido al cambio climático antropogénico, he tenido ocasión de leer un libro que es ya un clásico del pensamiento ecofeminista: La muerte de la Naturaleza. Mujeres, ecología y revolución científica, publicado en 1980 por la ecofeminista estadounidense Carolyn Merchant, profesora emérita de Historia ambiental, Filosofía y Ética en la Universidad de California, Berkeley. Merchant cuenta con una importante obra de pensamiento y tiene ahora 87 años de edad. En España, su libro pionero fue traducido en 2020 (cuarenta años después) por la editorial granadina Comares.

La muerte de la Naturaleza tuvo su origen en la tesis de doctorado de Merchant, elaborada en la segunda mitad de la década de 1970. Por eso, en él confluyen tres innovadores movimientos sociales e intelectuales de esos años: por un lado, la historia social de la ciencia y los estudios críticos de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS); por otro lado, la segunda ola del feminismo, representada en Estados Unidos por Betty Friedan, autora de La mística de la feminidad (1963) y cofundadora y presidenta desde 1966 de la Organización Nacional de Mujeres (NOW); y, por último, el movimiento ecologista, que tuvo también entre sus pioneras estadounidenses a la bióloga marina Rachel Carsson, que en Primavera silenciosa (1962) denunció el uso masivo de plaguicidas sintéticos por la agroindustria de su país y su impacto en toda la cadena trófica, lo que acabó llevando a la creación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) en 1970. Poco después, en 1972, un grupo de científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) publica el célebre informe Los límites del crecimiento y se crea el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Emerge así, en la opinión pública mundial, la conciencia sobre los límites biofísicos del planeta Tierra y sobre la insostenibilidad del crecimiento ilimitado.

La originalidad de Merchant consistió en combinar esos tres enfoques críticos (la historia social de la ciencia y de la tecnología, la desconstrucción feminista de la tradición patriarcal y la lucha ecologista contra los estragos ambientales de la tecnociencia industrial) para realizar una nueva interpretación histórica de la revolución filosófica y científica de los siglos XVI y XVII.

Esa revolución intelectual no podía ser entendida sin ligarla estructuralmente a las transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales que se produjeron, en los inicios del capitalismo moderno y de la gran expansión euro-atlántica, en la relación práctica de los seres humanos con la Naturaleza, tanto la naturaleza terrestre como la del propio cuerpo humano.

Para llevar a cabo su investigación, Merchant se sirvió de un enorme archivo de fuentes primarias y de los más relevantes estudios históricos sobre la gran diversidad de materias abordadas por ella.

Por un lado, Merchant analiza la visión feminizada de la Naturaleza (la Tierra como Madre nutricia de todo lo viviente) en la cosmovisión organicista que venía de la Grecia antigua y perdura hasta el Renacimiento. Inicialmente, esa visión organicista imponía ciertos límites normativos a la explotación intensiva del entorno natural: tala de bosques, desecación de marismas, extensión de los pastos y cultivos agrícolas, minería, grandes obras hidráulicas, etc. Pero, a partir del siglo XVII, el organicimismo clásico comienza a ser reemplazado por el mecanicismo moderno, y la Naturaleza feminizada y donadora de vida pasa a ser pensada como una «Naturaleza muerta», es decir, como una materia pasiva e inerte que ha sido creada por Dios para ser explotada y dominada sin límite por los seres humanos, del mismo modo que las hijas de Eva han sido creadas para ser inseminadas, explotadas y dominadas por los varones descendientes de Adán. Merchant analiza, sobre todo, dos cambios emblemáticos: la caza de brujas en toda Europa, que demoniza y criminaliza a las mujeres, y el control de la reproducción humana por parte de los médicos varones, que arrebatan a las madres y a las comadronas su autonomía, su autoridad y sus conocimientos.

En cuanto a la naturaleza terrestre, el tránsito del organicismo al mecanicismo estará acompañado por una creciente alteración y explotación de los más diversos entornos naturales. Merchant se centra en tres de esos entornos: las granjas agrícolas, los humedales y los bosques. Y muestra cómo el nacimiento y desarrollo del capitalismo provocó una profunda transformación de esos tres entornos: se pasó de la pequeña granja familiar, con unos ciclos agropecuarios sostenibles, a las grandes explotaciones agrícolas y ganaderas con mano de obra asalariada, que se expandieron desposeyendo a los campesinos autónomos, cercando las tierras comunales, desecando humedales y talando bosques. Estos cambios se vieron agudizados por el desarrollo de la minería, la metalurgia y la construcción de barcos mercantes y militares, imprescindibles para el fortalecimiento de la potencia tecnológica, económica, política y militar de los nuevos Estados europeos, de sus guerras mutuas y de su expansión ultramarina.

Finalmente, el tránsito del organicismo al mecanicismo está estrechamente ligado a la proliferación de las máquinas y a la moderna utopía del dominio tecnológico de la Naturaleza y de la Sociedad, simbolizada por La Nueva Atlántida (1626) de Francis Bacon y por el Leviatán (1651) de Thomas Hobbes. Las máquinas que comienzan a proliferar en Europa occidental (molinos, grúas, telares, barcos, cañones, imprentas, brújulas, etc.) son instrumentos de poder que permiten dominar los procesos naturales, expandir los territorios de los Estados e imponer su gobierno imperial a otros pueblos de ultramar, pero son también un símbolo del orden perfecto que debe reinar en la Naturaleza y en la Sociedad, como sucede con el reloj mecánico como máquina emblemática del mecanicismo moderno: el universo es un gran reloj cósmico creado y regulado por el relojero divino, pero también lo es el orden político estatal, gobernado racionalmente por el monarca soberano.

Desde este triple enfoque -el cambio en la posición social y simbólica de las mujeres, el impacto ecológico de la mercantilización capitalista y el uso cada vez mayor de las máquinas-, Merchant va analizando la gran mutación que se produce durante los siglos XVI y XVII en la relación de los europeos con la Naturaleza. Y es este triple enfoque feminista, ecológico y tecnológico el que le permite ofrecer una nueva interpretación de la «revolución científica» que condujo del organicismo al mecanicismo, para lo cual se adentra también en la historia de las ideas filosóficas y científicas, conduciéndonos a través de las diversas variantes del organicismo -tal y como se formularon en la cosmología grecolatina, judeocristiana y renacentista- hasta llegar a la concepción mecanicista de una «Naturaleza muerta» donde sólo hay materia pasiva e inerte, espacio y tiempo vacíos, y fuerzas ciegas regidas por leyes matemáticas deterministas.

El libro termina con dos capítulos especiales. El penúltimo está dedicado a las filósofas feministas del siglo XVII y en especial al monismo vitalista de la filósofa Anne Conway, cuyo concepto de «mónada», tomado de la Cábala, influyó decisivamente en Leibniz. Y el último capítulo está dedicado precisamente a Leibniz y a Newton, para mostrar que en ambos padres de la ciencia moderna -aunque por vías muy diferentes- se dio una compleja combinación de mecanicismo y organicismo.

Esta obra pionera de Carolyn Merchant abrió el camino a nuevas interpretaciones críticas de la revolución científica y, en general, del nacimiento de la modernidad capitalista, llevadas a cabo desde el ecofeminismo, el ecomarxismo y los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS). En cuanto al ecofeminismo, basta recordar a Maria Mies y Vandana Shiva, a Donna Haraway y su libro Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza (1991), o a Silvia Federici y su Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación primitiva (2004). En cuanto al ecomarxismo, son ya numerosos los autores que han hecho una relectura ecológica de lo que Marx llamó la «acumulación primitiva» del capitalismo, desde John Bellamy Foster hasta Jason W. Moore. Y en cuanto a los estudios CTS, me limitaré a mencionar el nombre de Bruno Latour.

En 2019 se publicó una obra colectiva de homenaje a Carolyn Merchant y a su libro de 1980, editada por Kenneth Worthy, Elizabeth Allison y Whitney A. Bauman: After the Death of Nature: Carolyn Merchant and the Future of Human-Nature Relations. La propia Merchant ha seguido publicando obras muy relevantes en el campo de la filosofía ecofeminista, desde Radical Ecology: The Search for a Livable World (1992) hasta The Anthropocene and the Humanities (2020). Además, ha participado en varias obras colectivas y ha coeditado, junto con Shepard Krech y J. R. McNeill, la Encyclopedia of World Environmental History (2004).

Terminé mis estudios universitarios en 1979 y en 1980 comencé a trabajar en mi tesis de doctorado, presentada en 1984 con el título De la guerra a la ciencia. Un estudio de los tratados militares medievales y renacentistas. El objetivo de mi tesis era elaborar también una nueva interpretación de la revolución científica de los siglos XVI y XVII, pero en mi caso el foco estaba centrado en la «revolución militar» de los siglos XV a XVII y en su estrecha conexión no sólo con la formación del Estado moderno, la economía capitalista y los imperios coloniales, sino también con la matematización de la Naturaleza y, en particular, con la génesis de la física galileana.

Lamentablemente, yo no conocía entonces la obra que Carolyn Merchant había publicado en 1980. Habría sido para mí una ayuda muy importante. Sobre todo porque compartía con ella muchas fuentes primarias y muchos estudios históricos sobre la época. Pero el enfoque teórico y metodológico de mi investigación estaba inspirado en Michel Foucault y en sus estudios «genealógicos» sobre el nacimiento de las ciencias humanas, las instituciones de encierro y las modernas formas de subjetividad. Extrañamente, Merchant no cita a Foucault. La novedad de mi trabajo consistió en aplicar la metodología «genealógica» a las ciencias naturales y en concreto a la revolución científica de los siglos XVI y XVII, mediante el estudio de las prácticas militares y de sus múltiples dimensiones sociales, políticas, económicas, ecológicas, científicas y tecnológicas. Mi propuesta era que la revolución militar de los siglos XV a XVII hizo posible el «nacimiento del espacio» en el sentido moderno del término, es decir, de esa «Naturaleza muerta» de la que había hablado Merchant en su libro de 1980.

En 1987, la Universidad de Murcia editó una parte de mi tesis, con el título La fuerza de la razón. Guerra, Estado y ciencia en los tratados militares del Renacimiento, de Maquiavelo a Galileo, y en 2008 publiqué una segunda edición revisada y ampliada, en la que incluí como apéndice el artículo «El sujeto y el espacio», en el que explico mi deuda y mi distancia con respecto a Foucault. Al leer ahora el estudio pionero de Merchant, he comprendido que mi interpretación de la revolución científica guardaba una gran proximidad teórica y cronológica con la suya, aunque yo no lo supe en ese momento.


Última actualización: septiembre_2023 2023/09/22 13:33

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