Septiembre de 2009

El viernes 25 de septiembre, en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia, se celebró la lectura de una tesis de máster dirigida por mí, dentro del máster en Pensamiento Contemporáneo. En el tribunal de la tesis estaban también los profesores Patricio Peñalver Gómez, buen conocedor de Derrida y del psicoanálisis, y Asunción Martínez Mellado, buena conocedora de Deleuze y del feminismo. El título de la tesis: “Psicoanálisis, feminismo y postmodernidad: Jessica Benjamin”. La calificación: Sobresaliente.

La autora de la tesis, María Isabel Andreu Vera, es profesora de filosofía en el IES Alquibla de La Alberca (Murcia). Fue alumna mía en la Licenciatura de Filosofía, hace ya muchos años, y el año pasado cursó mi asignatura de máster, Teorías del Estado moderno. A los alumnos de esta asignatura les hablé de la psicoanalista y feminista estadounidense Jessica Benjamin (profesora invitada en la New York University y en la New School for Social Research), y en concreto de su libro Los lazos del amor. Psicoanálisis, feminismo y el problema de la dominación (Buenos Aires, Paidós, 1996. Orig. inglés: New York, Pantheon, 1988). Y fue entonces cuando María Isabel Andreu conoció a esta autora y se interesó por ella.

Debo decir que yo conocí la obra de Jessica Benjamin gracias a mi amiga Lola López Mondéjar, escritora y psicoanalista. Le dije que buscaba un análisis de las relaciones de poder entre hombres y mujeres que se centrara específicamente en la dominación sexual y afectiva, y no tanto en otras formas de dominación (gubernamentales, económicas y culturales), porque lo cierto es que no había encontrado nada que me convenciera sobre este tema, ni en el psicoanálisis ni en el feminismo. Y Lola me recomendó que leyera Los lazos del amor.

Fue todo un descubrimiento para mí. Por primera vez, encontraba un análisis riguroso sobre el modo en que se gestan y se reproducen las relaciones de dependencia y de dominación afectiva y sexual entre hombres y mujeres, que lógicamente están vinculadas a las relaciones parentales entre padres e hijos.

La gran aportación del psicoanálisis freudiano ha consistido en resaltar la importancia de las relaciones parentales entre los sexos y entre las generaciones, a la hora de comprender la condición humana en general y la formación de cada ser humano en particular. Sin embargo, Sigmund Freud y la mayor parte del psicoanálisis clásico tendieron a naturalizar, universalizar e incluso prescribir normativamente un determinado tipo histórico de familia, basado en la división sexual del trabajo y en el dominio patriarcal del cabeza de familia sobre la mujer y sobre los hijos. Como ya dijeron el filósofo Gilles Deleuze y el psicoanalista Felix Guattari en El Anti-Edipo (1972), el psicoanálisis ha contribuido a fijar y preservar la familia edípica como prototipo de familia.

Esto hizo que el psicoanálisis, a partir de los años sesenta y setenta del siglo XX, se viera expuesto a una serie de críticas por parte de diversos movimientos sociales e intelectuales de emancipación sexual, desde el feminismo radical (iniciado por Kate Millet y su Política sexual, Madrid, Cátedra, 1995, orig. inglés 1970) hasta el movimiento gay y el más reciente movimiento queer (que se han apoyado en los estudios de Michel Foucault sobre la historia de la sexualidad, y que hoy cuentan con teóricas como Judith Butler).

En efecto, el psicoanálisis clásico tendió a naturalizar y legitimar la dominación patriarcal de los hombres sobre las mujeres, y por tanto difícilmente podía iluminar y cuestionar críticamente los mecanismos que instituyen y preservan históricamente ese tipo de dominación. Por su parte, el feminismo surgió precisamente para denunciar y combatir la dominación patriarcal, pero durante mucho tiempo se apoyó en las teorías políticas clásicas, el liberalismo y el socialismo, lo que le llevó a centrarse en la dimensión jurídico-política y en la dimensión socio-económica del poder patriarcal. Y cuando quiso focalizar la atención en la dimensión específicamente sexual y afectiva, no tuvo más remedio que recurrir a los instrumentos proporcionados por el psicoanálisis. Ahora bien, para servirse del psicoanálisis, el feminismo tuvo que someterlo a una profunda revisión crítica. Y en esa labor cabe mencionar a dos autoras que han influido mucho en Jessica Benjamín: la psicoanalista estadounidense Nancy Chodorow y la feminista francesa Luce Irigaray.

La obra de Jessica Benjamin se inscribe, pues, en la confluencia entre el psicoanálisis y el feminismo. Dentro del psicoanálisis, trata de conjugar la perspectiva clásica freudiana, centrada en la vida intrapsíquica, y la más reciente perspectiva relacional, centrada en las interacciones psico-sociales del infante con sus cuidadores. En cuanto a su relación con el feminismo, es muy afín a las tesis de Nancy Fraser, pues trata de conjugar la orientación próxima a la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, como la que representa Sheila Benhabib, y la orientación próxima a la filosofía postestructuralista o postmoderna de un Foucault o un Derrida, como la que representa la ya citada Judith Butler. El valor de la obra de Jessica Benjamin consiste en combinar su experiencia clínica como psicoanalista, su conocimiento de los estudios empíricos sobre los primeros años de vida de los infantes y su diálogo teórico con las más innovadoras corrientes del psicoanálisis y del feminismo contemporáneos.

La tesis de Benjamín es que las relaciones de dominación afectiva y sexual entre hombres y mujeres son tan poderosas y tan difíciles de combatir porque en ellas se entremezclan el poder y el deseo, generando un vínculo de complicidad entre el dominador y la dominada. Este vínculo sado-masoquista tiene su origen en las relaciones de dependencia que ligan a los infantes con sus cuidadores desde el momento del nacimiento y durante los primeros años de vida. En estos primeros años, se forja un tipo de relación afectiva que está influido por el modo en que actúan los adultos (hombres y mujeres) entre sí y con sus hijos, y que luego se reproducirá cíclicamente en las relaciones entre adultos y entre éstos y sus hijos. Por eso, Benjamin considera que es necesario no sólo modificar la relación entre hombres y mujeres adultos, haciendo que sea más libre e igualitaria, sino también establecer otro tipo de relación con los hijos, ayudándoles desde el principio a encontrar el equilibrio entre la afirmación de la propia autonomía y el reconocimiento de la autonomía de aquellos a quienes aman y de los que dependen.

Además de Los lazos del amor, Jessica Benjamin ha publicado posteriormente otros dos libros: Sujetos iguales, objetos de amor. Ensayos sobre el reconocimiento y la diferencia sexual (Buenos Aires, Paidós, 1997. Orig. inglés: New Haven, Yale University Press, 1995), y Shadow of the Other: Intersubjectivity and Gender in Psychoanalysis (New York, Routledge, 1997).

Última actualización: septiembre_2009 27/09/2009 01:42

Tras la muerte de Jacques Derrida, el 8 de octubre de 2004, la editorial Galilée tiene previsto editar el vasto corpus de sus cursos y seminarios. Y ha comenzado por el final, es decir, por el último seminario impartido por Derrida en los cursos 2001-2002 y 2002-2003, del que ha aparecido ya el primer volumen: Seminaire La bête et le souverain. Volumen I (2001-2002) (ed. de Michel Lisse, Marie-Louise Mallet y Ginette Michaud, París, Galilée, 2008, 470 p.).

Derrida dedicó una gran parte de su vida a la enseñanza: primero en la Sorbonne (1960-1964), luego en la École Normale Supérieure de la rue d’Ulm (1964-1984), y por último en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) (1984-2003). A esto hay que añadir las conferencias, cursos y seminarios dictados en universidades de todo el mundo, y especialmente en universidades estadounidenses: de 1968 a 1974, en la John Hopkins de Baltimore; de 1975 a 1986, en la de Yale; y, de 1992 a 2003, en la de California (Irvine) y en las tres siguientes de New York: la New School for Social Research, la Cardozo law School y la New York University. En general, la docencia en estas universidades estadounidenses solía reproducir la impartida en los seminarios parisinos, primero en francés y a partir de 1987 en inglés.

Pues bien, resulta que Derrida tenía la costumbre de redactar íntegramente casi todos sus cursos y seminarios. El resultado es el equivalente a unas 14.000 páginas impresas, es decir, unos 43 volúmenes, a razón de un volumen por año de enseñanza. Los textos están escritos a mano (de 1960 a 1969), a máquina con correcciones a mano (de 1969 a 1987) y a ordenador (de 1987 a 2003). Una parte de este material era utilizado por Derrida para las conferencias que daba anualmente por todo el mundo (algunas de ellas revisadas y publicadas por el propio autor) y para la elaboración de algunos de sus libros, como De la Gramatología (1967), Glas (1974) y Políticas de la amistad (1994). Pero la mayor parte del material permanece inédito.

La esposa de Derrida, Marguerite, junto con algunos discípulos y estudiosos de su obra, han constituido un grupo de editores (integrado por Geoffrey Bennington, Marc Crépon, Marguerite Derrida, Thomas Dutoit, Peggy Kamuf, Michel Lisse, Marie-Louise Mallet y Ginette Michaud), con el objetivo de editar el conjunto de los seminarios escritos por el autor. En un primer momento, tienen previsto editar los seminarios de los últimos veinte años, comenzando por el último, y al mismo tiempo irán preparando el resto. Estamos, pues, ante un ingente proyecto editorial, que sin duda nos ofrecerá un panorama mucho más amplio y más completo del enorme trabajo de pensamiento de Jacques Derrida.

El seminario “La bête et le souverain” fue el último que dio Derrida en la EHESS de París, entre el otoño de 2001 y la primavera de 2003. El primer volumen, correspondiente al curso 2001-2002, tiene nada menos que 470 páginas. Fiel a su habitual estilo de enseñanza y de escritura, Derrida sigue un recorrido sinuoso, en el que avanza y retrocede a un tiempo, a través de la lectura y el comentario desconstructivo de una serie heterogénea de textos y autores de la tradición cultural de Occidente, desde Aristóteles y Plutarco hasta Foucault y Agamben, pasando por Maquiavelo y Schmitt, Plauto y La Fontaine, Hobbes y Rousseau, Lacan y Deleuze.

En realidad, en este seminario se mezclan dos problemáticas que en mi opinión son diferentes, pero que Derrida trata de entrelazar e incluso confundir entre sí: por un lado, la gran oposición hombre/animal, razón/vida, cultura/naturaleza, que está en la base de todo el pensamiento occidental, y que Derrida ya había tratado en El animal que luego estoy si(gui)endo (Madrid, Trotta, 2008), un libro del que me ocupé en una anotación de septiembre de 2008; por otro lado, la reflexión sobre la “soberanía”, entendida en todos los sentidos posibles (no sólo la del Estado o la del soberano que lo encarna y representa, sino también la del sujeto como ser humano, es decir, como una criatura racional, autónoma, responsable, etc.). El punto de cruce entre ambas problemáticas, que Derrida localiza en el “animal político” de Aristóteles, consistiría en el hecho de que la soberanía ético-política (del sujeto y del Estado) se constituye y se afirma por oposición a la animalidad, no sólo la animalidad de los otros animales sino también y sobre todo la animalidad del propio hombre; pero, al mismo tiempo, el ejercicio de esa doble soberanía (ética y política, del sujeto y del Estado) conllevaría inevitablemente un nuevo tipo de animalidad, que oscilaría entre la “bestialidad” o crueldad y la “bêtise” o estupidez, ambas derivadas de la “bête” (bestia o animal), pero al mismo tiempo consideradas (por Lacan y Deleuze, respectivamente) como específicamente humanas.

Derrida se sirve de la fábula de La Fontaine, “El lobo y el cordero”, para rastrear la presencia de toda una amplia fauna en la tradición cultural de Occidente: no sólo en las fábulas, novelas y mitos grecolatinos y abrahámicos, sino también en los autores canónicos del pensamiento político, y especialmente en aquellos que han reflexionado sobre el concepto de soberanía (Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Schmitt, etc.).

El propósito principal de Derrida consiste en problematizar y desconstruir la oposición hombre/animal, y esto mediante una doble estrategia: por un lado, apoyándose en los estudios etológicos más recientes, trata de mostrar que muchos de los rasgos considerados exclusiva y propiamente humanos se encuentran también en los animales, o al menos en algunas especies e individuos animales (lo que impide seguir hablando del Animal en abstracto, como lo otro de lo humano); por otro lado, trata de mostrar que muchos de los rasgos considerados “bestiales” se encuentran también, por no decir de forma predominante, entre los humanos, y especialmente en aquellos que ostentan y ejercen la soberanía política, y que por ello mismo pretenden situarse, como Dios, más allá de la ley y del derecho. De modo que si lo humano es, ante todo, el lugar de la ley, tanto la bestia como el soberano parecen situarse “fuera de la ley”, lo cual establece entre ambos un inquietante vínculo.

Conviene recordar la coyuntura histórico-política de toda esta reflexión. Derrida comienza a dar este seminario pocos meses después del 11 de septiembre de 2001 (fecha del atentado terrorista de Al Qaeda contra las Torres Gemelas de Nueva York y contra el Pentágono de Washington), es decir, al mismo tiempo que la administración Bush estaba poniendo en marcha su “guerra preventiva” global contra el terrorismo islamista y contra los “Estados canallas”, colocándose de este modo por encima de la ONU y del derecho internacional, y actuando así como el más canalla de los Estados canallas, al atribuirse el poder soberano para actuar de forma violenta e ilimitada en cualquier lugar del mundo y contra cualquier supuesto “enemigo”. De hecho, Derrida cita por extenso y aprobatoriamente las críticas de Noam Chomsky a la política exterior de Estados Unidos, y en concreto su obra Estados canallas. El imperio de la fuerza en los asuntos mundiales (Barcelona, Paidós, 2001, orig. inglés 2000).

A esta coyuntura histórico-política hay que añadir otro contexto intelectual muy preciso: el debate sobre el concepto foucaultiano de “biopolítica”, especialmente a partir de la relectura que hace del mismo Giorgio Agamben. No es casual que Derrida dedique las últimas sesiones del seminario de 2001-2002 a confrontar el texto de Aristóteles sobre el “animal político” con las referencias al mismo realizadas por Foucault y por Agamben. Derrida es muy crítico con la interpretación de Agamben, pero al mismo tiempo se distancia del historicismo de Foucault y pretende que una cierta “biopolítica” está ya presente en Aristóteles. Es decir, Derrida pretende llevar al terreno de lo ontológico o de lo cuasi-trascendental la investigación histórica de Foucault sobre las relaciones entre vida y política, tal y como éstas se transforman a partir de la moderna “gubernamentalidad liberal”. En realidad, siempre ha sido así entre ellos, siempre ha habido un desacuerdo entre la perspectiva historicista de Foucault y la perspectiva ontológica de Derrida, como ya expuse en mi artículo sobre ambos: “Foucault y Derrida: historia de un debate -sobre la historia”, publicado en Daímon. Revista Internacional de Filosofía, 11, 1995, pp. 59-82, y en Angelaki. Journal of the Theoretical Humanities, vol. 5, nº 2, august 2000, pp. 113-135, y recogido en La invención del sujeto, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001, pp. 109-148.

En resumen, estamos ante una obra importante de Derrida, con la que se inicia la edición póstuma de su inmenso corpus de cursos y seminarios impartidos durante más de cuarenta años.

Última actualización: septiembre_2009 24/09/2009 23:29

No sé si ha sido una coincidencia deliberada o azarosa, pero lo cierto es que la editorial Akal ha publicado casi simultáneamente el curso de Michel Foucault Nacimiento de la biopolítica. Curso del Collège de France (1978-1979) (Madrid, Akal, 2009), que es una continuación cronológica y temática del curso Seguridad, territorio, población. Curso del Collège de France (1977-1978) (Madrid, Akal, 2008), y el estudio de Francisco Vázquez García La invención del racismo. Nacimiento de la biopolítica en España, 1600-1940 (Madrid, Akal, 2009), que tuvo su origen en el curso “Nacimiento de la biopolítica en España”, impartido en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia durante los años 2005 y 2006, dentro del programa de doctorado “España y Europa: historia intelectual de un diálogo”.

Como coordinador que fui, tanto del programa de doctorado como del curso “Nacimiento de la biopolítica en España”, me alegra haber propiciado la participación de Francisco Vázquez, porque fue muy fructífera para el alumnado y porque a él mismo le animó a escribir el estudio ahora publicado.

El término “biopolítica” tiene su origen en los primeros años del siglo XX, en el contexto de las concepciones racistas e imperialistas del Estado-nación. Roberto Esposito, en su libro Bios. Biopolítica y filosofía (Buenos Aires, Amorrortu, 2006, pp. 27-41), distingue tres concepciones de la biopolítica que son previas a los estudios de Foucault: la “organicista”, dominante en la cultura germánica de entreguerras; la “antropológica”, que se desarrolla en Francia durante los años sesenta; y la “naturalista”, que surge en el mundo anglosajón durante los años setenta y llega hasta hoy.

Pero la difusión actual del término se debe a Michel Foucault, que lo retoma en la segunda mitad de los años setenta, para nombrar una mutación histórico-política de largo alcance que se habría iniciado en el Occidente moderno durante los siglos XVIII y XIX, junto con el capitalismo industrial y la “gubernamentalidad liberal”: el paso del “derecho de muerte” al “poder sobre la vida”. Esta tesis la expone por primera vez en su curso Hay que defender la sociedad. Curso del Collège de France (1975-1976) (Madrid, Akal, 1979, Clase del 17 de marzo de 1976, pp. 205-225), y en su libro Historia de la sexualidad, I. La voluntad de saber (México, Siglo XXI, 1977, capítulo V: “Derecho de muerte y poder sobre la vida”, pp. 161-194). Pero la desarrolla de una forma mucho más extensa y compleja en los dos cursos ya citados de 1977 y 1978.

La modernidad europea inaugura un nuevo régimen de poder-saber, al que Foucault denomina “biopoder” o “biopolítica”. ¿Por qué se produce esta ruptura, este “umbral de modernidad biológica”, que hace emerger la biopolítica como una nueva tecnología de poder o de gobierno? Esto tiene que ver con un doble fenómeno, que hace posible la formación conjunta del capitalismo y del Estado modernos: la acumulación paralela de bienes y de hombres. La biopolítica fue “un elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo” porque hizo posible “un ajuste de los fenómenos de población a los procesos económicos” (Historia de la sexualidad, I. La voluntad de saber, o.c., p. 171). La biopolítica es la bisagra que permite el ajuste mutuo entre el poder político territorializado de los modernos Estados soberanos y el poder económico desterritorializado del moderno capitalismo mundial. Por eso, el nacimiento de la biopolítica está ligado a la génesis de la “gubernamentalidad liberal” en los siglos XVIII y XIX. De hecho, el curso Nacimiento de la biopolítica, a pesar de su título, está centrado en la genealogía de la gubernamentalidad liberal (gestada en la segunda mitad del siglo XVIII) y de la gubernamentalidad neoliberal (gestada en el segundo tercio del siglo XX).

El problema es que estos dos cursos, aunque eran parcialmente conocidos, no fueron editados de forma completa hasta 2004, veinticinco años después de haber sido dictados por Foucault. Esto explica, tal vez, que la rápida difusión del concepto foucaultiano de “biopolítica” haya dado lugar, en estas dos últimas décadas, a usos muy dispares y a veces muy alejados del que le dio el propio Foucault.

Sobre los diversos usos del término “biopolítica”, véase Javier Ugarte Pérez, “Biopolítica. Un análisis de la cuestión”, en Claves de razón práctica, nº 166, octubre 2006, pp. 76-82, y Javier Ugarte Pérez (ed.), La administración de la vida. Estudios biopolíticos, Barcelona, Anthropos, 2005. Véase también “Biopolitique et Biopouvoir”, nº monográfico de Multitudes, 1, 2000 (con colaboraciones de P. Sloderdijk, A. Negri, M. Hardt, J. Rancière y B. Latour, entre otros), y “Michel Foucault: de la guerre des races au biopouvoir”, nº monográfico de Cités, 2, 2000 (con colaboraciones de Y. Michaud, Y. Ch. Zarka y F. P. Adorno, entre otros).

Algunos autores, en su mayor parte filósofos de la política, han hecho un uso inflacionario y muy poco riguroso de este concepto, hasta el punto de convertirlo en un concepto-comodín, susceptible de nombrar cualquier tipo de fenómeno histórico-político. Esta operación de distorsión conceptual les ha permitido utilizar el término para justificar las tesis más dispares, como puede observarse en los trabajos de Ágnes Heller y Ferenc Fehér (Biopolítica. La modernidad y la liberación del cuerpo, Barcelona, Península, 1995, un libro sobre el que escribí en su día una nota crítica: ”Biopolítica y modernidad”, en Daímon. Revista Internacional de Filosofía, 17, julio-diciembre 1998, 167-175), Giorgio Agamben (Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Valencia, Pre-textos, 1998), Paolo Virno (Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporáneas, Madrid, Traficantes de sueños, 2003), Michael Hart y Antonio Negri (Imperio, Barcelona, Paidós, 2002; “La production biopolitique”, en Multitudes, 1, 2000, pp. 16-28; Multitud: guerra y democracia en la era del Imperio, Buenos Aires, Debate, 2004) y Roberto Esposito, Bios. Biopolítica y filosofía, o.c., y “Totalitarismo o biopolítica: una interpretación filosófica del siglo XX”, en R. Esposito, Comunidad, inmunidad y biopolítica, Barcelona, Herder, 2009, pp. 173-188). Así, mientras que Heller y Fehér vinculan la biopolítica con el nazismo y la contraponen al liberalismo, Esposito contrapone liberalismo y biopolítica; mientras que Agamben identifica la biopolítica con la soberanía y la remonta al antiguo imperio romano, Virno, Hardt y Negri la identifican con el capitalismo postfordista globalizado y con la formación de multitudes insurgentes.

He realizado una crítica de estos autores en mi ponencia “Biopolítica, totalitarismo y globalización”, que será presentada en el Congreso internacional La filosofía de Ágnes Heller y su diálogo con Hannah Arendt, coordinado por Á. Prior y Á. Rivero, y que se celebrará en Murcia, del 13 al 15 de octubre de 2009. Una atinada crítica de las tesis de Giorgio Agamben y de Michael Hardt y Antonio Negri, puede encontrarse en el último libro de Ernesto Laclau: Debates y combates. Por un nuevo horizonte de la política (Buenos Aires, FCE, 2008).

Otro grupo de autores, vinculados a la investigación empírica en diversos campos de las ciencias sociales (historia, sociología, antropología, economía, etc.), han tratado de desarrollar las potencialidades de la “historia de la gubernamentalidad” esbozada por Foucault. Es el caso de la History of the Present Research Network, creada por los británicos Nikolas Rose, Andrew Barry, Vikki Bell, Thomas Osborne y Grahame Thompson, y en la que también han participado el australiano Mitchell Dean y el estadounidense Paul Rabinow. Francisco Vázquez ha hecho un balance global de las obras de estos autores en Tras la autoestima. Variaciones sobre el yo expresivo en la modernidad tardía (San Sebastián, Gakoa, 2005, pp. 159-226).

Estos autores se han dedicado a estudiar la biopolítica específica de la “gubernamentalidad neoliberal”, que se ha generalizado tras la muerte de Foucault en 1984, coincidiendo con el final de la Guerra Fría y con el desarrollo de las nuevas tecnologías biomédicas y de los nuevos debates bioéticos. Esta nueva forma de gubernamentalidad, basada en las teorías económicas neoliberales del “mercado autorregulado”, el “capital humano”, el “empresario de sí mismo” y la “gestión de los riesgos”, han tratado de individualizar los problemas socio-políticos y bio-ecológicos, mediante la incitación a que los individuos ejerciten su libertad, asuman su responsabilidad y busquen por sí mismos “soluciones biográficas a problemas sistémicos” (según la expresión de Ulrich Beck).

En una línea muy similar se inscriben los estudios históricos realizados por varios investigadores españoles, entre los que destaca Francisco Vázquez García, catedrático de Filosofía en la Universidad de Cádiz. Vázquez es uno de los más notables especialistas en la obra de Foucault. Pero, sobre todo, ha sabido utilizar de una forma muy eficaz la metodología histórica foucaultiana para reconstruir la historia de la España moderna y contemporánea. De este autor conocíamos ya los ensayos teóricos sobre Foucault y sobre Bourdieu, los trabajos de epistemología de la historia, las intervenciones en los debates actuales sobre la biopolítica neoliberal y sobre las nuevas formas de construcción de la identidad, y, sobre todo, la importante labor de investigación genealógica que durante años ha venido realizando en torno a la historia de la sexualidad en España. Ahora, acaba de publicar La invención del racismo. Nacimiento de la biopolítica en España, 1600-1940 (Madrid, Akal, 2009).

El libro comienza con una introducción teórica, donde el autor explica los diversos usos del concepto de biopolítica y defiende la necesidad de volver a Foucault, no por una mera fidelidad hermenéutica, sino porque su propuesta es una “caja de herramientas” que puede ser aplicada en contextos históricos y geográficos no estudiados por el propio Foucault, consiguiendo así “rendimientos empíricos y políticos relevantes”, y evitando que se convierta en una simple “consigna de moda”. Por eso, frente a Agamben, Negri, Bauman y otros muchos, que hacen “un uso deshistorizado y extrapolador del concepto de biopolítica”, o que creen ver en ella “una especie de destino de la modernidad”, caracterizado por un uso cada vez más sofisticado de las tecnologías de dominación (siguiendo en esto no a Foucault sino a Deleuze), Vázquez trata de recuperar “el uso nominalista y rigurosamente histórico de esta noción en los textos de Foucault”.

Así, las tres modernas tecnologías de gobierno diferenciadas por Foucault (soberanía, disciplinas y biopolítica) no son las fases sucesivas de un proceso evolutivo, sino más bien los tres lados de un triángulo que se han ido recombinando entre sí de forma muy diferente según los tiempos y según los lugares. Por eso, no es equiparable la biopolítica liberal con la biopolítica totalitaria, ni ésta con la biopolítica benefactora, ni ésta con la más reciente biopolítica neoliberal. No hay, pues, ni identidad de esencia, ni progresión teleológica.

Y tampoco son equiparables los procesos históricos de modernización seguidos por los distintos países europeos, para no hablar de las colonias y ex-colonias de América y de otras regiones del mundo. La mayor parte de los estudios históricos de Foucault (a excepción de sus últimos trabajos sobre la ética en la Grecia y la Roma antiguas, y sobre el poder pastoral en la Edad Media europea), están centrados en la Francia moderna y contemporánea, con algunas referencias comparativas a Alemania e Inglaterra. En cambio, los investigadores de la History of the Present Research Network se han centrado en el estudio de la biopolítica neoliberal, que se inició en los últimos años de la vida de Foucault, y que se ha desarrollado en las tres últimas décadas, sobre todo en los países de habla inglesa (Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda).

Pues bien, en paralelo y en sintonía con este grupo de investigadores, la aportación de Francisco Vázquez ha consistido en aplicar la metodología foucaultiana al estudio de la España moderna y contemporánea. Para ello, no sólo se ha basado en sus propias investigaciones, sino también en toda una serie de estudios parciales realizados por otros investigadores españoles y extranjeros, en los más diversos campos historiográficos: el pensamiento económico y político, la medicina y las ciencias de la salud, la estadística, la administración y las instituciones, la educación, el urbanismo y la arquitectura, la cultura y la marginalidad.

Como dice el propio Vázquez, es una “obra de síntesis” que se apoya en el trabajo de otros muchos historiadores, y de hecho está dedicada a dos de ellos: Francisco Tomás y Valiente y Ernest Lluch. No sólo porque estudiaron sendos aspectos de la primera biopolítica española (el derecho penal del Antiguo Régimen, y el gobierno de la población y de las riquezas en el pensamiento ilustrado), sino también porque fueron asesinados por ETA, y por tanto “víctimas de la biopolítica en una de sus formas más intolerables: un racismo de Estado -de un Estado deseado, en la sombra- que convierte a los discrepantes en los enemigos biológicos de una patria en construcción”.

En su reconstrucción de la biopolítica española, y de acuerdo con su “perspectiva histórica y pluralista”, Vázquez se inspira en los tipos ideales propuestos por Mitchell Dean, y distingue “seis fases o seis formas de biopolítica vinculadas a otras tantas maneras de gobierno”: la biopolítica absolutista (1600-1820), la biopolítica liberal clásica (1820-1870), la biopolítica interventora (1870-1939), la biopolítica totalitaria (1940-1975), la biopolítica social (1975-1985) y la biopolítica liberal avanzada o neoliberal (1985-).

Sin embargo, en su libro se ocupa solamente de las tres primeras fases, porque es entonces cuando se inicia propiamente el “nacimiento de la biopolítica” española. Y, dentro de estas tres primeras fases, el autor se ocupa especialmente de la primera, a la que dedica cuatro de los seis capítulos del libro (y en la que distingue dos subfases: el período de los Austrias, durante el siglo XVII y primera mitad del XVIII, y el período de los Borbones, de la segunda mitad del XVIII a comienzos del XIX), mientras que dedica un solo capítulo a cada una de las dos fases siguientes (la liberal clásica y la interventora). Esta descompensación no se debe sólo al hecho de que la obra se centra en el proceso inicial de gestación de la biopolítica española, sino también al hecho de que se trata de una obra en proceso o en construcción. Por eso, es de esperar que el autor la prosiga y la complete en próximas reediciones.

Con esta obra, Francisco Vázquez ha puesto de manifiesto que el proceso de modernización de España formaba parte, desde el principio, de un proceso más general que afectó a todo el continente europeo y a sus colonias ultramarinas, aunque al mismo tiempo siguió una trayectoria histórica con características propias. Estas características no se explican sólo por un cierto retraso cronológico con respecto a otros países europeos, sino también, y sobre todo, tienen que ver con una peculiar combinación de las diferentes formas de gobierno: en España, las nuevas formas de racionalidad política surgidas con la “razón de Estado” y con el reformismo ilustrado y liberal, no eliminaron el peso de la “sangre” (el código de casta feudal) y el peso de la Iglesia católica (y su poder pastoral).

Sólo así se explican fenómenos específicos de la biopolítica española, como la temprana expulsión de judíos y moriscos, la marginalización de los gitanos, el poderoso familiarismo católico, la cruenta Guerra Civil y el franquismo que la siguió, la fragilidad de nuestro Estado de bienestar, la xenofobia hacia los inmigrantes “moros”, el nacionalismo terrorista de ETA, etc.

En resumen, el libro de Francisco Vázquez es un excelente ejemplo de la gran propuesta foucaultiana: recurrir a la investigación histórica del pasado para poder realizar con conocimiento de causa una crítica filosófica del presente.

Ediciones Akal ha organizado una presentación pública del libro en la ciudad de Madrid: tendrá lugar el próximo 13 de octubre, a las 19 horas, en el Instituto de Salud Pública del Ayuntamiento de Madrid (Complejo Municipal de Salud Montesa, Calle Montesa, 22, edificio B, planta sótano, Madrid 28006, metro Manuel Becerra). Además del autor, intervendrán Javier Segura del Pozo (Consejero técnico del Instituto de Salud de Pública) y Tomás Rodríguez Torrellas (de Ediciones Akal).

Una versión más amplia de esta nota crítica, con el título “La biopolítica en España”, será publicada en Daímon. Revista Internacional de Filosofía, nº 48, septiembre-diciembre 2009 (en prensa).

Última actualización: septiembre_2009 22/09/2009 14:03

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