Octubre de 2008

La editorial Herder va a publicar próximamente el último libro del filósofo italiano Roberto Esposito: Termini della politica. Comunità, inmunità, biopolitica. Reproduzco a continuación la reseña que he escrito sobre el libro. Una versión algo más breve de esta reseña aparecerá en la revista Barcelona Metrópolis (nº 74, invierno 2009). Para más información sobre Roberto Esposito, remito a la anotación que escribí hace un año en esta misma web: noviembre de 2007.

De lo impolítico a lo impersonal

En las últimas décadas, Italia está viviendo una curiosa paradoja: por un lado, una degradación cada vez mayor de su sistema político y jurídico, como lo prueban las recurrentes victorias y las muchas trapacerías del trío formado por Berlusconi, Fini y Bossi; por otro lado, una proliferación de filósofos de la política y del derecho (G. Agamben, N. Bobbio, R. Bodei, M. Cacciari, G. Duso, L. Ferrajoli, S. Forti, C. Galli, S. Givone, G. Marramao, T. Negri, S. Rodotà, D. Zolo, etc.), que están contribuyendo a renovar el pensamiento político contemporáneo y entre los cuales ocupa un lugar muy destacado Roberto Esposito.

La línea de pensamiento de Esposito se sitúa en la estela de la filosofía francesa de la diferencia: G. Bataille, M. Blanchot, S. Weil, M. Foucault, G. Deleuze, J. Derrida, J.-L. Nancy, etc. Su obra no es muy extensa (poco más de diez libros), pero está teniendo un eco internacional cada vez mayor, como lo prueban el monográfico de la revista estadounidense Diacritics (“Bios, Immunity, Life. The Thought of Roberto Esposito”, ed. de T. Campbell, nº 2, vol. 36, summer 2006), el volumen colectivo L’impersonale. In dialogo con Roberto Esposito (ed. de L. Bazzicalupo, Milano, Mimesis, 2008) y las traducciones de sus libros a muy diversos idiomas, entre ellos el español.

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La editorial Herder publica su último libro en la colección “Pensamiento” dirigida por Manuel Cruz, con una cuidada traducción de Alicia García Ruiz: Comunidad, inmunidad, biopolítica. Es una recopilación de once ensayos a través de los cuales podemos seguir el itinerario intelectual recorrido por el autor desde los años ochenta del pasado siglo. El propio Esposito nos facilita la tarea, pues ha añadido a la edición española un largo prólogo en el que reconstruye de forma autobiográfica su trayectoria de pensamiento.

Sus primeros trabajos, publicados entre 1976 y 1984, se ocuparon de algunos clásicos del pensamiento político europeo: Maquiavelo, Vico y Rousseau. A ello hay que añadir su interés por una de las grandes pensadoras políticas del siglo XX: Hannah Arendt. Sin embargo, el primer libro en el que Esposito comienza a desarrollar su propio pensamiento es Categorías de lo impolítico (Madrid, Katz, 2006, orig. 1988), al que siguió Confines de lo político: nueve pensamientos sobre política (Trotta, Madrid, 1996, orig. 1993). Esposito toma de Thomas Mann el término “impolítico”, que no es sinónimo de apolítico o antipolítico, sino más bien un indicador de los límites de la política, tal y como ha sido pensada en el Occidente moderno.

En esta primera etapa “impolítica”, Esposito pretende seguir a Heidegger y Derrida en su labor de Destruktion o “desconstrucción” de la metafísica occidental. En particular, pretende desconstruir los presupuestos metafísicos de las grandes categorías políticas modernas (soberanía, representación, democracia, etc), dado que estas categorías han dejado fuera lo “impensado” de la política, su sombra o su trasfondo “impolítico”. Se trata de analizar las aporías irresolubles que socavan esas categorías desde su propio interior, para mostrar a un tiempo sus contradicciones lógicas y sus límites históricos.

En los años noventa, Esposito inicia una investigación genealógica sobre el significado del munus latino (don, deber, obligación hacia los otros), presente tanto en el término communitas como en su opuesto immunitas. En dos libros consecutivos (Communitas: origen y destino de la comunidad, Buenos Aires, Amorrortu, 2002, orig. 1998, e Inmunitas: protección y negación de la vida, Buenos Aires, Amorrortu, 2004, orig. 2002), Esposito desarrolla un fecundo análisis sobre la compleja dialéctica entre la lógica de la comunidad (que abre al individuo hacia el afuera, hacia el otro, hacia lo común, hacia lo impersonal…) y la lógica de la inmunidad (que lo aísla y encierra en sí mismo, en lo propio, separándolo de todo contacto o contagio exterior).

Esposito se sirve de esta dialéctica para proseguir su labor desconstructiva, mostrando que la tradición dominante de la filosofía y de la práctica política modernas, desde el Leviatán de Thomas Hobbes hasta los diversos liberalismos y comunitarismos contemporáneos, no ha hecho sino desarrollar la lógica inmunitaria a costa de la lógica comunitaria, conduciendo a esa patología conocida como enfermedad autoinmune, en la que el sistema inmunitario acaba destruyendo la vida del organismo (biológico o político) al que debía proteger. Así sucedió de forma extrema y paradigmática en la Alemania nazi, durante los años treinta y cuarenta del siglo XX.

La cuestión del nazismo le llevará a un nuevo tipo de investigación, recogida en Bíos. Biopolítica y filosofia (Buenos Aires, Amorrortu, 2006, orig. 2004): la génesis histórica de lo que Michel Foucault llamó “biopolítica”, es decir, el doble movimiento de politización de la vida y biologización de la política, que según Esposito caracteriza a la sociedad contemporánea desde hace más de un siglo y que por tanto supone una ruptura decisiva con todo el sistema institucional y categorial de la política moderna.

Esposito muestra la ambivalencia que el concepto de biopolítica tiene en Foucault, una ambivalencia de la que se han derivado interpretaciones contrapuestas, unas en clave positiva (Toni Negri) y otras en clave negativa (Giorgio Agamben). Pero él rechaza esta disyuntiva y se sirve una vez más de la dialéctica comunidad/inmunidad para mostrar cómo la biopolítica liberal pudo convertirse en su contrario durante el nazismo, es decir, en una “tanatopolítica” capaz de matar a millones de vidas.

Como consecuencia de estos análisis, Esposito adopta una posición muy discutible a propósito de la relación entre totalitarismo y biopolítica. Considera que son dos conceptos, más aún, dos “paradigmas” histórico-políticos incompatibles entre sí, y defiende el segundo en contra del primero. Según Esposito, el término “totalitarismo” ha permitido a autores muy diversos (H. Arendt, R. Aron, J. L. Talmon, F. Furet, M Gauchet, C. Lefort, etc.) equiparar nazismo y estalinismo, minimizar la especificidad de la biopolítica nazi y centrar la atención en una crítica de los regímenes comunistas, para contraponerlos a la democracia liberal que les precedió y que los ha derrotado históricamente. Para Esposito, en cambio, la comprensión de la actual sociedad globalizada exige reconocer la excepcionalidad del nazismo y su inscripción en el horizonte histórico abierto por la biopolítica liberal, un horizonte en el que ya no tienen cabida las viejas categorías del pensamiento político moderno.

En mi opinión, Esposito concede una importancia desmedida a las diferencias meramente ideológicas entre el “naturalismo” nazi y el “historicismo” comunista, minimizando en cambio las múltiples semejanzas en cuanto a la tecnología política genocida de ambos regímenes, unas semejanzas que justifican la tesis arendtiana del novum totalitario y la afirmación foucaultiana de que nazismo y estalinismo constituyen “las dos grandes patologías políticas del siglo XX”. Al mismo tiempo, Esposito establece una artificiosa contraposición entre los “paradigmas” del totalitarismo y de la biopolítica, ignorando las múltiples conexiones entre ambos, unas conexiones que fueron señaladas por los dos principales inspiradores de ambos paradigmas: mientras que Arendt denuncia en el liberalismo moderno la reducción de la política a mera gestión de la vida del animal laborans, Foucault descubre en el totalitarismo nazi y soviético la conversión de la biopolítica liberal en una biopolítica mortífera. En este sentido, me parecen más convincentes los esfuerzos de Simona Forti por establecer las conexiones entre el pensamiento de Arendt y el de Foucault.

La última etapa del recorrido intelectual de Esposito es el intento de vincular su propuesta de una biopolítica positiva con una filosofía de lo “impersonal”. De este tema se ocupa su libro precedente (Terza persona. Politica della vita e filosofia dell'impersonale (Torino, Einaudi, 2007), cuya traducción española aparecerá próximamente en Amorrortu, y el último ensayo de Términos de la política. Esposito lleva a cabo una genealogía y una descontrucción del concepto teológico y jurídico de “persona”, cuestiona su vigencia indiscutida en todos los discursos contemporáneos, muestra que persona y vida son tan irreductibles entre sí como derecho y justicia, y por eso propone avanzar hacia una nueva experiencia de lo impersonal, que sería también una nueva experiencia de la comunidad y de la vida.

Última actualización: octubre_2008 14/10/2008 12:15

Acabo de leer un reportaje aparecido en el diario Publico, con el título Amoníaco, la sustancia que cambió el mundo. En este reportaje se resume un artículo de divulgación científica publicado en la revista Nature Geoscience, con el título Cómo un siglo de la síntesis del amoníaco cambió el mundo. Me ha llamado la atención la historia del amoníaco y de su inventor, porque es un ejemplo muy claro de los estrechos y complicados vínculos entre la tecnociencia, la economía, la política, la guerra e incluso los campos de exterminio nazis.

Hace ahora cien años, el 13 de octubre de 1908, el químico alemán Fritz Haber (1868-1934), de origen judío, registró la patente del amoníaco. Por primera vez se había conseguido solidificar el nitrógeno de forma eficaz y estable. Los científicos sabían que era el nutriente básico de las plantas, pero su estado gaseoso (supone el 78% de la atmósfera) impedía aprovecharlo. A comienzos del siglo pasado, las únicas formas sólidas de nitrógeno en estado natural eran el guano peruano y el salitre o nitrato de Chile. Pero su producción era insuficiente para satisfacer las demandas de la agricultura moderna.

Fue Fritz Haber quien logró sintetizar el NH3, un compuesto de tres átomos de hidrógeno y uno de nitrógeno. Pero fue el químico Carl Bosch quien logró la inmediata aplicación industrial del procedimiento descubierto por Haber, lo que permitió la independencia agrícola de Alemania cuando, durante la Primera Guerra Mundial, los aliados bloquearon sus suministros de nitratos orgánicos. Los dos químicos recibieron sendos premios Nobel por su invención del proceso Haber-Bosch. Hoy en día se producen 150 millones de toneladas al año, el 80% destinadas a alimentar las tierras de cultivo. Como fertilizante, el amoníaco ha sostenido la alimentación de miles de millones de personas, dado que los fertilizantes nitrogenados son la base de la alimentación del 48% de la población mundial actual. Pero, como explosivo, el amoníaco ha causado la muerte de unos 150 millones.

La aplicación bélica del amoniaco despertó en los industriales alemanes un interés mucho mayor que su uso como fertilizante, antes del estallido de las hostilidades en julio de 1914. El bloqueo del suministro exterior alemán, realizado por parte de las potencias aliadas, no hizo otra cosa que acelerar el desarrollo de las aplicaciones militares del amoniaco. Gracias al proceso Haber-Bosch, el NH3 es oxidado y convertido en ácido nítrico, la base de explosivos como el nitrato amónico, la nitroglicerina y el trinitolueno (TNT).

La Alemania de 1914-1918, aislada en el centro de Europa, pudo mantener el esfuerzo bélico durante más tiempo gracias a que el amoníaco permitía alimentar a su población y las balas, proyectiles y bombas de sus soldados. Desde entonces, este compuesto químico se ha convertido en el elemento básico de las municiones. Esta sustancia está relacionada directamente con la muerte de unos 150 millones de personas en las guerras que han jalonado el siglo XX.

La lista de aplicaciones del amoníaco es enorme: tintes para textiles, nuevos materiales como el nylon, alimentación del ganado estabulado, los primeros refrigeradores y aires acondicionados, pinturas, productos de limpieza, extracción mineral… Nada de esto habría sido posible, al menos tal como se conoce, sin amoníaco. Por eso, los autores del artículo publicado en Nature Geoscience se preguntan, mirando al siglo XXI: “¿Habrá otra patente que cambie el mundo como lo hizo la registrada por Fritz Haber hace 100 años?”.

En 1918, Fritz Haber fue galardonado con el Premio Nobel de Química por su síntesis del amoníaco, aunque no pudo recibirlo hasta 1920 debido a la polémica que dicha concesión suscitó dentro de la comunidad científica, que no le perdonaba su activo papel en la Primera Guerra Mundial. Fritz Haber organizó el departamento de guerra química del Ministerio de la Guerra de Alemania durante la Primera Guerra Mundial (entre los años 1915 y 1917). Fue responsable del desarrollo de las primeras armas de destrucción masiva que se conocen: varios gases venenosos, entre ellos el gas mostaza, que se emplearon en el campo de batalla con el triste resultado de miles de víctimas mortales.

En el discurso de aceptación del Nobel de la Academia Sueca, en junio de 1920, Fritz Haber obvió el papel del amoniaco en la guerra, centrándose en la importancia que tendría para la agricultura y la alimentación. Tampoco aludió a su papel en la aparición de la guerra química.

El 22 de abril de 1915, en los campos belgas de Flanders, tuvo lugar la segunda batalla de Ypres. Los soldados franceses, británicos y belgas, parapetados en sus trincheras, se vieron rodeados por una nube de 150 toneladas de gas de dióxido de cloro. Los que no murieron, huyeron espantados. Y ese primer gas mortífero lanzado a la atmósfera de Ypres comenzó a ser conocido como iperita.

Haber, según su biógrafo, dijo en una ocasión que “si quieres ganar la guerra, entonces haz la guerra química con decisión”. Tras la aparente frialdad del químico alemán se escondía su convicción (rescatada después por los defensores de la bomba atómica) de que los agentes químicos podrían acortar el conflicto y, por tanto, reducir el número de muertos.

El químico, aunque era de origen judío, se sentía un patriota alemán. En una ocasión dijo que “un científico se debe a su país en tiempos de guerra y a toda la Humanidad en tiempos de paz”. Por eso se implicó directamente en el diseño, creación y propagación de los gases tóxicos. Designado capitán de la Wehrmacht, se encargó personalmente de los ataques y la defensa química frente a los gases franceses.

Tras la guerra, Haber volvió a la dirección del Instituto de Física y Electroquímica de Berlín-Dahlem (que tras su muerte pasó a denominarse Instituto Fritz Haber). Reconocido por todo el mundo, dedicó esos años a levantar la ciencia alemana y aliviar la carga económica del derrotado pueblo de su país. Desarrolló un sistema para que los mineros detectaran fugas de gases en la mina. Pero a lo que más tiempo dedicó, hasta 1926, fue a la búsqueda de oro en el mar. Con su conocimiento sobre la presión y los procesos catalíticos, creía firmemente que se podría conseguir el metal precioso del mar para pagar parte de las indemnizaciones de guerra que debía pagar el Gobierno alemán. Pero fracasó en su alocado sueño.

En una de las paradojas más dramáticas y crueles, un grupo de investigadores creó bajo su dirección el Zyklon B, un insecticida basado en el cianuro. El veneno sería usado años más tarde por los nazis en los campos de exterminio. Entre las víctimas estarían varios de sus familiares.

La fe ciega de Haber en la ciencia se percibe en el discurso que pronunció en la inauguración del Instituto Alemán-Japonés: “La ciencia determina la medida de la prosperidad del hombre; su cultivo es la semilla del bienestar de las generaciones futuras”.

Con la subida al poder de Hitler, ni siquiera Fritz Haber, que tanto había dado por su país, estaba a salvo. El químico se vio obligado a dejar el Instituto y abandonar Alemania en 1933. Fallecería en la ciudad suiza de Basilea de un ataque cardíaco un año más tarde y, como dice la biografía de la Fundación Nobel, con el corazón roto por el rechazo de la Alemania a la que tanto sirvió.

Última actualización: octubre_2008 13/10/2008 23:55

En junio de 2007, el Foro Ciudadano de la Región de Murcia inició la edición de una colección de monografías denominada Cuadernos del Foro Ciudadano, cuyo primer título fue La ciudad borrada. Crónica de la destrucción del conjunto histórico de Cartagena (1980-2006), obra de Juan-Miguel Margalef Martínez (presidente de la Asociación para la Defensa del Patrimonio de Cartagena), con fotos de Moisés Ruiz Cantero.

El pasado martes 30 de septiembre, el Foro Ciudadano celebró una rueda de prensa para presentar el número 2 de los Cuadernos del Foro Ciudadano. Se trata de una nueva monografía titulada Pasajes de la Murcia inmigrante. Es una obra colectiva coordinada por Andrés Pedreño, profesor titular de Sociología en la Universidad de Murcia, y Francisco Torres, trabajador social y profesor en la Universidad de Valencia. En ella han colaborado también Claudia Carrasquilla, Mari Luz Castellanos, María Elena Gadea, Sarah Meier y Manuel Lario.

En la rueda de prensa intervinieron el presidente del Foro Ciudadano, Patricio Hernández, y dos de los autores del estudio: Andrés Pedreño y Manuel Lario. Este estudio pone de manifiesto dos realidades: por un lado, el fenómeno migratorio ha cambiado profundamente el paisaje social de la Región de Murcia; por otro lado, muchos ciudadanos y responsables políticos parecen no haber asumido lo que este cambio significa.

El presidente del Foro Ciudadano, Patricio Hernández, denunció que con motivo de la crisis se califique a la población inmigrante de “sobrante” y se la quiera “criminalizar”, en lugar de fomentar la integración de un colectivo que, según dijo, en los últimos diez años ha sido “decisivo” en el desarrollo económico de la Región y del país.

Según Patricio Hernández, el estudio editado por el Foro Ciudadano pone de manifiesto que en la sociedad murciana todavía no existe una verdadera integración social de los nuevos murcianos, por el modo en que se dibuja desde el ámbito político y mediático el perfil del inmigrante, al que se vincula con el desempleo y la inseguridad ciudadana. Además, denunció que los inmigrantes son los primeros que acusan la crisis y que su desempleo se considera “normal” y propio de su condición, “cuando no debería ser tratado con normalidad en ningún momento”, ya que son ciudadanos, dijo, con los mismos derechos que el resto.

Manolo Lario, uno de los autores del estudio, señaló que en los últimos tiempos la inmigración se ha utilizado como “munición partidista” por parte de los políticos, lo que ha sido fomentado por los medios de comunicación “arrojando sospechas” sobre este colectivo, por lo que pidió a políticos y medios de comunicación responsabilidad sobre este tema.

Andrés Pedreño, coordinador del estudio junto con Francisco Torres, añadió que el perfil de los inmigrantes ha variado, ya que este colectivo se ha arraigado en los últimos años en la Región, hasta conformar una migración permanente, cuyos descendientes son ya murcianos. A juicio de Pedreño, uno de los primeros desafíos que se plantea ante esta nueva situación de la inmigración y que será “un termómetro real” de este fenómeno, es el modo en que se integren los hijos de los inmigrantes, nacidos en Murcia, en la sociedad de acogida, y agregó que esa integración dependerá de las políticas sociales que se lleven a cabo.

Pedreño también criticó las medidas anunciadas por la Unión Europea de “restricciones” ante la inmigración, ya que son “de dudosa utilidad” y provocarán “la ampliación de la inmigración irregular, con la reducción de derechos que eso supone”.

“La convivencia entre autóctonos e inmigrantes en la Región de Murcia es pacífica pero distante”, afirmó Pedreño, quien apuntó la necesidad de poner en marcha medidas efectivas para la integración, como la posibilidad de reconocer el voto a este colectivo o la dotación de recursos para la sanidad y la educación, con el objetivo de que se produzca mayor fluidez en la integración de esta población.

Otro de los cambios que se han producido en la población inmigrante es, según Pedreño, el cambio en el modelo de residencia de este colectivo, ya que se ha reducido la infravivienda, pero, por el contrario, se ha generalizado el hacinamiento, lo que a su juicio debería evitarse.

Con respecto al Plan de Inmigración propuesto por el Gobierno regional indicó que, dada la crisis, es necesario reforzar los instrumentos de ayuda y cohesión en materia de servicios sociales, sanidad y educación, “para evitar una sociedad etnoestratificada”.

Por último, Pedreño se refirió al perfil de la inmigración en la Región de Murcia y dijo que se diferencia de la del resto de España por el elevado protagonismo del colectivo norteafricano, ya que junto al ecuatoriano suponen el 80 por ciento del total.

Finalmente, en la rueda de prensa se anunció la celebración de varios actos de presentación del libro en diversas localidades de la Región. El primero de ellos tendrá lugar el jueves 9 de octubre, a las 8 de la tarde, en la ciudad de Murcia, concretamente en el Salón de Grados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia. Otros actos similares se celebrarán en Cartagena, Lorca, etc.

A continuación, reproduzco el texto de la contraportada del libro:

El fenómeno migratorio ha cambiado profundamente el paisaje social de la Región de Murcia. Dejando atrás un pasado de emigración y dependencia, desde los años 80 la Región se integró en las redes migratorias globales para atraer trabajadores extranjeros con los que atender a las necesidades de su economía. De esta forma, sentó las bases para las transformaciones que está experimentado la sociedad murciana con el asentamiento de una nueva población cada vez más diversa culturalmente. Este libro está dedicado al análisis de estos Pasajes de la Murcia inmigrante.

A través de los diferentes capítulos, se abordan los perfiles sociodemográficos de la población inmigrante residente en la región; el diagnóstico de su problemática residencial, de las condiciones de socialidad y de participación pública; la cuestión de los hijos de las familias inmigrantes como un indicador preciso de tendencias sociales futuras; y finalmente, la reubicación de Murcia en la frontera de control y vigilancia de las entradas migratorias desde el Sur.

Un libro escrito tomándose en serio el hecho central de la constitución y administración de una periferia global de trabajadores en la reserva que entran o salen de la fortaleza europea en función de las necesidades de mano de obra barata de los mercados laborales.

En la web del Foro Ciudadano puede consultarse más información: el índice y los autores del libro, así como un artículo de prensa de Andrés Pedreño.

Un ejemplo de la discriminación social que sufren los inmigrantes en la Región de Murcia: la redada masiva realizada por la Policía Nacional en la población de Torre Pacheco, el 27 de junio de 2008.

Última actualización: octubre_2008 1/10/2008 23:55


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