Octubre de 2007

“Un hombre y una mujer que entablaron contacto por Internet y se enamoraron eran, en la vida real y sin saberlo, pareja. El matrimonio, de la ciudad serbia de Zenica, decidió conocerse después de intercambiar varios mensajes de correo electronico y de las conversaciones que mantenían en el chat –en las que además se explicaban el uno al otro los problemas que tenían en su matrimonio-. Así, según informa el semanario serbio Zabavnik, descubrieron la verdadera identidad del otro. Inmediatamente decidieron divorciarse.”

(Noticia difundida por la agencia EFE y publicada en El País, 17 octubre 2007, p. 34).

He leído en la prensa esta noticia y me ha parecido un luminoso signo de nuestro tiempo. Si la analizamos detenidamente, podemos llegar a elaborar todo un tratado sobre el amor e Internet, sobre las complejas relaciones entre lo privado y lo público, lo real y lo virtual, la identidad y el anonimato, el yo y el mundo, en la era de la globalización electrónica.

En este asombroso y triste suceso, se condensan todas las posibilidades y peligros del cibermundo global. Es como si Internet se hubiera metido en la cama del matrimonio serbio de Zenica y hubiera abierto entre ambos, de forma simultánea, un insalvable abismo de desamor y un renovado, inesperado, imaginario y anónimo vínculo pasional.

La coincidencia y la colisión entre ambos fenómenos ha llevado a la pareja a separarse, pero tal vez podría haberla llevado a redescubrirse y a reinventar el vínculo entre ellos, entre sus dos nuevas identidades. Lo cierto es que los designios de Internet, como los del difunto Dios, son inescrutables.


Última actualización: octubre_2007 24/10/2007 22:45

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